Anemia afectiva: Sobre el no saber recibir, Virginia Gawel
Conocí una vez a alguien que si le decían "Te amo", automáticamente daba una singular respuesta: "No te preocupes: ya se te va a pasar". A esto se le llama deflexión: evitar la intensidad afectiva.
Una persona deflectiva, si el aprecio, la gratitud, el amor, quieren penetrar en su estructura... los esquiva como un torero al toro! Elude la situación, tratando de salir lo más rápido posible de ella con una broma, un sarcasmo, una frase hecha, o cambiando de conversación... Quizás hasta le sea más fácil recepcionar un insulto que aceptar un "Te quiero". Su coraje mayor sería abrirse a recibir el reconocimiento afectivo... pero no sabe cómo hacerlo! Hay quienes así han ido neutralizando crónicamente a sus proveedores de afecto, que ya ni insisten en expresarles cariñosidad... La consecuencia de ello es una anemia afectiva autoprovocada: como a quien le falta hierro en sangre por no asimilar lo que come, -aunque la comida sea buena-, el afecto no es absorbido por su sistema sensible, generándosele una carencia emocional: sensación de soledad, de inmerecimiento, de desamor... con frecuencia, independientemente de que en el entorno sí haya muestras de afecto. Es posible, inclusive, que la persona tenga una lectura deformada de su presente y de su pasado en la que recorte esas muestras de afecto, como si no hubieran existido; y es que... no pudo percibirlas!
Si algo de esto te sucede es importante que sepas que uno puede reeducarse emocionalmente mediante pequeños gestos, estando atento a la deflexión cotidiana: cuando te den las gracias ya no digas "Por nada!", pues si se te está agradeciendo es... por algo! Y si alguien te expresa "Qué bien se te ve!", no respondas cosas como "Por favor!... Si soy un desastre, hoy ni me miré al espejo...". Si aprecian algo que has elegido con buen gusto, no te escapes con un "Ya está muy viejo, lo compré de oferta...". Hasta es posible que si te hacen un regalo experimentes culpa por recibir, y digas frases como "No te hubieras molestado!" (o sea: "Perdón por existir: lamento que hayas tenido que malgastar dinero y tiempo en alguien como yo")... Se es como un "tenista afectivo", haciendo rebotar la pelota ni bien golpea en su raqueta emocional, refractaria al afecto. Basta! Juguemos otro juego: el de dar, pero también sabiendo recibir.
Se trata de instalar nuevas actitudes: si te dicen "Gracias!", darle espacio a ese agradecimiento, respondiendo tal vez "Qué bueno que te sirviera lo que pude darte","Te lo mereces!", "Me dio gusto serte útil...". Si alguien pondera algo tuyo, podrás sonreírle y decir algo no-deflectivo: "Me alegra que te guste!". Y si te expresan cariño, aprecio, amor, será vital que observes si tu corazón quiere huir o cerrarse; entonces, calmarlo gentilmente, como a un potro asustado, y volverlo poroso para recibir: "Me hace bien que me lo digas!". Te pescarás una y otra vez volviendo a deflexionar... pero ya sabrás que lo estás haciendo, y tendrás la opción de crear otro tipo de respuesta, hasta fundar dentro tuyo un nuevo hábito: el de ser receptivo al afecto. Así sí que se desarrolla un alma vigorosa!... Podrías escribir en tu agenda, -o dentro de tu pecho-:"Acepto el bien". ¿Qué te parece? Chuang-Li lo dijo así:
"Toda la sabiduría
puede resumirse
en dos acciones:
El bien que se hace por ti,
permite que sea hecho.
El que debas hacer tú,
asegúrate de realizarlo."
© Virginia Gawel
www.centrotranspersonal.com.ar
Comentarios