Arrójalo, Ramiro Calle
El discípulo se presentó ante su mentor y le preguntó:
-Pero si te he dicho que no traería nada -protestó el discípulo, intrigado. y el maestro volvió a ordenar enfáticamente:
Comentario
Incluso si de verdad queremos llegar a conocemos (y el autoconocimiento es necesario para hallar el sosiego), tendremos que eliminar todas las ideas preconcebidas sobre nosotros mismos para comenzar a examinarnos como somos, y no como suponemos que somos o queremos ser o los demás nos dicen que somos. Es un buen ejercicio: empezar a sacar la basura de nosotros mismos.
-Si viniera a verte, maestro, sin traerte ningún presente en las manos, ¿qué dirías?
-¡Arrójalo! -ordenó el maestro.-Pero si te he dicho que no traería nada -protestó el discípulo, intrigado. y el maestro volvió a ordenar enfáticamente:
-¡Arrójalo!
Comentario
Un maestro decía: «Ponte en
contacto con lo que es»; otro (era Buda): «Ven y mira»; otro: «Conecta,
eso es todo»; otro: «En lugar de pensar en lo que es, sé»; otro: «Mira a
través de las rendijas de tus pensamientos, más allá de ellos».
No es la creencia lo que
cuenta, sino la experiencia que transforma y libera. Las ideas no van a
procuramos ni serenidad ni lucidez. A menudo confundimos el dedo que
apunta a la luna con la luna misma. Incluso la idea de iluminación o
vacío es una idea, una obstrucción, pues, un dique.
La idea puede terminar
siendo una trampa, una emboscada, un ladrón de la serenidad. Unas
personas llenan su vida de ideas; otras viven la vida. Unos consumen su
existencia teorizando, discurriendo filosóficamente, pensando; otros
perciben, fluyen y viven. Hay mucho que arrojar y, como sabiamente dijo
Jesús, no se puede hacer remiendo a paño viejo.
Estamos saturados de
modelos, esquemas, filtros. Esquemas incluso sobre la última realidad o
la iluminación, que situamos muy lejos, muy distante; no somos capaces
de contemplada aquí y ahora, porque sólo vemos nuestros esquemas o
modelos mentales. Mencio declaraba: «La verdad está cerca y se la busca
lejos».
El logro también es una idea y nos despierta mucha tensión, mucha
ansiedad, mucha prisa. Pero nunca se alcanza aquello que tanto se desea.
Sólo existe en la imaginación. Por eso uno se defrauda, se desalienta,
se desencanta y tiene que seguir ansiando, expectante, persiguiendo. Así
no puede haber sosiego ni equilibrio.Incluso si de verdad queremos llegar a conocemos (y el autoconocimiento es necesario para hallar el sosiego), tendremos que eliminar todas las ideas preconcebidas sobre nosotros mismos para comenzar a examinarnos como somos, y no como suponemos que somos o queremos ser o los demás nos dicen que somos. Es un buen ejercicio: empezar a sacar la basura de nosotros mismos.
Que sintamos, a cada
momento, que estamos drenando, limpiando, y todo adquiere otro sentido
en esta finitud entre dos infinitudes que es la vida.
Las dificultades siguen existiendo, los problemas y las personas
aviesas también, pero en la mente hay calma y un vacío capaz de absorber
sin quebrarse. Tomamos el cosmos como la pantalla que nos soporta y así
todo es más soportable.
No nos hundimos tan fácilmente, porque somos más elásticos, más porosos.
Toma y arroja. Disfruta y suelta. Sufre y suelta. Vive y suelta. Ama y suelta.
Cuando se arroja, todo se
renueva. Uno está más ligero para saltar. No hay tantos lastres. Nada
pesa tanto ni ocupa tanto espacio como las ideas, los trastos inútiles y
polvorientos de la trastienda de la mente.
Ramiro Calle
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