Lo que se resiste no sólo persiste sino que además ¡Aumenta!,Fanny Libertun


No nos damos cuenta pero nos resistimos a aceptar esa parte del dolor lógico que es parte de la existencia humana. A menudo intentamos no sentir lo que estamos sintiendo, tanto lo hacemos que esta acción -en sí misma- termina constituyéndose es una compleja y afinada técnica de escape que activamos sin darnos cuenta y automáticamente frente a todas las emociones difíciles. ¡Todo con tal de no sentir lo que estamos sintiendo!. El punto es que no nos damos cuenta que todas las formas de resistencia tienden a fallar con el tiempo. Veamos algunos ejemplos, hay más…¡muchos más!.

Al no permitirnos el enojo, cultivamos la ira.
Al resistirnos al miedo, nace el pánico.
Al acentuar las prohibiciones, se refuerza el deseo.
Pelear contra las resistencias a dormirnos, genera el insomnio.
Oponernos al horrible novio de nuestra hija, nos llevará a tener un horrible yerno.

¿Cuál es la propuesta entonces?
Desarrollar prácticas cotidianas que nos permitan sentirnos mejor desde el inicio mismo de lo desagradable de la vida en lugar de encontrarnos con la ansiedad o la depresión con resentimiento (“resentir” implica el movimiento de volver a sentir).
Cuando combatimos la depresión con desesperación, reforzamos los circuitos que la mantienen. En cambio, una actitud compasiva nos permitirá responder amablemente frente a las dificultades ya que es el cultivo de la aceptación (la actitud no violenta hacia nuestros aspectos difíciles). Darle un lugar preponderante a la compasión en nuestra psiquis, nos dará la fuerza necesaria para superar las grandes dificultades. Las pruebas se presentarán ante nuestra vista: la aceptación nos cargará de la energía necesaria para resolver problemas, en cambio la energía que utilizamos para resistirnos, nos llevará al agotamiento. La compasión inteligente y consciente hacia los demás y hacia nosotros mismos, tiñe la tarea de la auto-observación con una ternura que todo lo aligera y lo favorece.

© Fanny Libertun

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