Que puedas amarte en tu perfecta imperfección, Joan Garriga
La autoestima no mira al personaje ideal que fantaseamos, mira al ser real que somos.
Alguien dijo «no soy perfecto, pero soy real». Lo único que podemos amar es el ser real que somos. Lo otro son fantasías que perpetúan la guerra interior contra los aspectos que no nos gustan de nosotros mismos y que tratamos de destruir (casi siempre infructuosamente) y sustituir por los que sí nos gustan.
Hellinger tiene una bonita frase al respecto: «Sólo podemos amar lo imperfecto». Yo interpreto esta frase como un canto a la realidad de lo humano. La cualidad esencial de lo humano es su propia imperfección. La esencia de lo humano la encontramos, por supuesto, en lo sublime, pero también en lo aparentemente burdo o negativo. ¿Quién sabe si la auténtica perfección es exactamente lo imperfecto que todos somos?
Así que quizá somos perfectos en nuestros defectos, en nuestras maneras torpes, en nuestro subterráneo freudiano (donde rugen los más temibles -en apariencia- rostros del instinto y el desenfreno).
La clave es mirarlos de frente, tomar conciencia y darles lugar; a continuación aprovecharlos al servicio de la vida, ya que, de hecho, pertenecen a la vida.
Alguien dijo «no soy perfecto, pero soy real». Lo único que podemos amar es el ser real que somos. Lo otro son fantasías que perpetúan la guerra interior contra los aspectos que no nos gustan de nosotros mismos y que tratamos de destruir (casi siempre infructuosamente) y sustituir por los que sí nos gustan.
Hellinger tiene una bonita frase al respecto: «Sólo podemos amar lo imperfecto». Yo interpreto esta frase como un canto a la realidad de lo humano. La cualidad esencial de lo humano es su propia imperfección. La esencia de lo humano la encontramos, por supuesto, en lo sublime, pero también en lo aparentemente burdo o negativo. ¿Quién sabe si la auténtica perfección es exactamente lo imperfecto que todos somos?
Así que quizá somos perfectos en nuestros defectos, en nuestras maneras torpes, en nuestro subterráneo freudiano (donde rugen los más temibles -en apariencia- rostros del instinto y el desenfreno).
La clave es mirarlos de frente, tomar conciencia y darles lugar; a continuación aprovecharlos al servicio de la vida, ya que, de hecho, pertenecen a la vida.
Joan Garriga
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