¿Penas de amor?,Luis Flores Cornejo

Las penas de amor son recurrentes, y se han dado siempre. El dolor de una pérdida puede acompañar por décadas a una persona, incluso hasta la tumba, cuyo camino ha pavimentado la situación para hacer el tránsito más rápido hacia ella. En mi peregrinar acompañando a otros seres humanos desde esta posición de terapeuta, o como dice Bucay, de «acompañador profesional», he encontrado que finalmente lo que importa en la existencia humana es el amor. El amor que damos y el que recibimos: la capacidad de amar en el fondo. He asistido en mi consulta a miles de pasos de la vida a la muerte, y en todos ellos el amor, el entregado y el negado, el recibido y el ausente, es parte fundamental de la existencia humana.

Sin embargo, los sufrimientos que he observado provienen de un aferrarse firmemente a un deseo por otra persona, buscando en ella lo que se carece. Buscando en esa otra persona lo que falta y que se cree que esa persona será capaz de dar como retribución a la dedicación, supuestamente en cuerpo y alma, hacia ella. Basta comenzar a escudriñar en el vocabulario de las personas para darse cuenta de la profundidad del amor que dicen profesar cuando expresan que con la otra persona se sienten bien, que la otra persona les hace feliz, que la otra persona posee tal o cual condición que les hace vibrar, en fin, todos temas que manifiestan las personas que no tienen y que la otra persona se los brinda. Las personas se equivocan cuando van en busca de una relación buscando sacar algo que necesitan en vez de ir, como los niños, en busca de entregarse ellas, como son, llenas de amor.

Pocas son las personas que vienen y hablan de su amor profundo, aquel que es incondicional, aquel que tiene que ver con estar con otra persona para crear algo nuevo, diferente, para compartir entonces la capacidad de crear situaciones nuevas, que traigan al mundo mejores realidades para el prójimo. Incluso, crear una nueva vida. Y todo esto tiene que ver con ser cada uno lo que es. Y lo que soy es lo que me hace feliz. Y nos encontramos muchas veces que las relaciones no conducen a situaciones felices para los involucrados debido a que ellas comienzan en forma equivocada, vale decir, comienzan por una razón equivocada.

El amor requiere entonces nuestra más sublime expresión, de aquello que somos en realidad, del amor que somos en nuestro interior. Y ese amor no manipula, no posee, no esclaviza ni pide nada a cambio. Entonces, no podemos ir en búsqueda de relaciones desde nuestro egoísmo, buscando qué podemos obtener y sacar de ella, sino desde nuestro amor.

Hay mucho que hablar del amor, emoción que desde los albores de la creación ha movido al ser humano, y que todos hemos experimentado. Por lo tanto todos podemos hablar de él, y seguiremos hablando de él en la medida que vayamos aprendiendo de él mismo. Hay mucho que reflexionar y hablar sobre el amor, pero por sobre todo hay mucho por vivirlo. El maestro Khalil Gibrán nos aporta una mirada hermosa, que quiero compartir:

“El amor sólo da para sí mismo y solo toma de sí.

El amor no posee nada y no quiere que alguien lo posea.

Porque el amor se colma en el amor.”

Por eso, cuando entables una relación, o si no la tienes y no sabes por qué no la puedes entablar, o si la que tienes es insatisfactoria, penosa, sufriente y dolorosa, obsérvate y analiza el objetivo de ella, para que puedas entonces darte cuenta de lo que te lleva a ella como un asunto tuyo, no del otro u otra.

Del amor podremos seguir hablando eternamente.

Que Dios les bendiga.

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