No podemos Vivir Felices con el Yo separado
El
sentido de separación comienza con un pensamiento que identifica
exclusivamente a nuestro ser con un cuerpo. Desde el momento en el que
este pensamiento surge - y siempre surge ahora - nuestra verdadera
naturaleza de presencia transparente parece convertirse en un denso,
sólido y material yo, es decir, parece convertirse en un cuerpo.
No sólo nos limitamos a pensar que somos un limitado y localizado yo, sino que también lo sentimos.
Todos los pensamientos que giran en torno a un yo interior imaginario tienen un eco o dejan una huella en el cuerpo que dura mucho tiempo después de que el sentido de separación se haya disuelto. Así es como el cuerpo llega a convertirse en un refugio seguro para el sentido de separación.
Podríamos hablar sin parar sobre el carácter ilimitado de la conciencia, pero todo el tiempo, el yo interior separado está sentado cómodamente en el cuerpo.
De hecho, hablar sin parar sobre la naturaleza de la presencia consciente, de cómo todo surge en la conciencia, de cómo es que no hay ninguna entidad separada, de que no hay nada que hacer o nadie que haga nada, etc., puede convertirse en una cortina de humo para los sentimientos más profundos de separación que resultan demasiado incómodos enfrentar completa y honestamente.
En muchos casos, la comprensión 'todo es conciencia, no hay nadie aquí, no hay nada que hacer' ha sido apropiada para el yo interior y ha cubierto con una especie de fina capa de barniz nuestros sentimientos más profundos de separación e infelicidad. De aquí es de donde surge la nueva religión de la no-dualidad.
Con el fin de dar una explicación con respecto a los sentimientos de irritación, tristeza, limitación, agitación, soledad, etc., que aún persisten, y reconciliarlos con el nuevo estado iluminado, el yo imaginario, a través de un acto de razonamiento retorcido, se convence a sí mismo de que todos esos sentimientos simplemente surgen en la conciencia y que están hechos de ésta.
Como resultado, la felicidad y la infelicidad se consideran apariencias iguales en la conciencia, sin nada que elegir entre ellas. De esta manera, el yo interior separado permanece intacto, escondido en el cuerpo, subliminalmente dictando nuestros pensamientos, sentimientos, actividades y relaciones.
Tarde o temprano, el barniz comienza a fracturarse dejando al descubierto el yo separado que yace bajo él. En este punto podemos sentirnos motivados a explorar el sentido de separación en el nivel más profundo del cuerpo. Esto implica una exploración de todas las sensaciones que se hacen pasar por el sentido de un yo interior separado.
Para empezar, esas sensaciones parecen estar en las principales áreas de la cabeza y el pecho, donde el ‘Yo que piensa’ y el ‘Yo que siente o ama’ parecen residir. Sin embargo, conforme nos volvemos más perceptibles a la sensación del ‘yo’ en el cuerpo, capas más profundas de sentimiento son expuestas. Con el tiempo, todas esas capas emergen hacia la luz de la presencia consciente.
El yo separado progresa a través de la inadvertencia y esas profundas, oscuras capas de sentimiento en el cuerpo resultan ser el escondite ideal para éste.
El yo interior separado es, de hecho, sólo una sensación corporal acompañada de una historia acerca de ‘yo.’ Despojada de la historia, la sensación en sí misma no es más ‘yo’ o ‘no yo’ que el sonido del tráfico o la visión del cielo. Sin embargo, mientras esto no sea visto claramente, la ‘yo-idad’ del cuerpo perdurará.
Ver claramente es lo único que el sentimiento ‘yo’ separado no es capaz de soportar.
A medida que estos sentimientos son expuestos a la luz de nuestro ser, pierden su ‘yo-idad’ y son vistos por lo que son: pura sensación.
Con el tiempo, estas sensaciones se experimentan, suspendidas, por así decirlo, en nuestra presencia consciente, como nubes que flotan en el cielo. Comienzan a perder su definición, su densidad y su sentido de ser un objeto, y se impregnan tanto de la luz de nuestro propio ser que se vuelven indistinguibles de éste.
El cuerpo se impregna progresivamente de la transparencia, la luz y el amor de nuestro ser.
(Traducido por Tarsila Murguía de ‘Presence: The Art of Peace and Happiness, Volume 1’)
No sólo nos limitamos a pensar que somos un limitado y localizado yo, sino que también lo sentimos.
Todos los pensamientos que giran en torno a un yo interior imaginario tienen un eco o dejan una huella en el cuerpo que dura mucho tiempo después de que el sentido de separación se haya disuelto. Así es como el cuerpo llega a convertirse en un refugio seguro para el sentido de separación.
Podríamos hablar sin parar sobre el carácter ilimitado de la conciencia, pero todo el tiempo, el yo interior separado está sentado cómodamente en el cuerpo.
De hecho, hablar sin parar sobre la naturaleza de la presencia consciente, de cómo todo surge en la conciencia, de cómo es que no hay ninguna entidad separada, de que no hay nada que hacer o nadie que haga nada, etc., puede convertirse en una cortina de humo para los sentimientos más profundos de separación que resultan demasiado incómodos enfrentar completa y honestamente.
En muchos casos, la comprensión 'todo es conciencia, no hay nadie aquí, no hay nada que hacer' ha sido apropiada para el yo interior y ha cubierto con una especie de fina capa de barniz nuestros sentimientos más profundos de separación e infelicidad. De aquí es de donde surge la nueva religión de la no-dualidad.
Con el fin de dar una explicación con respecto a los sentimientos de irritación, tristeza, limitación, agitación, soledad, etc., que aún persisten, y reconciliarlos con el nuevo estado iluminado, el yo imaginario, a través de un acto de razonamiento retorcido, se convence a sí mismo de que todos esos sentimientos simplemente surgen en la conciencia y que están hechos de ésta.
Como resultado, la felicidad y la infelicidad se consideran apariencias iguales en la conciencia, sin nada que elegir entre ellas. De esta manera, el yo interior separado permanece intacto, escondido en el cuerpo, subliminalmente dictando nuestros pensamientos, sentimientos, actividades y relaciones.
Tarde o temprano, el barniz comienza a fracturarse dejando al descubierto el yo separado que yace bajo él. En este punto podemos sentirnos motivados a explorar el sentido de separación en el nivel más profundo del cuerpo. Esto implica una exploración de todas las sensaciones que se hacen pasar por el sentido de un yo interior separado.
Para empezar, esas sensaciones parecen estar en las principales áreas de la cabeza y el pecho, donde el ‘Yo que piensa’ y el ‘Yo que siente o ama’ parecen residir. Sin embargo, conforme nos volvemos más perceptibles a la sensación del ‘yo’ en el cuerpo, capas más profundas de sentimiento son expuestas. Con el tiempo, todas esas capas emergen hacia la luz de la presencia consciente.
El yo separado progresa a través de la inadvertencia y esas profundas, oscuras capas de sentimiento en el cuerpo resultan ser el escondite ideal para éste.
El yo interior separado es, de hecho, sólo una sensación corporal acompañada de una historia acerca de ‘yo.’ Despojada de la historia, la sensación en sí misma no es más ‘yo’ o ‘no yo’ que el sonido del tráfico o la visión del cielo. Sin embargo, mientras esto no sea visto claramente, la ‘yo-idad’ del cuerpo perdurará.
Ver claramente es lo único que el sentimiento ‘yo’ separado no es capaz de soportar.
A medida que estos sentimientos son expuestos a la luz de nuestro ser, pierden su ‘yo-idad’ y son vistos por lo que son: pura sensación.
Con el tiempo, estas sensaciones se experimentan, suspendidas, por así decirlo, en nuestra presencia consciente, como nubes que flotan en el cielo. Comienzan a perder su definición, su densidad y su sentido de ser un objeto, y se impregnan tanto de la luz de nuestro propio ser que se vuelven indistinguibles de éste.
El cuerpo se impregna progresivamente de la transparencia, la luz y el amor de nuestro ser.
(Traducido por Tarsila Murguía de ‘Presence: The Art of Peace and Happiness, Volume 1’)
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