¡Sonría, por favor!,Napoleón Candray

Todo fotógrafo que se precia de serlo le pide, invariablemente, a su persona objetivo: “¡Sonría, por favor!”. ¿Qué motivación hay detrás de esa amable solicitud a la que, por otra parte, nadie se niega?. ¿Por qué la natural tendencia a guardar ese gesto de manera permanente?.

No hay duda de que existe una innata necesidad de reír y, cuando no haya con quien, podemos, y es sano hacerlo, reírnos de nosotros mismos.

La risa está presente en los sitios menos pensados, como aquella que surge de los chistes contados en voz alta en los velorios o, a media voz, durante solemnes ceremonias.

El mayor generador de la risa es el humor que ha sido estudiado, muy en serio, por grandes personajes, como S. Freud y otros, que recomiendan la risa por sus extraordinarios efectos terapéuticos; no sólo para elevar el ánimo y reforzar la tolerancia a los padecimientos, sino también para la efectiva curación de enfermedades.

El razonamiento médico es sencillo: si sabemos que las emociones negativas afectan la salud humana, ¿por qué no habrían de tener efectos positivos sobre ella las emociones que alegran al espíritu?

En el siglo XIV, el médico - y cirujano - Henry de Mondeville recomendaba lo siguiente: “el médico se encargará de ordenar la vida del paciente para que éste perciba la máxima alegría y felicidad posibles; que alguien le haga reír y le cuente chistes para mantener su espíritu elevado, evitándole, en lo posible, todo tipo de ira y melancolía, recordándole que el cuerpo se cura con la alegría y se enferma con la tristeza”.

Se sabe que el estrés desencadena efectos adversos en nuestro organismo, tales como la hipertensión arterial, la ansiedad, la depresión, trastornos musculares y digestivos. La buena noticia es que la risa crea un efecto contrario, por lo que se vuelve un antídoto para el estrés.

El Dr. Berk, de la Universidad de Loma Linda, California, en su departamento de Inmunología, ha realizado experimentos que demuestran que la risa aumenta el número de linfocitos T y células Nk, la cuales protegen contra las enfermedades. La activación de las células T, generadas por la risa, produce linfocitos despiertos, listos para combatir a toda sustancia extraña y a todo enemigo oculto que penetra en nuestro organismo. El investigador afirma, incluso, que la risa desempaña un importante papel en la prevención del cáncer.

Por otra parte, hay estudios que demuestran los efectos que ejerce la risa sobre la inmunoglobulina salivar A, que nos protege de las enfermedades respiratorias, la cual se encuentra disminuida en los períodos de estrés o tristeza. Sabemos que nuestro cerebro, al igual que nuestros políticos, se encuentra dividido en hemisferios izquierdo y derecho, los cuales, a diferencia de aquellos, actúan como uno solo unificando sus virtudes. Se ha comprobado que la risa interviene en la totalidad del cerebro, armonizando sus hemisferios y equilibrando su actividad.

La risa eleva, además, el umbral de tolerancia al dolor, relaja el sistema nervioso y reduce la tensión emocional. Esta relajación general es la responsable del lagrimeo, la salivación y hasta de las ganas de orinar cuando alguien disfruta de un buen chiste. En algunos hospitales y clínicas de Estados Unidos, han incorporado un salón de la risa para que los enfermos tengan sesiones de buen humor, con el fin de propiciar su curación. Cada vez en mayor número, instituciones y empresas japonesas incorporan sesiones de chistes y buen humor para estimular a los trabajadores y reducir sus niveles de estrés.

Debemos, como decía Voltaire, “reír y hacer reír”. Por ello, a mis lectores les recomiendo que busquen el gracejo, el chiste y todo lo que invite a la carcajada. Asistan a comedias o, en su defecto, acudan al Salón Azul de la Asamblea y escuchen los discursos de los diputados, o lean los planes de gobierno de los partidos políticos.

Recuerden que todo aquello que les mueva a la risa elevará sus defensas y reducirá sus consultas en el Seguro Social. Y mientras se hace tomar la próxima fotografía: ¡“Sonría, por favor!
http://www.medicinaycultura.org.ar/06/Articulo_02.htm

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