La Mente Extendida, Rupert Sheldrake
Nos han educado para que creamos que nuestras mentes están dentro de
nuestras cabezas, que la actividad mental no es nada más que actividad
cerebral. Sin embargo, sugiero que nuestras mentes se extienden mucho
más allá de nuestros cerebros; se expanden a través de campos que nos
vinculan con nuestro entorno y los unos con los otros.
Los campos mentales están arraigados en los cerebros del mismo modo que los campos magnéticos que hay alrededor de los imanes están arraigados a los propios imanes, o como los campos de transmisión que hay alrededor de los teléfonos móviles están arraigados a los teléfonos y a sus actividades eléctricas internas. Del mismo modo que los campos magnéticos se extienden alrededor de los imanes y que los campos electromagnéticos lo hacen alrededor de los teléfonos móviles, nuestros campos mentales se extienden alrededor de nuestros cerebros.
Los campos mentales nos ayudan a explicar la telepatía, la sensación de que nos están mirando fijamente y otras habilidades bien conocidas pero que no han sido explicadas. Sobre todo, los campos mentales sirven de base a la percepción normal. Son una parte esencial de la visión.
Imágenes fuera de nuestras cabezas
Mira a tu alrededor ahora. ¿Están las imágenes de lo que ves dentro de tu cerebro? ¿O están fuera de ti, justo donde parecen estar? Según la teoría convencional se produce un proceso unidireccional: la luz va hacia adentro, pero no hay nada que se proyecte hacia afuera.
El movimiento hacia adentro de la luz lo conocemos todos. Mientras estás mirando esta página la luz reflejada se mueve desde la página, a través del campo electromagnético, hacia tus ojos. Las lentes de tus ojos se centran en la luz para formar imágenes invertidas en tus retinas. Esta luz que llega a tus bastones y a tus conos del ojo causa cambios eléctricos en su interior, lo cual desencadena unos cambios que siguen un patrón en los nervios de la retina. Los impulsos nerviosos suben por tus nervios ópticos hacia el cerebro, donde crean unos patrones complejos de actividad eléctrica y química. Hasta aquí, lo entendemos. Todos estos procesos pueden estudiarse y se han estudiado con gran detalle por parte de los neurofisiólogos y otros expertos en la visión y la actividad cerebral.
Pero luego ocurre algo muy misterioso. Experimentas conscientemente lo que estás viendo, la página que tienes delante de ti. También eres consciente de las palabras impresas y de sus significados. Desde el punto de vista de la teoría estándar, no hay ningún motivo por el que deberías ser consciente en absoluto. Los mecanismos cerebrales deberían poder funcionar sin conciencia.
La teoría estándar de la visión se aplica a todas las especies de animales que tienen ojos que pueden formar imágenes. Esto no explica por qué debería haber visión consciente en las especies animales o en las personas. Solo hay un procesamiento inconsciente de datos, de un modo semejante a cómo procesa los datos un ordenador, por parte del sistema nervioso.
Luego aparece otro problema. Cuando ves esta página no experimentas la imagen que tienes de ella como si estuviera dentro de tu cerebro, donde se supone que debería estar, sino que experimentas esta imagen como algo ubicado a unos dos palmos delante de ti. Esta imagen está fuera de tu cuerpo.
A pesar de toda su sofisticación fisiológica, la teoría estándar no tiene ninguna explicación para tus experiencias más directas e inmediatas. Toda tu experiencia se supone que tiene que ocurrir dentro de tu cerebro; no donde parece producirse.
La idea básica que propongo es tan simple que es difícil de entender: tu imagen de esta página está donde parece estar, delante de tus ojos; no detrás de tus ojos. No está en tu cerebro, sino fuera de tu cerebro.
Por lo tanto la visión implica tanto un movimiento hacia adentro de la luz como una proyección de imágenes hacia afuera. A través de campos mentales, nuestras mentes alcanzan lo que estamos mirando. Si estamos mirando una montaña que está a diez millas en la lejanía, nuestras mentes se extienden diez millas. Si miramos hacia las estrellas distantes, nuestras mentes se extienden hacia los cielos; literalmente se extienden hacia distancias astronómicas.
Rupert Sheldrake es biólogo y autor de más de 80 artículos en revistas científicas y diez libros, entre ellos La nueva ciencia de la vida (Ed. Kairós) y El Séptimo Sentido (Ed. Vesica Piscis).
Su sitio web es www.sheldrake.org
Los campos mentales están arraigados en los cerebros del mismo modo que los campos magnéticos que hay alrededor de los imanes están arraigados a los propios imanes, o como los campos de transmisión que hay alrededor de los teléfonos móviles están arraigados a los teléfonos y a sus actividades eléctricas internas. Del mismo modo que los campos magnéticos se extienden alrededor de los imanes y que los campos electromagnéticos lo hacen alrededor de los teléfonos móviles, nuestros campos mentales se extienden alrededor de nuestros cerebros.
Los campos mentales nos ayudan a explicar la telepatía, la sensación de que nos están mirando fijamente y otras habilidades bien conocidas pero que no han sido explicadas. Sobre todo, los campos mentales sirven de base a la percepción normal. Son una parte esencial de la visión.
Imágenes fuera de nuestras cabezas
Mira a tu alrededor ahora. ¿Están las imágenes de lo que ves dentro de tu cerebro? ¿O están fuera de ti, justo donde parecen estar? Según la teoría convencional se produce un proceso unidireccional: la luz va hacia adentro, pero no hay nada que se proyecte hacia afuera.
El movimiento hacia adentro de la luz lo conocemos todos. Mientras estás mirando esta página la luz reflejada se mueve desde la página, a través del campo electromagnético, hacia tus ojos. Las lentes de tus ojos se centran en la luz para formar imágenes invertidas en tus retinas. Esta luz que llega a tus bastones y a tus conos del ojo causa cambios eléctricos en su interior, lo cual desencadena unos cambios que siguen un patrón en los nervios de la retina. Los impulsos nerviosos suben por tus nervios ópticos hacia el cerebro, donde crean unos patrones complejos de actividad eléctrica y química. Hasta aquí, lo entendemos. Todos estos procesos pueden estudiarse y se han estudiado con gran detalle por parte de los neurofisiólogos y otros expertos en la visión y la actividad cerebral.
Pero luego ocurre algo muy misterioso. Experimentas conscientemente lo que estás viendo, la página que tienes delante de ti. También eres consciente de las palabras impresas y de sus significados. Desde el punto de vista de la teoría estándar, no hay ningún motivo por el que deberías ser consciente en absoluto. Los mecanismos cerebrales deberían poder funcionar sin conciencia.
La teoría estándar de la visión se aplica a todas las especies de animales que tienen ojos que pueden formar imágenes. Esto no explica por qué debería haber visión consciente en las especies animales o en las personas. Solo hay un procesamiento inconsciente de datos, de un modo semejante a cómo procesa los datos un ordenador, por parte del sistema nervioso.
Luego aparece otro problema. Cuando ves esta página no experimentas la imagen que tienes de ella como si estuviera dentro de tu cerebro, donde se supone que debería estar, sino que experimentas esta imagen como algo ubicado a unos dos palmos delante de ti. Esta imagen está fuera de tu cuerpo.
A pesar de toda su sofisticación fisiológica, la teoría estándar no tiene ninguna explicación para tus experiencias más directas e inmediatas. Toda tu experiencia se supone que tiene que ocurrir dentro de tu cerebro; no donde parece producirse.
La idea básica que propongo es tan simple que es difícil de entender: tu imagen de esta página está donde parece estar, delante de tus ojos; no detrás de tus ojos. No está en tu cerebro, sino fuera de tu cerebro.
Por lo tanto la visión implica tanto un movimiento hacia adentro de la luz como una proyección de imágenes hacia afuera. A través de campos mentales, nuestras mentes alcanzan lo que estamos mirando. Si estamos mirando una montaña que está a diez millas en la lejanía, nuestras mentes se extienden diez millas. Si miramos hacia las estrellas distantes, nuestras mentes se extienden hacia los cielos; literalmente se extienden hacia distancias astronómicas.
Rupert Sheldrake es biólogo y autor de más de 80 artículos en revistas científicas y diez libros, entre ellos La nueva ciencia de la vida (Ed. Kairós) y El Séptimo Sentido (Ed. Vesica Piscis).
Su sitio web es www.sheldrake.org
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