Autodescalificarse, Virginia Gawel
Autodescalificarse es un hábito. Un hábito mental y emocional, que deriva en un conjunto de conductas. Y, como todo hábito, puede ser cambiado. De hecho, la palabra “hábito” define un conjunto de estrategias que implementamos para habitar este extraño planeta una vez que empezamos a vivir en él. Sí, es cierto: cuando un hábito se enraiza, de alguna manera una parte primitiva del cerebro lo interpreta como “eficaz”: nos permitió sobrevivir (habitar) hasta ahora. Tan es así que algunas adicciones se sostienen en el hecho de que el cerebro interpreta que contar con aquello a lo que se es adicto es un antídoto contra la muerte: “me acompaña a vivir”. Pero, curiosamente, el “antídoto”, en ese caso, es el que puede matar.
Así, en algún momento podemos deconstruir esas conexiones cerebrales y emocionales, y, -a veces muy trabajosamente- “destejer” hábitos que nos dan una mala vida, nos hieren, nos enferman, o lastiman a otros.
Y autodescalificarse es un hábito. (Sí, sé que ya lo dije. Lo vuelvo a decir: autodescalificarse es un hábito.) Así, viéndoselo como un hábito podemos ir trabajando en deshabituarnos. El primer paso es observar cómo lo hacemos: de cuán diversas maneras “siendo nuestro propio sostén, nos lo quitamos”. Desmerecemos lo que hicimos; no sabemos cobrar por nuestro tiempo o nuestros saberes; abaratamos nuestros talentos; tememos al Ego como si fuera el cuco de la Psicología; sentimos que van a dejar de querernos todos los que nos rodean, -como si autoapreciar lo que somos no fuera a alegrar a quienes verdaderamente nos aman!-.
Así, sufrimos de un extraño mal: cuando la valoración desde afuera finalmente viene, la declinamos considerándola o un error o una exageración (“No lo menciones”… “No es tan así”… “Sí, estoy más delgada pero tengo el pelo horrible!”…) Aun ante un “Gracias” decimos “De nada”! Evadimos la asunción de esa valoración, y luego tenemos anemia estimativa! Observémoslo. Y al observarlo, elijamos otra cosa. “Gracias” puede responderse como “Me da gusto haberte ayudado”. “Sos una hermosa persona” puede responderse con un “Me alegra que así lo sientas”. Encogerse nos hace tanto bien como a un pie calzar un zapato tres talles más chicos. A benefició de qué o de quién?
Y algo que, en lo personal, considero sumamente importante de observar es darme cuenta de cuándo alguien (yo misma, por ejemplo!) está como conduciendo con el freno de mano puesto. Así, vivimos a medias, y la pasión vital se vuelve una brasita tibia, -cuando lo que teníamos como materia prima era pleno fervor!-.
La gente que nos hace bien es la que no priva al mundo de sí. La que, de modo sencillo y pleno, da lo que tiene, pues da lo que es. Y disfruta del darse a sí mismo, “libre y sin cesar”, -como decía Walt Whitman-.
Virginia Gawel
www.centrotranspersonal.co
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