Ilumínate, Virginia Gawel
Cruzar el umbral, nadie nos salvará
Estamos llamados a ser iluminadores de nosotros mismos. Es tentador imaginar que alguien va a venir a “salvarnos” de lo que nos duele: un gran Amor que borrará en el acto nuestro pasado... un “maestro iluminado” que nos elevará con su sola presencia... una circunstancia “de Plena Felicidad”, inimaginable... y entonces sí el dolor que llevamos dentro cesará... y nos sentiremos enteros, ya no partidos... Sin embargo, esa tentación es peligrosa: una fantasía que nos hace evitar. Evitar qué? Ahondar en nuestras zonas doloridas, drenar los pesares profundos, para, entonces sí, cruzar el umbral de nuestra historia y hallar que... somos mucho más que eso.
Las personas que han atravesado conscientemente la elaboración de sus duelos, de sus instancias traumáticas, de su pasado irresuelto, cuando dejan de evitar y de esperar las distintas variantes de “príncipes azules”que la vida pueda traer… encuentran un punto nítido en el que se cruza un umbral: cambia la perspectiva que tienen sobre sí mismas y sobre lo les haya tocado vivir, porque esa actitud de ahondamiento permite que lo más profundo, lo más intacto que tenemos… ayude, participe en el restañamiento de las más sensibles heridas. Es como si diéramos a luz nuestro dolor junto con una nueva identidad, luminosa… y la partera fuese nuestra propia alma, apoyando el proceso de un modo contundente.
Sí: cruzamos nuestras zonas de dolor como quien camina sobre brasas, -quizás ayudados terapéuticamente tanto como haga falta-, para hallar que quien viene a salvarnos es… lo que tenemos dentro. Lo más sano de nuestra psiquis aflora de la hondura como cuando se trepana el suelo para extraer agua: se bombea arenilla y tierra… para que finalmente el agua misma presione desde el fondo, queriendo emerger, ayudando a la trepanación desde lo profundo de la tierra. Comprometernos en ahondar en nosotros mismos nos permite contactar con nuestra esencia (o, si se quiere, nos permite que ella contacte con nosotros).
El Camino, más que camino, es como una escalera; a medida que vamos subiéndola, desde cada escalón tenemos una visión distinta de todas las cosas. Cada peldaño nos posibilita un panorama de más amplio Sentido, porque en nuestra organización de la realidad participa en mayor grado nuestro Sí Mismo: lo que realmente somos. Ese ascenso en la escala de conciencia, propiciado por la elaboración del dolor -sin huidas, sin evitaciones, sin sustituciones engañosas- hace que el ánimo se sostenga con una fortaleza que hasta entonces quizás nos resultaba desconocida. Hoy la Psicología le puso nombre a esa capacidad del ser humano: resiliencia (no sólo superar el dolor, sino salir transformado y más amplio gracias a él).
Así, nos convertimos en iluminadores de nosotros mismos, sin delegarle autoridad soberana a nadie, y sin cargar de expectativas desmesuradas a quien no vino a nuestro encuentro para redimirnos de nada… Y entonces sí, las opciones de la vida se presentan más realistamente, -lo cual implica una hermosura que no es ya la de la ilusión, sino la de lo verdadero-. Aquí les comparto una canción de Isabel Parra (la hija de Violeta) que describe este proceso muy bellamente. Que la disfruten y les acompañe!
Rompe los muros
de tus adentros:
oye el silencio, oye el silencio…
que allá en el fondo,
muy en lo hondo, hay un comienzo…
Lanza las redes
a tu memoria,
coge tu historia, coge tu historia;
allá en el fondo,
muy en lo hondo,
lloran las olas, lloran las olas…
Quiebra esa mueca
con tu gemido,
salva al herido, salva al herido:
allá en el fondo,
muy en lo hondo,
tus desvaríos, tus desvaríos…
Quema el vacío
de las palabras,
saben amargas, saben amargas;
allá en el fondo,
muy en lo hondo,
muda es el alma, muda es el alma…
Deshaz el nudo
de tu conciencia,
palpa la esencia, palpa la esencia;
allá en el fondo,
muy en lo hondo
de tu inocencia, de tu inocencia….
Virginia Gawel
Comentarios