La primera inciciación, Jeanne De Salzmann

Verán que en la vida reciben exactamente lo que dan. Su vida es un espejo de lo que ustedes son. La vida está hecha a su imagen. Ustedes son pasivos, ciegos, exigentes. Lo toman todo, lo aceptan todo sin sentir obligación alguna. Su actitud hacia el mundo y hacia la vida, es la actitud de alguien que tiene derecho a exigir y tomar para sí, que no necesita pagar ni merecer. ¡Creen que se merecen todo, solo por ser ustedes!... ¡Toda su ceguera está ahí!. Pero nada de esto que digo llama su atención. Y sin embargo, esto es lo que separa un mundo del otro.
No tienen ningún criterio que les permita evaluarse. Viven exclusivamente según "me gusta" o "no me gusta”; no tienen ningún aprecio, excepto por ustedes mismos. No reconocen nada superior a ustedes; quizá teórica y lógicamente, pero no de hecho. Por eso son exigentes y siguen pensando que todo es barato y que tienen suficiente en el bolsillo para comprar todo lo que se les antoja. No reconocen nada por encima a ustedes, afuera o dentro de sí mismos. Es por eso, repito, que no tienen ninguna medida y viven pasivamente de acuerdo a sus antojos y aversiones.
Sí, su “autoestima” los ciega. Este es el mayor obstáculo para una nueva vida. Antes de ir más lejos, deben ser capaces de superar este obstáculo, este umbral. Esta prueba divide a los hombres en dos: el "trigo” y la “cizaña”. Poco importa lo inteligente, dotado o brillante que sea un hombre; si no cambia la opinión que tiene de sí mismo, no habrá para él ninguna esperanza de desarrollo interior, de un trabajo hacia el conocimiento de sí mismo, de una transformación verdadera. Permanecerá tal y como es toda su vida. La primera necesidad, la primera condición, la primera prueba para quien desea trabajar sobre sí mismo, es cambiar su apreciación de sí mismo. No debe imaginar, creer o pensar, sino ver en sí mismo cosas que nunca ha visto antes, realmente verlas. Su apreciación nunca cambiará mientras no vea nada en él. Y para poder ver, debe aprender a ver; esta es la primera iniciación del hombre en el auto conocimiento.
Primero, debe saber qué mirar. Y una vez que lo sepa, debe hacer esfuerzos, mantener su atención, y observar constantemente, con persistencia. Manteniendo su atención y no olvidando observar, quizá un día podrá ver. Si ve una vez, puede ver una segunda vez, y si continúa, será incapaz de no ver más. Este es el estado a buscar, es el objetivo de nuestra observación; es a partir de ahí que nacerá el verdadero deseo, el irresistible deseo de llegar a ser: de fríos nos hacemos cálidos, vibrantes; seremos conmovidos por nuestra propia realidad.
Hoy no tenemos nada más que la ilusión de lo que somos. Nos sobrestimamos a nosotros mismos. No nos respetamos. Para respetarme a mí mismo, debo reconocer en mí una parte superior a las demás, y mi actitud hacia esta parte deberá mostrar el respeto que le tengo. De esta manera me respetaré a mí mismo. Y mi relación con los otros será gobernada por el mismo respeto.
Deben comprender que todos los demás criterios: talento, educación, cultura, genio, son fluctuantes, medidas de detalle. La única medida exacta, la única medida real, inmutable y objetiva, es la medida de la visión interior. Yo veo —–me veo: con eso habrán medido. Con una parte superior real, habrán medido una parte inferior, también real. Y esa medida, definiendo por sí misma los roles de cada parte, les llevará al respeto por sí mismos.
Pero verán que no es fácil. Y que no es gratis. Deben pagar caro. Para los pagadores morosos, los perezosos, los parásitos, no hay esperanza. Debe pagar, pagar un alto precio, pagar inmediatamente, pagar por adelantado. Pagar con uno mismo, con esfuerzos sinceros, concienzudos y desinteresados. Entre más estén dispuestos a pagar, sin economizar, sin trampas, sin falsedades, más recibirán. A partir de entonces, conocerán su naturaleza. Y verán todas las maniobras, todas las las manipulaciones a las que recurre su naturaleza para evitar pagar de contado. Porque tendrán que pagar con sus teorías plausibles, con sus arraigadas convicciones, con sus prejuicios, sus convencionalismos, sus "me gusta" y "no me gusta". Sin regateos, honestamente, sin pretensiones. Tratando “sinceramente” de ver cuándo ofrecen su moneda falsa.
Traten de aceptar por un momento la idea de que no son lo que creen ser, que se sobrestiman, que de hecho, se mienten a sí mismos. Que siempre se mienten a sí mismos, a cada momento, todo el día, toda su vida. Que la mentira los domina al extremo que no la pueden controlar más. Son presa de la mentira. Ustedes mienten, en todo mienten. Sus relaciones con los otros, mentiras. La crianza que dan a sus hijos, sus convencionalismos, mentiras. Su educación, mentiras. Sus teorías, su arte, mentiras. Su vida social, su vida familiar, mentiras. Y lo que piensan de sí mismos, también mentiras.
Pero nunca se detienen en lo que hacen, ni en lo que dicen, porque creen en ustedes. Deben detenerse interiormente y observar. Observar sin ideas preconcebidas, aceptando por un momento esta idea de la mentira. Y si observan de esta manera, pagando consigo mismos, sin auto-compasión, abandonando sus supuestas riquezas por un momento de realidad, quizá de repente verán en ustedes algo que nunca habían visto. Verán que son diferente a lo que creen ser. Verán que son dos. Uno que no es, pero que toma el lugar y juega el rol del otro. Y otro que es, pero tan débil, tan intangible, que tan sólo al manifestarse desaparece inmediatamente. No puede soportar la mentira. La menor mentira lo desvanece. No pelea, no resiste, está derrotado de antemano. Aprendan a observar hasta que hayan visto la diferencia entre sus dos naturalezas, hasta que hayan visto las mentiras, el engaño en ustedes. Cuando hayan visto sus dos naturalezas, ese día, la verdad nacerá en ustedes.
Jeanne De Salzmann

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