Dependencia emocional: cómo acabar con ella, Lorena Sahagun Flores




Si estás leyendo este artículo solo porque con el título te ha parecido interesante, imagino que es porque ya has experimentado en algún momento la dependencia emocional de la que voy a hablarte, esa sensación de que una persona no se va de tu mente pase lo que pase.

Cuando tus actos dependen de las consecuencias que va a tener con respecto a lo que la otra persona pueda pensar, sentir o hacer… esa sensación… Que te ata sin que nada físico te impida hacer otra cosa.

La impulsividad por intentar librarte de esas sensaciones que te genera actuar de una forma que crees que puede provocar malestar a la otra persona o pueden llevarte a perder la relación, hace que te dejes llevar por ello actuando para mantener esa estabilidad ficticia que te da que forme parte de tu vida.

Cuando tratas siempre de que el que sea feliz sea otro, puede que lo acabes consiguiendo pero a un coste demasiado alto, ya que cada vez tendrás menos capacidad de decisión sin que aparezca en tu mente esa persona.

Está bien actuar en base a como se sientan otros, siempre y cuando tu objetivo sea generarles una sensación que a ti también te haga ir hacia donde tú quieres, y puede que en muchos momentos lo que querías era estar cerca de esa persona o que se sintiese como buscaba, que pensase de ti que eres como crees qué más puede satisfacerle, independientemente del esfuerzo que te supusiese, pero a largo plazo tiene un coste emocional muy grande y una pérdida de independencia de tus actos.

La clave para acabar con ello es precisamente esto, dejar de actuar como nos dicta la dependencia emocional.

En muchas ocasiones oímos que te lo tienes que sacar de la cabeza, que tienes que actuar de otra forma porque esa persona te condiciona, o cualquier otra justificación que tiene la intención de racionalizar lo que sucede para que dejes de hacerlo, ahí el problema se acentúa ya que sabiendo todo esto sigue siendo inevitable que siga viendo a tu cabeza “cada dos por tres”, y provocándote emociones aún más intensas.

Cambiar de rumbo es un esfuerzo, ten en cuenta que las emociones no están bajo tu control, tienes implicación emocional con esa persona y eso no cambia porque quieras dejar de tenerla, ya sea tu pareja, un familiar, un amigo o cualquier otra persona importante en tu vida.

Lo necesario es tomar las riendas de lo que sí que puedes controlar, ¡tus actos!

Puedes plantearte cuando aparezca en tu cabeza esas ideas tan asiduas:
¿Quién manda aquí, yo o la otra persona?
¿Qué haría sino estuviese sintiendo esto?
¿Cómo actuaría si esta persona no formase parte de mi vida?

Posiblemente junto con estas preguntas vengan automáticamente con más intensidad, las que te digan que no merece la pena enfrentarse a este malestar, pero piensa que ya lo estás pasando mal y puestos a pasarlo mal que sea a cambio de ser libre, ya que si la otra persona quiere formar parte de tu vida y compensa que esté en ella, que sea por lo que eres, no por lo que dejas de ser a su costa.

Sobre la autora de este artículo
Si estás leyendo este artículo solo porque con el título te ha parecido interesante, imagino que es porque ya has experimentado en algún momento la dependencia emocional de la que voy a hablarte, esa sensación de que una persona no se va de tu mente pase lo que pase.
Cuando tus actos dependen de las consecuencias que va a tener con respecto a lo que la otra persona pueda pensar, sentir o hacer… esa sensación… Que te ata sin que nada físico te impida hacer otra cosa.
La impulsividad por intentar librarte de esas sensaciones que te genera actuar de una forma que crees que puede provocar malestar a la otra persona o pueden llevarte a perder la relación, hace que te dejes llevar por ello actuando para mantener esa estabilidad ficticia que te da que forme parte de tu vida.
Cuando tratas siempre de que el que sea feliz sea otro, puede que lo acabes consiguiendo pero a un coste demasiado alto, ya que cada vez tendrás menos capacidad de decisión sin que aparezca en tu mente esa persona.
Está bien actuar en base a como se sientan otros, siempre y cuando tu objetivo sea generarles una sensación que a ti también te haga ir hacia donde tú quieres, y puede que en muchos momentos lo que querías era estar cerca de esa persona o que se sintiese como buscaba, que pensase de ti que eres como crees qué más puede satisfacerle, independientemente del esfuerzo que te supusiese, pero a largo plazo tiene un coste emocional muy grande y una pérdida de independencia de tus actos.
La clave para acabar con ello es precisamente esto, dejar de actuar como nos dicta la dependencia emocional.
En muchas ocasiones oímos que te lo tienes que sacar de la cabeza, que tienes que actuar de otra forma porque esa persona te condiciona, o cualquier otra justificación que tiene la intención de racionalizar lo que sucede para que dejes de hacerlo, ahí el problema se acentúa ya que sabiendo todo esto sigue siendo inevitable que siga viendo a tu cabeza “cada dos por tres”, y provocándote emociones aún más intensas.
Cambiar de rumbo es un esfuerzo, ten en cuenta que las emociones no están bajo tu control, tienes implicación emocional con esa persona y eso no cambia porque quieras dejar de tenerla, ya sea tu pareja, un familiar, un amigo o cualquier otra persona importante en tu vida.
Lo necesario es tomar las riendas de lo que sí que puedes controlar, ¡tus actos!
Puedes plantearte cuando aparezca en tu cabeza esas ideas tan asiduas:
  • ¿Quién manda aquí, yo o la otra persona?
  • ¿Qué haría sino estuviese sintiendo esto?
  • ¿Cómo actuaría si esta persona no formase parte de mi vida?
Posiblemente junto con estas preguntas vengan automáticamente con más intensidad, las que te digan que no merece la pena enfrentarse a este malestar, pero piensa que ya lo estás pasando mal y puestos a pasarlo mal que sea a cambio de ser libre, ya que si la otra persona quiere formar parte de tu vida y compensa que esté en ella, que sea por lo que eres, no por lo que dejas de ser a su costa.
Sobre la autora de este artículo
Lorena Sahagun Flores es licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca y con nº de colegiado 3211. Es especialista en terapia de aceptación y compromiso y en mindfulnes y se ha formado específicamente en el tratamiento de la violencia de género. P

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