La atención: una ventana hacia la vida, Fanny Libertun

Todo lo que viene a nosotros nos pertenece si creamos la capacidad para recibirlo. -Rabindranath Tagore

La atención: una ventana hacia la vida

Todo el mundo está de acuerdo en que es importante vivir en el momento, pero el problema es cómo ya que ésto en sí, una paradoja: cuando no estamos en el presente ni siquiera estamos ahí para darnos cuenta de que no estamos ahí. Nuestra atención salta de tema en tema, no nos damos tiempo para conectarnos con todas y cada una de las cosas que nos suceden. Esto es porque, en primer lugar, estamos viviendo en un mundo plagado de tanta cantidad de estímulos que nuestra mente no alcanza a procesar; siempre estamos haciendo algo, mientras contamos cada vez con menos tiempo para practicar la quietud y la serenidad. Cuando comemos una comida estamos comparando con otra que recordamos como más deliciosa, cuando estamos en el trabajo pensamos en las vacaciones y cuando estamos en las vacaciones estamos preocupados por el trabajo; sobran los ejemplos que pueden ilustrar la manera en la que estamos cada vez más distraídos. En segundo lugar, nuestra atención salta de cosa en cosa huyendo de lo que hemos aprendido que nos desagrada.

Pero fueron muchos los hombres que nos antecedieron, que sabían del valor de una atención entrenada, ésta está en la raíz del Budismo, del Taoísmo, de las tradiciones de los indios norteamericanos, de antiguas civilizaciones que habitaban en el Ganges (desde hace más de 3.000 años) y en todas las formas de Meditación.

Se trata de emprender la tarea de reemplazar el hábito de la distracción por el despertar a la presencia plena en el presente. Hoy en día conocemos esta práctica en Occidente por el nombre de “Mindfulness” o “Plena Atención”, es un estado que nace de prestar atención activamente, sin juzgar nada de lo que ocurre y permitiendo que surja cualquier cosa bajo nuestra total aceptación.

Al practica nos daremos cuenta que no somos los pensamientos que estamos teniendo, aunque los estemos produciendo nosotros mismos, sólo somos sus observadores. Después de todo…el pensar negativamente acerca de nosotros mismos está basado en creencias. Prestando Plena Atención, cada vez más, lograremos establecer un mejor vínculo con nosotros mismos, ya que aprendemos a no rechazar nuestras propias debilidades y a no juzgarlas. Esta actitud nos permite trabajar mucho más eficientemente con lo que deseamos mejorar, no luchar con lo que se presenta. ¿No es acaso una forma de amarnos sin condiciones?¿No es esta la mejor base para cambiar lo que necesitamos cambiar de nosotros?

Entrenar la atención nos ayuda a lidiar con la timidez y la ansiedad. Si estamos en una situación que nos pone ansiosos (dar una conferencia, tocar un instrumento en público, ir a bailar, etc.), lo mejor será aprender a centrarnos menos en lo que está pasando en la propia mente y más en lo que estamos haciendo, menos en la charla mental que nos conecta con la inseguridad y más en el fluir del presente. Pensar demasiado y con inseguridad sobre lo que estamos haciendo en lugar de concentrarnos en lo que estamos haciendo hace que todo sea peor. La capacidad de observar sin juzgar lo que está ocurriendo nos permite a su vez, hace que podamos no tomar personalmente las evaluaciones de los demás; la supuesta crítica del público parecerá menos amenazante o, en el mejor de los casos, desaparecerá por completo.

¿A dónde estamos en la vida cotidiana?¿Cuántas veces “tragamos” el café, nos duchamos con un agua tibia y maravillosa sin siquiera darnos cuenta, o miramos para otro lado cuando -finalmente- sale el sol?. A veces estamos preocupados en el peligro que traerá el futuro a nuestras vidas, el mejor antídoto puede ser el de centrarnos en el presente por medio de la experiencia de “saborear” las cosas que se nos presentan. Pero claro, nos cuesta. Cuando vemos un lugar hermoso nuestro pensamiento se activa: “¡Es tan hermoso aquí!…¿volveré alguna vez?… ¡qué lindo sería vivir aquí!”.

De esta forma ya no estaremos en el presente sino en nuestros pensamientos. Observen y obsérvense: la gente que disfruta del momento es más feliz. ¿Porqué? Porque los pensamientos más negativos se refieren al pasado o al futuro. Como dijo Mark Twain: “He imaginado una gran cantidad de problemas, pero la mayoría de ellos nunca sucedió”. Los pensamientos obsesivos ligados al pasado y las preocupaciones -que a veces toman formas semejantes a “pequeños delirios” acerca del futuro, nos aseguran ir hacia la ansiedad y la depresión. Y de nuevo, si llevamos amablemente nuestra atención al presente, cesa la irrealidad a la que nos expone la rumia. La clave, nuevamente será saborear las fuerzas que están en el presente, de manera que no nos preocuparemos por las cosas que no existen ahí.

Vivir de manera consciente también nos ayudará a aumentar la brecha entre el impulso y la acción emocional, de modo que podremos hacer cada vez mejor, lo que los budistas llaman a reconocer la chispa antes de la llama. Centrándonos en el presente lograremos no responder en forma automática; en lugar de arremeter con ira, de huir por miedo, caer un antojo sin pensar, tendremos la oportunidad de decirnos a nosotros mismos: “Esta es la emoción que siento. ¿Cómo debo responder?”.

La tendencia natural de la mente cuando se enfrentan con el dolor es la de tratar de evitarlo, pero una vez que está presente sólo puede ser lo que es: tratar de eliminarlo puede llegar a ser una tarea frustrante y agotadora. En cambio, aceptar las cosas como son nos liberará del sufrimiento adicional de resistirnos a ellas. La lógica es: si algo nos molesta, es mejor avanzar hacia ello en lugar de huir (aceptación).

Vivir aceptando que no sabemos todo, que es necesario escuchar, explorar, investigar…Algunas personas han llamado a esta actitud “mente de principiante”, que implica la capacidad de desarrollar el hábito de notar cosas nuevas en cualquier situación en la que nos encontremos. Al darnos cuenta de la novedad, ponemos el acento en el presente y no en nuestros hábitos pasados, en aquellas visiones que tradicionalmente nos han hecho mal.

Vivir una vida constantemente consciente requiere esfuerzo, con la práctica se puede ser consciente en todo momento con sólo prestar atención a la experiencia inmediata. Pensemos en nosotros como eternos testigos, ¿Qué es lo que vemos, olemos, oímos, sentimos? No importa si lo que sentimos es agradable o desagradable, bueno o malo, estamos en lo que está presente, sin juzgar. Y si notamos que nuestra mente divaga, aprendemos a traerla de vuelta, con amabilidad.

Quien está vivo se ve obligado a hacer muchos esfuerzos: ¿No es acaso muy valioso hacer el esfuerzo de aprender a cuidar y dirigir nuestra atención?. La respuesta será afirmativa para quienes vean que una clase de esfuerzo, sin lugar a dudas, puede ayudarnos a reducir los demás.

@ Fanny Libertun

 http://www.psicologiadelacompasion.org/

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