Un viaje interior: Cómo mirar a nuestra madre, Bert Hellinger

Pocos entre nosotros han mirado a su madre de cerca.
¿Quién puede decir que ha visto a su madre, realmente visto, así como es?
Hagamos este ejercicio, cómo mirar a nuestra madre, cómo aprender a mirarla: Cierra los ojos.
Nuestra madre fue niña una vez, igual que nosotros.
Tuvo padres, nacida en una familia determinada, con sus destinos particulares, que a ella la han afectado y formado.
A veces, alguien murió demasiado pronto, tal vez la madre o el padre o un hermano.
O quizá estuvo alguien muy enfermo y todos se han preocupado.
De niña ella también se preocupó y quizás dijo: estoy dispuesta a hacerme cargo de esto para que a otro le vaya mejor.
Ya de niña fue acarreada por un destino ajeno.
Así la miramos.
Y de repente nos percatamos de lo siguiente: nuestras expectativas o nuestras pretensiones con respecto a ella ignoran por completo lo que su alma ha movido, lo que su alma ha tomado de ella a su servicio para otro propósito.
¡Qué extraño resulta entonces el exigir y desear interiormente, y decirlo también, que ella esté totalmente aquí para nosotros, que no piense en nada más que en nosotros!
¡Qué pobres somos pues en nuestra alma!
¡Qué alejados del amor y de la felicidad!
Lo primero que nos queda por hacer es mirar a nuestra madre cómo a una mujer corriente con una historia, con una larga historia por parte de su familia.
Esta historia la ha hecho humana, es decir imperfecta y justamente esta imperfección la hace especialmente bonita y simpática.
El comienzo de la felicidad es poder ver a nuestra madre con su humanidad y quererla tal como es.
Entonces prácticamente nada se opone más a la felicidad.
Esto es el comienzo de la felicidad que permanece.
Bert Hellinger

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