El Enraizamiento o Grounding
Hay muchos modelos de enraizamiento, y aquí vamos a tomar el del árbol, que seguramente es el más conocido. Según el gusto de cada cual se acelera obviando detalles, o se ralentiza para profundizar en ellos.
De pie, con las piernas un poco abiertas, nos tomamos el tiempo necesario para encontrar el punto de equilibrio que nos resulte cómodo. Brazos relajados, tocando el cuerpo. Espalda recta y mirando al frente.
Tomamos aire, y lo soltamos lentamente.
1- Empezamos a imaginar que desde la base de la espina dorsal extendemos unas raíces bajarán por las piernas y los pies, y más allá se dirigirán hacia el centro de la tierra. A medida que estas raíces profundizan, sentimos las diferentes capas terrestres; la turba, la tierra “dura”, el lecho rocoso atravesamos también las corrientes de agua subterránea, y así hasta llegar al centro incandescente. Allí nuestras raíces se sumergen en el magma, como en el núcleo energético terrestre, sintiendo la conexión con la antigua Tierra que ha sostenido todas las generaciones de vivientes de las que nosotros mismos venimos.
2- Tras tomar conciencia de esta conexión, se aboserve parte de esa fuerza hacia arriba a través de nuestras raíces, atravesando las capas terrestres antes mencionadas, hasta subir por los pies y las piernas, formando un espiral en el vientre y siendo bombeada por el corazón, extendiéndose por todo el cuerpo, subiendo por la garganta, palpitando el la frente, llegando a las palmas de las manos.
3- En ese momento, extendemos lentamente los brazos hacia los lados como si fueran ramas, surgiendo del tronco. Y visualizamos como de las ramas crecen hojas, y esas hojas empiezan a captar, a respirar la energía y la luz del sol y los astros, y tomamos conciencia de la inmensidad de los cielos, y absorbemos la energía irradiada desde las alturas lentamente, por los brazos, hacia el interior, hasta que recorra nuestro cuerpo por entero como hicimos con la del interior de la tierra.
4- El resultado es estar atravesados de arriba abajo por un hilo de conexión que empieza en lo más alto, y va hacia lo más profundo, y envueltos por nuestra propia irradiación, y la irradiación de este eje que, más allá de nuestro cuerpo, envuelve el conjunto de los vivientes.
Todo esto puede llevar su tiempo, o hacerse muy rápido. Pero en cualquier caso, uno puede recibir más de lo que precisa, así que después de colmarse, es aconsejable volver a relajarse, moverse un poco, y extender las palmas de las manos sobre el suelo, para devolver lo que nos sobra.
De pie, con las piernas un poco abiertas, nos tomamos el tiempo necesario para encontrar el punto de equilibrio que nos resulte cómodo. Brazos relajados, tocando el cuerpo. Espalda recta y mirando al frente.
Tomamos aire, y lo soltamos lentamente.
1- Empezamos a imaginar que desde la base de la espina dorsal extendemos unas raíces bajarán por las piernas y los pies, y más allá se dirigirán hacia el centro de la tierra. A medida que estas raíces profundizan, sentimos las diferentes capas terrestres; la turba, la tierra “dura”, el lecho rocoso atravesamos también las corrientes de agua subterránea, y así hasta llegar al centro incandescente. Allí nuestras raíces se sumergen en el magma, como en el núcleo energético terrestre, sintiendo la conexión con la antigua Tierra que ha sostenido todas las generaciones de vivientes de las que nosotros mismos venimos.
2- Tras tomar conciencia de esta conexión, se aboserve parte de esa fuerza hacia arriba a través de nuestras raíces, atravesando las capas terrestres antes mencionadas, hasta subir por los pies y las piernas, formando un espiral en el vientre y siendo bombeada por el corazón, extendiéndose por todo el cuerpo, subiendo por la garganta, palpitando el la frente, llegando a las palmas de las manos.
3- En ese momento, extendemos lentamente los brazos hacia los lados como si fueran ramas, surgiendo del tronco. Y visualizamos como de las ramas crecen hojas, y esas hojas empiezan a captar, a respirar la energía y la luz del sol y los astros, y tomamos conciencia de la inmensidad de los cielos, y absorbemos la energía irradiada desde las alturas lentamente, por los brazos, hacia el interior, hasta que recorra nuestro cuerpo por entero como hicimos con la del interior de la tierra.
4- El resultado es estar atravesados de arriba abajo por un hilo de conexión que empieza en lo más alto, y va hacia lo más profundo, y envueltos por nuestra propia irradiación, y la irradiación de este eje que, más allá de nuestro cuerpo, envuelve el conjunto de los vivientes.
Todo esto puede llevar su tiempo, o hacerse muy rápido. Pero en cualquier caso, uno puede recibir más de lo que precisa, así que después de colmarse, es aconsejable volver a relajarse, moverse un poco, y extender las palmas de las manos sobre el suelo, para devolver lo que nos sobra.
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