Inteligencia del corazón


Nos educaron con la creencia de que el órgano más importante y valioso del ser humano es el cerebro. En su inteligencia está todo el potencial humano. El cerebro y la inteligencia, por lo tanto, son co dependientes puesto que la segunda se origina en el primero. Es el imperio de la razón. Pero la ciencia, desde la biología y la física cuántica, se está encontrando con descubrimientos que ponen a tambalear conceptos modernos. Como, por ejemplo, que en procesos de conciencia, no es el cerebro el que manda la parada. El corazón tiene cerebro o, traducido de otra forma, en el corazón existe una inteligencia que es más poderosa que la que produce el cerebro. Porque ni siquiera el cerebro ‘manda’ sobre el corazón: el ritmo cardiaco y sus variaciones constituyen el medio privilegiado por el que el corazón envía mensajes, no sólo al cerebro, sino directamente al resto del cuerpo sin necesidad de ‘permiso’ del cerebro. Aún más: el campo electromagnético del corazón es 5.000 veces más intenso que el del cerebro, en realidad es más potente que el de cualquier otro órgano del cuerpo. El corazón produce de 40 a 60 veces más bioelectricidad que el cerebro. El campo magnético del corazón cambia en función del estado emocional. Y el campo electromagnético del corazón se extiende alrededor del cuerpo hasta una distancia de entre 2 y 4 metros y que todos los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón. ¿A qué viene todo esto? Se ha creído que la conciencia (al igual que la inteligencia) se origina en el cerebro.

Pero no es el cerebro el que genera la conciencia. Ojo (y es muy importante), el nivel de conciencia es el que determina qué partes del cerebro se utilizan. Porque la conciencia no está ‘aprisionada’ o localizada en el cerebro. Conciencia es la capacidad de caer en cuenta de cómo vivimos, tratando de superar las reacciones automáticas. La conciencia elemental (totalmente automática) utiliza la amígdala cerebral. Por eso cuando estamos en ese nivel somos primarios para reaccionar y por lo general nuestras respuestas son de defensa, de supervivencia ya física, ya psicológica. La conciencia intermedia utiliza el córtex y el neocórtex y es entonces cuando nuestras reacciones pueden ser más pensadas y más creativas. Pero la conciencia más elevada utiliza el circuito del corazón. A través de éste, la respuesta es de comprensión y aceptación y, por lo tanto, el corazón genera una vibración de paz y armonía que se proyecta alcanzando hasta cuatro metros de buena ‘vibra’ a nuestro alrededor. Es decir, de acuerdo a lo que se piensa, se siente y se vive, proyectamos ondas de armonía que necesariamente cobijan lo que nos rodea.

El corazón no es el sitio ‘blandito’, romántico, que sólo registra emociones o sentimientos que conmuevan. No. El corazón es utilizado por una conciencia mucho más desarrollada que la que se transmite a través de las otras partes del cerebro. Por eso el lenguaje del corazón es sabio. Por eso escuchar el corazón y actuar de acuerdo a su mensaje es uno de los grandes cambios que se experimenta en esta época, y mucho más con el aval de la ciencia que ya no lo considera tan sólo el lugar de las emociones. El mito de la primacía de la razón (inteligencia) cerebral es desmontado para confirmar que en el corazón está la sabiduría. La conciencia que utiliza el circuito del corazón es la más desarrollada y armónica. Y es el maestro del corazón el que debe guiar nuestros pasos.

René Schwaller es uno de los buscadores espirituales más coherentes de este siglo. Tras frecuentar activamente los círculos esotéricos parisinos, practicar la alquimia e inspirar la figura del mítico Fulcanelli, permaneció en Egipto durante 15 años, implicándose profundamente en el estudio de su Ciencia Sagrada, desarrollando un enfoque revolucionario de la egiptología.

El esoterismo no tiene nada que ver con una voluntad de secreto, es decir, con un secreto convencional. Si, pongamos por caso, la intención de los Evangelios era dar a los hombres una moral de honradez, y si el camino para llegar hasta el "Padre" era explicable, ¿por qué impedirnos alcanzar esta meta hablándonos de parábolas? ¿Por qué esconderían estos textos lo que puede decirse abiertamente para ayudar a los miserables de este mundo? ¿Por una perversa necesidad de crear misterios o "hipnotizar al pueblo", como afirman los materialistas? ¿Porque el mundo de entonces era demasiado inculto, comparado con el nuestro, tan inteligente? ¿O porque estos profetas e inspirados divinos no sabían expresarse mejor?

Tenemos suficientes testimonios acerca de la inteligencia, de la gran Sabiduría e incluso del elevado grado de civilización alcanzado por los pueblos del pasado como para prestar atención a suposiciones semejantes. Ninguna criptografía, ningún jeroglífico es absolutamente indescifrable. Pero, en la composición de un texto sagrado, éstos no tienen otra intención que despertar el interés del lector, resaltar un aspecto del texto, guiar hacia su carácter esotérico. Lo mismo ocurre con los "juegos de palabras" y las parábolas.

El esoterismo no puede ser escrito ni dicho ni, en consecuencia, ser traicionado. Hay que estar preparado para captarlo, verlo, escucharlo a su elección. Esta preparación no es un Saber sino un Poder y sólo puede adquirirse mediante un esfuerzo de la persona, una lucha contra sus obstáculos y una victoria sobre su naturaleza animal humana. Existe una Ciencia Sagrada y desde hace milenios innumerables curiosos han intentado en vano penetrar en sus "secretos". Como si, con un pico, quisieran cavar un agujero en el mar. El instrumento debe ser el adecuado. Sólo se encuentra el Espíritu con el Espíritu y el Esoterismo es el aspecto espiritual del Mundo, inaccesible a la inteligencia cerebral.

Son charlatanes los que creen poder revelar el esoterismo de tal enseñanza; pueden tratar de explicar el sentido subyacente de una palabra o fórmula, pero, en la Ciencia Sagrada, lo único que podrán hacer será sustituir las palabras y de ello resultará, como máximo, mala literatura en lugar de una idea simple. El verdadero Iniciado puede guiar a un discípulo dotado para ayudarle a recorrer el camino de la Consciencia más rápidamente, y el discípulo, que llegará a etapas de Iluminación gracias a su propia Luz interior, leerá directamente el esoterismo de cualquier enseñanza. Nadie podrá hacerlo en su lugar.

Hay en el ser humano una inteligencia cerebral y una inteligencia innata, o "del Corazón", que resulta de la fusión por identidad de la Naturaleza con la Causa Cósmica en nosotros. La Inteligencia cerebral depende de los sentidos, de las constataciones de hechos y de la comparación de nociones. Ningún elemento de la Inteligencia cerebral es abstracto y toda noción cualitativa o abstracta resulta de la comparación entre elementos concretos.

La inteligencia del Corazón es independiente, función de Consciencia vivida e innata. Con este término, empleado por los antiguos egipcios, designamos aquel aspecto del ser humano que nos permite ir más allá de nuestra limitación animal y que constituye la característica necesaria del ser humano para dirigirse hacia el Ser Divino, es decir, el despertar de este principio Original que dormita en cada ser humano.

El despertar es el despertar de la Inteligencia del Corazón: la Razón nace con nosotros; si la anteponemos a la Inteligencia cerebral, nos lo explicará todo porque es la Inteligencia del Universo. La facultad de "escuchar" el instinto y traducirlo cerebralmente es la Intuición. Esta facultad de traducir constituye la Inteligencia del Corazón. Gracias a la Inteligencia del Corazón el ser humano puede encaminarse hacia la liberación; a ella se dirige la escritura o la palabra esotérica, de la forma más adecuada a esta facultad, aunque sea irracional. El Esoterismo no es un "sentido particular escondido en un texto"; es un "estado de fusión" entre el estado vital del lector y el estado vital del autor.

Esoterismo y Simbolismo, de R.A. . Schwaller de Lubicz, publicado por Ediciones Obelisco, Barcelona

El País. Opinión
fte: Trabajadores de la uz

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