Perdón por la tristeza, Gastón Peret


“Acogeré la felicidad porque engrandece mi corazón; pero también soportaré la tristeza porque descubre mi alma.”


Og Mandino

“Perdón por la tristeza”, lo dijo un poeta y se hizo un irrespetuoso silencio.
La tristeza es una nube en la mirada, más allá del sol en el cielo y el azul reflejado en el mar de esa soledad.
Podemos permitirnos estar tristes sin llevar la exageración como tarjeta gold.
Triste el que no puede permitirse reflejar su estado.
Triste el que lleva a los demás al abismo de sus lágrimas impares.
Triste es la alegría sin poder compartirla.
Triste es la hora exacta en el reloj y el destiempo en el resto de la vida.

El mundo se derrumba y yo con la fiel costumbre de no usar paraguas.
La mirada se enturbia y mi realidad a cuestas sin lentes que tapen el sol, el dedo, y las lágrimas que viajan en subterráneo.
Todos tenemos un poco de amor francés. Todos tenemos un dolor que quiebra las barreras de la tristeza. Todos tenemos un perdón atragantado en el pantalón. Todos tenemos un error recién estrenado. Todos tenemos un sueño de una noche de verano en pleno invierno. Todos tenemos una canción que nos suena a caída libre.

Perdón por la tristeza, pero a veces es necesario sacarla a pasear. Aunque mañana la alegría regrese entre besos, risas y latidos, hoy me permito abrazar a la tristeza. Porque es también un sentimiento que necesita gritar, expresarse, romper todo, alejarse para poder regresar… si es que el faro sigue de pie entre tantas olas asesinas.

Perdón por la tristeza, por la propia y por la ajena. Pero la corbata lleva un nudo marinero que ahoga a la bohemia. La inspiración llega con la resaca del veneno de las nueve. Una vela se enciende y una oración viaja por los nuevos aires de Buenos Aires.
Afuera la lluvia no se largó todavía.
De este lado de la ventana… llueve.

Perdón por la tristeza de un domingo impuntual.
Perdón por la tristeza que queda plasmada sobre una hoja de otoño.
Perdón por la tristeza que juega a las escondidas con la alegría.
Gracias por la tristeza que se vuelve musa para poder escribir, sanar y revivir.

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