El arquetipo del niño sin madre Clarissa Pinkola Estés
Arte: Tascha Parkinson |
Las personas que tienen este arquetipo activo, se distinguen por una respuesta de querer hacerse invisible, desaparecer, estar desprotegido, o regresar instantáneamente al pasado cuando sienten amenaza o mal trato por parte de otro adulto.
Lo importante es saber que este arquetipo tiene una llama interna que puede y debe ser encendida. Esa llama sigue ahí, jamás se apagó y jamás se apagará aunque no la tenga brillando en este momento. Aunque haya sido humillado, retirado y castigado como persona.
Esta llama la enciende y la cuida la madre interna. Para desarrollar la madre interna hace falta tener un deseo de amor incondicional y respeto hacia uno mismo.
No se trata de buscar amor (externo) de otros a toneladas hasta que te salga por las orejas. Esto les dejará insatisfechos…
Se trata de tener la madre guía, la que señala los puntos buenos y malos, la que tiene consciencia, intuición. La sabiduría consciente que te guía. La que cuando te guía te está amando (amar = mostar guía). La que pone luz en la oscuridad.
Cuando un bebé crece en normalidad, su infancia le reporta la sensación de paraíso: cuando tiene hambre, es alimentado; si tiene frío, se le da calor.
Es aquí donde obtiene la grata sensación de vivir, de ser aventurero, viajante en la vida. Más tarde, cuando es niño y va al colegio, se sale del paraíso y recibe mordiscos, o malos tratos de otros niños, etc… Debe enfrentarse con aspectos más oscuros del ser humano. El enemigo está fuera.
Pero cuando ese niño crece en una familia donde sus enemigos son el padre o la madre porque no atienden/no saben atender sus necesidades, ese niño se cría a la defensiva. La respuesta que aprende es que la vida no es un paraíso sino que hay que defenderse. Crece sin guía en el exterior (sin función de madre). Ante cualquier estímulo, suele responder a la defensiva (es un elemento distintivo del arquetipo “huéfano”). Tienen miedo de ser viajantes por la vida porque perciben sus amenazas.
Aprenden a incrementar su sensibilidad para “averiguar” o “adivinar” de dónde les vendrá la próxima amenaza, patada o bofetada… se hacen muy intuitivos. Se convierten en adultos “en alerta”. Y normalmente no sólo pueden prever o identificar a las personas negativas sino también a las positivas.
El problema es que tienen una fuerte tendencia a suprimir o destruir su intuición. A despreciarla, a minusvalorarla, especialmente si seguirla les supone una pérdida externa de amor… (perder a personas).
Hay dos tipos de malos tratos en el arquetipo huérfano:
Abuso: pegar, insultar, humillar, castigos inapropiados, gritos… cualquier estímulo que provoque una innecesaria respuesta de lucha en el niño
Negligencia: La madre no presta atención a los sentimientos o necesidades del niño (no lo coge bien para amamantarlo, etc.) y el niño no siente seguridad. Primeramente, lo vuelve melancólico, y con el tiempo se vuelve desesperado, deprimido. En la mayoría de los casos se da porque la madre es inmadura (ya sea por edad o por inmadurez psicológica –internamente no ha crecido, no tiene madre).
Cuando la luz (la consciencia) es puesta sobre este arquetipo, el abuso o negligencia se desvela con significado. La circunstancia del abuso no es un sinsentido. Se desata el tremendo poder, la tremenda intuición. Los mejores curativos son niños sin madre. Y los artistas, los músicos… todo aquél que vive con la mano puesta en el corazón, a la escucha del corazón.
Llegando a la adolescencia, el abuso tiene mucho que ver con la identidad. Saber quién es uno. Y quién será la semana que viene. El dolor de estar solo. Sentirse como un árbol con las raíces fuera, buscando una tierra donde plantarse. El abusado suele tener problemas de identidad, de estabilidad en el tiempo de su identidad.
La frialdad: no tener amigos, no hablar con los vecinos… E incluso, aunque se tenga amigos, el abandonado siente frío interno. Frío por estar apartado de uno mismo. Suele tener problemas para querer a los demás y también a sí mismo.
Responsividad ante sonidos. Hay bebés que enseguida lloran y se agitan ante estímulos sonoros mientras que otro no. A los sensitivos, lo peor que les puede pasar es que sean “niños sin madre, abandonados”. Si les rascas, prácticamente empiezan a sangrar. Se les denomina “los sin piel”. Tienen los nervios sin proteger por la piel, expuestos. Su preocupación como adultos es “crecer la piel”, que no es más que el proceso de aprender a que no les llegue hasta el corazón todo lo que les ocurre.
Por eso son tan intuitivos, porque ven, oyen y sienten de manera acentuada.
La mala noticia es que duele. La buena noticia es que si lo notas (sentir el dolor) entonces puede ser curado. Las cicatrices se verán (no queda igual que si no hubiera sido dañado) pero serán motivo de orgullo. Serán un reflejo de tu fortaleza, un mapa de tus tesoros.
La psique del huérfano tiene un hambre terrible, una soledad terrible que le hace o le lleva a recorrer compañías de las peores, hábitos no saludables… todo debido a ese sentimiento de soledad. Se tiene hambre de personas hasta llegar a la obsesión, hambre instintiva. Hambre de consumir personas.
El bebé que puede chupar de la teta de la madre, deja de tener hambre. Pero el que no puede hacerlo, está hambriento continuamente. El huérfano tiene problemas para darse alimento psíquico a sí mismo: reconocimiento, amor, autoestima, respeto… Y trata de conseguirlo fuera.
Otra característica es el amontonar cosas por si luego no hay, por si luego no tengo. Esa sensación de “por si acaso falta”.
Está tan cerca de la muerte psíquica que parece que no la va a superar. Pero ese es el verdadero triunfo del “abandonado”. La tremenda batalla ganada, que no es la de luchar por la superviviencia sino por la creación, por darse y crearse una vida llena, plena y buena, por lograr la prosperidad.
Clarissa Pinkola Estés
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