UN DIOS AMABLE EN UN MUNDO AMABLE, Laura Foletto
"¿Las razones de tu sufrimiento? Querer controlarlo todo, desear que las cosas sean como tú quieres, aferrarte a lo que no puede ser, desear que el pasado sea diferente, querer
que otros sean como tú quieres que sean, no aceptarte tal como eres en cada momento. En resumen, vivir en tu mente y perderte del presente." Lo dijo Osho y estoy totalmente de acuerdo.
Además de esta síntesis perfecta, me he planteado muchas veces porqué creemos que el sufrimiento es parte inherente y obligatoria de vivir. A pesar de que nos llenamos la boca proclamando que Dios es Amor y que Él nos ama incondicionalmente, esto es solamente un discurso aprendido, no una realidad incorporada.
La verdad es que vivimos como si Dios fuera un padre vengativo o una entidad sádica a la que le gusta hacer padecer a sus criaturas o directamente no hubiera ninguna divinidad. Es como si nos tiraran de una patada a este planeta y cayéramos como seres sin recursos ni elecciones, pobrecitos de todo. Nadie se plantea esto racionalmente; sin embargo, existimos como si así fuera. La complejidad y la velocidad del mundo de hoy amplifican esta percepción, haciéndonos sentir como hojas en una tormenta.
¿Una opción? ¿Qué te parece lo que propone Marianne Williamson: “¿Y si verdaderamente creyéramos que hay un Dios, un orden benéfico en las cosas, una fuerza que las mantiene unidas sin necesidad de nuestro control consciente? ¿Y si pudiéramos ver, en nuestra vida diaria, cómo opera esa fuerza? ¿Y si creyéramos que de alguna manera nos ama, se preocupa por nosotros y nos protege? ¿Y si creyéramos que podemos darnos el lujo de relajarnos?
Cuando nos entregamos y nos limitamos a amar sucede algo sorprendente. Nos introducimos en otro mundo, en un ámbito de poder que está ya dentro de nosotros. El mundo cambia cuando nosotros cambiamos, se ablanda cuando nos ablandamos, nos ama cuando nos decidimos a amarlo.
Entrega es la decisión de dejar de pelear con el mundo y, en cambio, empezar a amarlo. Es una paulatina liberación del dolor. Pero liberarse no es separarse por la fuerza de algo, sino "fundirse serenamente con lo que realmente somos". Nos despojamos de nuestra armadura y descubrimos la fuerza de nuestro yo crístico. Un curso de milagros nos dice que si bien «pensamos que sin el ego todo sería caótico, lo que es verdad es lo opuesto.» Sin el ego, todo sería amor».
Lo que se nos pide es, simplemente, que cambiemos nuestra manera de enfocar las cosas y experimentemos una percepción más tierna. Es todo lo que Dios necesita. Apenas un único y sincero momento de entrega, en que el amor sea más importante que nada, y ya sabemos que nada más importa realmente, en absoluto. Lo que Él nos da a cambio de abrirnos a Él es un desbordamiento de Su poder desde muy adentro de nosotros. Recibimos Su poder para compartirlo con el mundo, para sanar todas las heridas, para despertar todos los corazones."
Hace tiempo, me propuse encontrar un mantra para usar en momentos en que me olvidara de esta verdad que menciona Williamson. Me surgió: YO SOY DIVINAMENTE GUIADA, PROTEGIDA Y AMADA. ¿Te sirve?
Además de esta síntesis perfecta, me he planteado muchas veces porqué creemos que el sufrimiento es parte inherente y obligatoria de vivir. A pesar de que nos llenamos la boca proclamando que Dios es Amor y que Él nos ama incondicionalmente, esto es solamente un discurso aprendido, no una realidad incorporada.
La verdad es que vivimos como si Dios fuera un padre vengativo o una entidad sádica a la que le gusta hacer padecer a sus criaturas o directamente no hubiera ninguna divinidad. Es como si nos tiraran de una patada a este planeta y cayéramos como seres sin recursos ni elecciones, pobrecitos de todo. Nadie se plantea esto racionalmente; sin embargo, existimos como si así fuera. La complejidad y la velocidad del mundo de hoy amplifican esta percepción, haciéndonos sentir como hojas en una tormenta.
¿Una opción? ¿Qué te parece lo que propone Marianne Williamson: “¿Y si verdaderamente creyéramos que hay un Dios, un orden benéfico en las cosas, una fuerza que las mantiene unidas sin necesidad de nuestro control consciente? ¿Y si pudiéramos ver, en nuestra vida diaria, cómo opera esa fuerza? ¿Y si creyéramos que de alguna manera nos ama, se preocupa por nosotros y nos protege? ¿Y si creyéramos que podemos darnos el lujo de relajarnos?
Cuando nos entregamos y nos limitamos a amar sucede algo sorprendente. Nos introducimos en otro mundo, en un ámbito de poder que está ya dentro de nosotros. El mundo cambia cuando nosotros cambiamos, se ablanda cuando nos ablandamos, nos ama cuando nos decidimos a amarlo.
Entrega es la decisión de dejar de pelear con el mundo y, en cambio, empezar a amarlo. Es una paulatina liberación del dolor. Pero liberarse no es separarse por la fuerza de algo, sino "fundirse serenamente con lo que realmente somos". Nos despojamos de nuestra armadura y descubrimos la fuerza de nuestro yo crístico. Un curso de milagros nos dice que si bien «pensamos que sin el ego todo sería caótico, lo que es verdad es lo opuesto.» Sin el ego, todo sería amor».
Lo que se nos pide es, simplemente, que cambiemos nuestra manera de enfocar las cosas y experimentemos una percepción más tierna. Es todo lo que Dios necesita. Apenas un único y sincero momento de entrega, en que el amor sea más importante que nada, y ya sabemos que nada más importa realmente, en absoluto. Lo que Él nos da a cambio de abrirnos a Él es un desbordamiento de Su poder desde muy adentro de nosotros. Recibimos Su poder para compartirlo con el mundo, para sanar todas las heridas, para despertar todos los corazones."
Hace tiempo, me propuse encontrar un mantra para usar en momentos en que me olvidara de esta verdad que menciona Williamson. Me surgió: YO SOY DIVINAMENTE GUIADA, PROTEGIDA Y AMADA. ¿Te sirve?
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