Cuento: 40 monedas de plata
Un
hombre poseía cuarenta monedas de plata y, todos los días, echaba una
de ellas al mar para penitencia de su ego. Este hombre era un gran
guerrero y no conocía el miedo frente al enemigo. Cuando recibía una
herida se la vendaba y volvía al combate. Durante una guerra, después de
haber recibido una veintena de lanzazos y otras tantas flechas, perdió
sus fuerzas y cayó a tierra. Su alma se reunió entonces con la de los fieles.
No consideres esta muerte como formal. Pues el cuerpo es como un instrumento para el espíritu. Cuando su caballo ha muerto, ya no puede avanzar.
Mucha gente ha vertido su sangre en apariencia, pero se ha reunido en el otro mundo con su ego muy vivo. La herramienta está rota, pero el bandido sigue viviendo. El cuerpo está ensangrentado, pero el ego irradia salud.
Muchos egos de mártires han muerto en este mundo y se pasean, sin embargo, vivos. El espíritu ha atacado, pero el cuerpo carecía de espada. La espada es desde luego, la misma espada, pero el hombre no es el mismo hombre y esta apariencia es lo asombroso. Cuando cambias tu ego, sabe que la espada
del cuerpo está en la mano de Dios.
No consideres esta muerte como formal. Pues el cuerpo es como un instrumento para el espíritu. Cuando su caballo ha muerto, ya no puede avanzar.
Mucha gente ha vertido su sangre en apariencia, pero se ha reunido en el otro mundo con su ego muy vivo. La herramienta está rota, pero el bandido sigue viviendo. El cuerpo está ensangrentado, pero el ego irradia salud.
Muchos egos de mártires han muerto en este mundo y se pasean, sin embargo, vivos. El espíritu ha atacado, pero el cuerpo carecía de espada. La espada es desde luego, la misma espada, pero el hombre no es el mismo hombre y esta apariencia es lo asombroso. Cuando cambias tu ego, sabe que la espada
del cuerpo está en la mano de Dios.
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