La leyenda de Al-Jumally
Una
antigua leyenda Árabe cuenta de un hombre que se enamoró perdidamente
de una mujer. Sin lujos de detalles y tan sólo por abreviar no les voy a
hablar de la fortuna que para ese hombre fue el
haber contraído matrimonio con quien no tardó en descubrir era su alma
gemela. Lo cierto es que era una mujer muy hermosa con un rostro cálido,
ojos marrones y una boca tan bonita que cuando sonreía al atardecer
pareciere que el sol se escondiese detrás de su sonrisa. El era un
hombre paciente, generoso y no supe hasta el final de esta historia de
su fuerza. Eran los dos muy jóvenes, eran felices y así hubieran podido
continuar hasta el fin de sus días, si la vida no hubiere querido darle
un giro tan brusco a los acontecimientos.
Por
circunstancias de la vida, esa mujer, la que tanto amaba contrajo la
Viruela una enfermedad maligna, terrible que le dejo convaleciente y con
el rostro y el resto de su cuerpo totalmente desfigurado borrando
cualquier rastro de belleza del pasado. Él sólo podía pensar en lo
doloroso que sería para su esposa el recuperar la conciencia y descubrir
que ya no era la misma, que su belleza y juventud habían desaparecido
de golpe y porrazo. Tanta pena y sufrimiento mutaron en un dolor de
cabeza que aparentemente continuó atacando su sistema nervioso hasta
dejarlo totalmente ciego y con los ojos cerrados. Durante los doce años
que su esposa se mantuvo con vida el estuvo a su lado cada día y cuentan
que cuando murió, el mismo día milagrosamente recuperó la visión.
Sin
embargo y a pesar de que nunca lo confesó, cuentan los que le conocen
que nunca perdió la visión, que sólo lo hizo por ahorrarle el
sufrimiento a su esposa de saber que él podía verla. Porque quería que
ella se siguiera sintiendo hermosa a pesar de las circunstancias, porque
la amaba tanto que ni la luz era más importante...
El dolor cuando no se convierte en verdugo, puede ser un gran maestro.
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