Vivir intensamente!, Thich Nath Hanh



¿Qué harías si el médico te dijese que no te quedan más de tres meses de vida? 
¿Malgastarías el tiempo que te queda quejándote de lo que el aciago destino te ha deparado? 
¿Te abandonarías al dolor y la desesperación? ¿O tomarías, por el contrario, la decisión de vivir profundamente todos y cada uno de los instantes de vida que te quedasen? 
Tres meses, vividos plenamente, es toda una eternidad.

Hace unos veinte años, se me acercó un joven diciéndome precisamente que los médicos acababan de decirle que sólo le quedaban tres meses de vida. Entonces le pedí que se sentara y se tomase una taza de té. «Deberías tomarte este té —le dije entonces— de un modo que hiciera posible la vida. Deberías vivir el instante del modo más pleno posible.»

Un día es mucho tiempo. Aunque un picnic sólo dura medio día, puedes vivirlo muy feliz, con total plenitud. ¿Y tres meses no son mucho más?

Tu vida es, en este sentido, es una especie de picnic que deberías organizar, en consecuencia, del modo más inteligente posible.

Alguien a quien conocí dijo en cierta ocasión a su maestro budista:
«Me gustaría mucho que fuésemos un día al campo, maestro».
El maestro, que estaba muy atareado, replicó: «Claro que sí. Uno de estos días iremos al campo».
Pero pasó el tiempo y, cinco años después, el maestro seguía sin haber cumplido todavía esa promesa.
Un buen día, maestro y discípulo estaban viajando en coche hacia algún lugar cuando se encontraron súbitamente atrapados en mitad de un atasco. Era tanta la gente que se congregaba en la calle que el maestro preguntó a su discípulo: «¿Qué hace toda esta gente?» Y, cuando el discípulo se dio cuenta de que se trataba de un cortejo fúnebre, respondió: «i Van al campo, maestro!».

No hay que esperar, para empezar a vivir, un instante siquiera.
Vive ahora! Tu vida debe ser real ahora mismo.

Tres meses vividos así son una eternidad! Puedes sumergirte profundamente en todos y cada uno de los instantes que componen tu vida y permanecer en contacto con todas las maravillas de la vida. Y, cuando aprendas a vivir, aprenderás también simultáneamente a morir.
Quien no sabe cómo morir ignora también cómo vivir, y viceversa. Debes aprender a morir, a morir ahora mismo. Esta es una práctica.

¿Estás dispuesto a morir ahora mismo? ¿Estarías dispuesto a arreglar las cosas para poder morir en paz esta misma noche? Éste puede ser un reto, pero también es una práctica. Y, si no puedes hacerlo, te verás atormentado por el arrepentimiento. La única alternativa de que dispones consiste en aprender a vivir profundamente cada instante.
Eso es todo lo que tienes que hacer. El único modo de enfrentarte a la inseguridad, el miedo y el sufrimiento consiste en vivir profundamente el momento presente. Si lo haces, no te arrepentirás.

Y esto fue, precisamente, lo que decidió hacer el joven con el que iniciábamos este capítulo al que le habían pronosticado tres meses de vida.
Decidió vivir profundamente cada instante de su vida. Y, cuando empezó a hacerlo, sintió que la desesperación le abandonaba y pudo seguir adelante. Fue un verdadero milagro.

Y la sentencia de Chân Sinh, que significa "vida verdadera".
Antes de que me dijera que estaba a punto de morir, ignoraba lo que era la vida real, pero a partir de ese momento se mantuvo presente y vivo todos y cada uno de los instantes de su vida.

En su novela El extranjero, Albert Camus utiliza la expresión "momento de la conciencia". Cuando Mersault, el protagonista de la obra, se entera de que tres días después va a ser ejecutado por haber cometido un asesinato, se ve desbordado por la ansiedad, el miedo y la ira. Desesperado, se acuesta entonces sobre el camastro de su prisión y, al mirar el techo, descubre, por vez primera, a través del tragaluz, un cuadrado de cielo. Era la primera vez, en toda su vida, que contemplaba así el cielo.
Había vivido décadas sin haber visto jamás un cielo tan azul. Quizás, de vez en cuando, lo había mirado, pero lo cierto es que nunca lo había visto con tanta nitidez. Ahora, tres días antes de su muerte, acababa de conectar profundamente, en un momento de conciencia, con el cielo azul.
Mersault decide entonces vivir cada instante que le quede del modo más completo y profundo posible. En ese momento, se convierte en un prisionero que practica la meditación.
Vive sus últimos tres días en la celda con ese cuadrado del cielo azul. Ésa es la libertad.
Al finalizar la tarde del último día, llega a la prisión un sacerdote católico dispuesto a administrarle los últimos sacramentos, pero Mersault se niega a recibirle.
No quiere perder las pocas horas de vida que le quedan hablando con el sacerdote.
«El sacerdote —se dice entonces— vive como un muerto, no como yo, que estoy realmente vivo.»

Quizás nosotros vivamos también como si estuviésemos muertos. Quizás vayamos como cadáveres de muerte pronunciada por el médico no impidió que siguiera viviendo otros quince años. Yo le di el nombre dhármico de un lado a otro sin conectar profundamente con la vida.

Quizás estemos tan sumidos en preocupaciones, planes y enfados que vivamos una especie de vida artificial. Nunca hemos sido capaces de instalarnos en el aquí y el ahora y de vivir profundamente nuestra vida.
Tenemos que despertar!
Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para que el momento de conciencia se manifieste. Esta es una práctica que nos salvará. Esta es una auténtica revolución.

¿Has vivido ya el momento más extraordinario de tu vida? La mayoría de nosotros responderíamos negativamente a esta pregunta, creyendo que todavía no ha sucedido, pero que en cualquier momento puede suceder.
Independientemente de la edad, tendemos a creer que el momento más extraordinario de nuestra vida todavía está por venir.

Quizá tengamos miedo a que sea demasiado tarde, pero todavía estamos esperando. Pero lo cierto es que, si seguimos sumidos en el olvido —es decir, si vivimos alejados de la presencia plena—, ese momento jamás llegará.

Las enseñanzas del Buda afirman, de un modo tan claro como rotundo, que debemos convertir nuestro presente en el momento más extraordinario de nuestra vida. El presente debe convertirse en el momento más maravilloso de tu vida. Y lo único que necesitas para transformar tu presente en un momento extraordinario es la libertad.

Lo único que necesitas para ello es liberarte de las inquietudes y preocupaciones que te mantienen atado al pasado y el futuro.
A ello nos ayuda la comprensión profunda de la impermanencia. Es muy útil mantener viva la concentración en la impermanencia. Crees —erróneamente, por cierto— que la persona más importante de tu vida está y estará siempre ahí. Pero lo cierto es que esa persona es tan impermanente como lo eres tú.

Así que, si puedes hacer algo para hacer feliz a esa persona, no lo dejes para mañana. Todo lo que puedas hacer o decir para que esa persona sea más feliz, dilo o hazlo ya.
Es ahora o nunca!

La muerte ocupa, en la práctica budista, un lugar muy importante, tan importante como la vida. Morir es tan importante como nacer, porque el nacimiento y la muerte inter-son. Sin nacimiento no hay muerte y, sin muerte, no puede haber nacimiento. El nacimiento y la muerte son amigos íntimos y es imprescindible, para que la vida sea posible, la colaboración de ambos.
No temas, pues, a la muerte. La muerte no es más que una continuación, como también lo es el nacimiento. La muerte se halla, a cada instante, presente en nuestro cuerpo porque, para que unas células puedan nacer, otras deben morir. La muerte es indispensable para la vida. Sin muerte, no hay nacimiento, como tampoco hay izquierda sin derecha.

No creas que, en ausencia de muerte, es posible la vida.

Debes aceptar la muerte del mismo modo que aceptas el nacimiento.
Si practicas adecuadamente, puedes lograr una comprensión profunda de la dimensión última mientras permaneces en contacto con la dimensión histórica o relativa.
Y, cuando estás profundamente en contacto con la dimensión histórica, también puedes conectar con la dimensión última y advertir que tu verdadera naturaleza es el no-nacimiento y la no-muerte.

La vida es alegría. Morir para empezar de nuevo es también un gozo.
Continuamente estamos empezando de nuevo, por ello volver a empezar es una de las prácticas principales de Plum Village.
Pero para renovarnos debemos morir.
Aprender a morir es, pues, una práctica muy profunda.

Thich Nath Hanh - Estás Aquí!

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