Conócete a ti mismo y moverás el mundo, Sergi Torres

Evolucionar del Homo Sapiens al Homo Consciente


Imaginar un nuevo mundo no es difícil si nos basamos en la necesidad de cambio que hay en el ambiente. Sin embargo, si atendemos a lo que ocurre hoy en día, la dificultad aumenta desmesuradamente. A pesar de toda forma de desaliento, el cambio sigue siendo más necesario que nunca. ¿Qué es lo que hace que no ejerzamos un cambio profundo en nuestro mundo? Nuestro sistema de pensamiento. La forma en la que pensamos es la versión homo sapiens sapiens, que hemos heredado de nuestros padres y que, a su vez, heredaron de los suyos y así hasta llegar a unos 150.000 años atrás. Esta versión está basada en la supervivencia del individuo. Hoy en día estamos ante la posibilidad de ir más allá de esta conciencia y poder pasar de la supervivencia a la vivencia.

Si le echamos un vistazo a nuestra historia, veremos que a menudo hemos realizado cambios, algunos de ellos muy significativos, pero todos ellos alcanzaban lo más externo de nosotros. Hemos conseguido ver la realidad desde distintos prismas, pero ninguno de ellos nos ha mostrado quiénes somos nosotros. Hemos usado la historia para cambiar de color aquello que construimos a nuestro alrededor, con la intención inconsciente de anestesiar el miedo que produce no saber quiénes somos, ni de dónde venimos ni obviamente a dónde vamos. Sócrates podría decirnos que nuestros teléfonos móviles de última generación son muy bonitos, pero nos diría también que seguimos sin saber nada acerca de nosotros mismos. Pasar del sílex al microchip no es evolucionar, pasar de la ignorancia al conocimiento sí lo es.

Dame un punto de apoyo y…

¿Queremos evolucionar hasta el Homo sapiens sapiensrequetesapiens o saltar al nuevo eslabón, Homo Consciente?

Todo lo que sabemos de nosotros está marcado por nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestra economía, nuestra ciencia y nuestra moral. Sin embargo, nosotros somos los que hemos inventado todo esto. La economía nos define: ricos o pobres; la cultura: abiertos, trabajadores o puntuales; la moral: buenas o malas personas. Todo lo que nosotros, como especie humana, hemos creado, lo usamos para definirnos. Nuestra educación no puede enseñarnos quiénes somos porque la hemos creado nosotros a ella; nuestra cultura no puede mostrarnos cómo somos porque también la inventamos nosotros a ella. Sólo aquello que nos creó a nosotros puede mostrárnoslo. Nuestra alma es en esencia la misma esencia del universo y esa esencia es nuestra creadora. ¿Nos hemos dado cuenta de que no somos conscientes de nuestra alma? Hemos perdido la percepción de nuestro punto central, de aquello inmutable que mueve nuestra vida, aquello a través de lo que percibimos la paz, el amor y la felicidad perfectos, y les hemos dejado ese papel a los sentidos físicos, que sólo nos informan de cómo sobrevivir pero no de cómo vivir. Por esta razón, nos solemos sentir tan perdidos en la vida cuando algo de lo que nosotros hemos creado va mal.

Sócrates descubrió el punto fijo que Arquímedes buscaría 200 años más tarde para mover al mundo.“Denme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Con esta afirmación, Arquímedes exponía su teoría sobre las palancas. Hoy en día hay muchas personas de buena voluntad que siguen queriendo mover al mundo hacia una nueva luz, pero carecen de poder porque no han descubierto su punto de apoyo, su alma. Sócrates lo descubrió y vio que desde esa nueva óptica todo lo que él había conocido anteriormente dejaba de tener sentido; “sólo sé que no sé nada”.

Así que si queremos un cambio mundial, necesitamos puntos de apoyo que estén estables. ¿Cómo conseguimos esta estabilidad en un mundo físico, emocional y mental completamente inestable? Aprendiendo a sentir desde nuestra alma. ¿Cómo? A través de nuestros pensamientos y emociones inestables. Ellos son la puerta que nos conduce al centro de nuestro Ser. Sin embargo, no los usamos conscientemente porque pensamos que sus causas son externas a nosotros. Creemos que sentimos miedo debido a que ocurrió esa situación temerosa, o creemos que pensamos que alguien es agradable por cómo se comporta ese “alguien” en lugar de por cómo nosotros pensamos que él es. En el caso de las emociones o los pensamientos que nosotros calificamos de negativos, esa puerta hacia el alma aún se traba más, ya que los rechazamos sin darnos cuenta de que así estamos rechazando a una parte de nosotros mismos. ¿Quién es el que siente esa emoción? ¿Y quién el que piensa ese pensamiento? Nuestras creencias y nuestra moral no nos permiten sentir ni pensar algunas cosas. Esos pensamientos y emociones, en lugar de fluir a través nuestro hacia la esencia, quedan encerrados en nuestra mente y nuestro campo emocional.

Este hecho puede manifestarse dando origen a resentimientos, adicciones, depresión, desmotivación y todo tipo de actitudes de las que nos terminamos sintiendo culpables.

La forma de dejar de pensar y sentir lo que nos hace sufrir es liberándolo y no evitándolo. Para que pueda ser liberado, nuestra mente debe ser como el nacimiento de un río. Éste no juzga si su agua está limpia o sucia, simplemente la deja correr. Si el nacimiento del río creyera que el agua sucia no es digna de pasar a través de él, entonces ésta se estancaría, no pudiendo así llegar a su origen, el mar.

Darte permiso para sentir rabia o pensar algo que produce rabia, no significa que tengas que insultar a tu pareja – eso, con suerte, aliviará la sensación de rabia pero no transformará la rabia en una guía hacia tu alma. Sentir una emoción significa pararte, ver de frente la emoción y permitirte respirarla. Cuando uno consigue hacerlo el tiempo suficiente, descubre cómo los efectos desaparecen y la emoción y los pensamientos se convierten en intensidad. Esa intensidad es nuestra alma, la puerta al conocimiento de quiénes somos, hacia el punto de apoyo que cambia al mundo entero.

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