Hacer la diferencia, Karen Berg


Jueves, 13 de diciembre de 2012
Unos estudiantes del Centro de Kabbalah iban manejando el fin de semana para realizar labores de voluntariado. En el camino hacia su destino, tuvieron que pasar por una caseta de peaje. Cuando se acercaron a la ventana para pagar, el operador de la caseta les dijo que el conductor delante de ellos había pagado la tarifa y les deseaba felices fiestas. No es necesario decir que los estudiantes se sintieron contentos por este acto de bondad e inspirados a continuarlo, así que pagaron por los conductores detrás de ellos. 

Es obvio de esta historia, así como de muchas otras fuentes (la televisión, la publicidad, las iniciativas comunitarias, por nombrar algunas) que nos encontramos en una época especial del año que incluye la festividad de Jánuca en el día 25 del mes de Kislev y el 25 de diciembre. Es una época en la que todos, desde individuos hasta grandes corporaciones, se sienten inspirados a dar y compartir, incluso más que en otros meses o durante otras festividades. Estamos ahora en el medio del periodo de ocho días de Jánuca. Sin embargo, contrario a la creencia popular, Jánuca no es una festividad “religiosa” exclusiva de un grupo de personas.

Todos entendemos que el universo espiritual opera muy parecido al universo físico, con un tiempo y una estación para cada cosa. Por ejemplo, todos sabemos que existe una época específica del año para plantar semillas en la tierra y otra época del año para cosechar las plantas que han crecido a partir de esas semillas. Esto funciona de la misma forma en el nivel espiritual, cuando podemos acceder a ciertas energías en épocas específicas del año. 

Jánuca es la ventana en el tiempo en la que podemos atraer la Luz especial de milagros para nosotros, nuestras comunidades y el mundo. Sin embargo, para lograr esto, tenemos que volvernos más y más conscientes de que en este mundo y en este tiempo de vida, cada uno de nosotros es un jugador, con un papel (ya sea grande o pequeño) que necesitamos desempeñar. Cada uno de nosotros tiene un talento único, y es nuestra responsabilidad encontrar este talento, utilizarlo y compartirlo con otros. 

La luz de las velas que encendemos durante Jánuca es como la Luz de nuestras almas. Brillará durante su tiempo en este mundo físico y después se extinguirá. Si intentamos contar todas las personas que ha existido, encontraremos muy pocos cuyos nombres son recordados una vez que han partido. De hecho, en dos generaciones a partir de ahora, nuestros tátara tátara nietos tal vez ni sabrán nuestros nombres. El punto es que todo lo que permanece cuando dejamos este mundo es la energía que hemos creado a través de nuestras palabras y nuestras acciones, la energía que impacta a otros. 

En cualquier momento podemos ser un instrumento para revelar un concepto espiritual profundo o incluso sólo traer un poco de Luz al día de una persona a través de una sonrisa, un abrazo o un simple gesto bondadoso. Sin importar la situación o el resultado, la energía positiva que creamos nunca desaparecerá. Mientras estemos dispuestos a salir de nosotros y escojamos fraternizar con aquellos a nuestro alrededor, podemos lograr una diferencia duradera.

Necesitamos lograr esta diferencia, durante esta semana de Jánuca y el resto del año, porque el mundo lo requiere urgentemente.

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