Proyección: Cuando los demás te acusan de lo que ellos hacen…

A veces vemos emociones en los otros que en realidad son nuestras. Es importante saber cómo reconocer una proyección para evitar conflictos en las relaciones. 

“Mi esposa me trata sin respeto desde hace algún tiempo, se muestra prepotente y no me da el apoyo que necesito”. ¿Qué le ocurre a esta persona interiormente? Está localizando en su esposa, algo que en realidad está en su interior y que rechaza de sí mismo, aunque no se dé cuenta. Es como si el otro fuese un espejo en el que reflejarse, pero lo que ve es su propia imagen, que confunde con la de su esposa. La proyeccción es un proceso defensivo muy común que causa serios problemas y que, al ser inconsciente, es difícil de detectar, tanto por los que proyectan como por los que la sufren. “El infierno son los otros”, dijo Sartre. Cuando proyectas uno de tus miedos en otra persona, reflejas en ella tu propio infierno. Quien proyecta sus emociones en otros, no se apoya a sí mismo y demuestra cierta prepotencia para compensarlo, de ahí su queja constante.
C.G. Jung decía que las proyecciones convierten al entorno en el propio rostro, que es a la vez, algo desconocido. Es por culpa de las malas sensaciones que provoca una proyección, por lo que las relaciones sufren o se acaban rompiendo. Lo que lo hace más complicado es, que los que proyectan, desconocen sus propios pensamientos y temores, y les es imposible saber lo incómoda que puede llegar a ser su actitud cuando proyectan un miedo. Además, se sienten heridos por los otros. La causa de esto es el ego que se superpone a todo lo demás, dominando las emociones y pensamientos. Así, al proyectar, lo hacemos desde el ego solamente sin contar con la verdad que existe en el otro, sino sólo con la nuestra. Además, nos equivocamos creyendo que ambos somos iguales, sin pensar que cada uno tiene unos miedos diferentes.
Algunas personas son especialmente propensas a recibir proyecciones ajenas. Quizá porque son menos capaces que otras, de asumir el propio deber moral por sí mismos y encuentran, sin pretenderlo, a otros que teman por ellos y se preocupen en su lugar. Cuando los demás les recuerdan ciertas normas, estas personas sienten que vuelven al redil y continúan adelante, con la presencia invisible de lo correcto en la memoria. De otra manera, es posible que perdieran el norte, ya que suelen tener su propia visión de lo que la sociedad dictamina como adecuado. Suelen ser aquellos que a veces se saltan las reglas o que actúan según su criterio, algo que no está muy bien visto socialmente y que suele ser el mejor caldo de cultivo para las proyecciones ajenas, pues son personas que llaman la atención por sus peculiaridades o su forma diferente de vivir la vida.
Todos hemos sido víctimas de los miedos proyectados de otros y hemos llegado a creer que eran nuestros, cuando no es así. Para no ser víctima de una proyección, lo más importante es darte cuenta de que es la otra persona quien tiene miedo y no tú. Si no haces esto, puede que los miedos ajenos se conviertan en propios con el tiempo. En lugar de devolver la acusación con la misma agresividad o impertinencia, (lo que provocaría sin duda un conflicto), es necesario que intentes hacer ver a la otra persona que sus miedos proceden en realidad de su interior y no de un peligro real. El silencio suele ser la mejor respuesta, con él demuestras que no te afectan sus temores ni sus acusaciones. Al negarte a entrar en su juego inconsciente, le enseñas que es él o ella quien tiene un problema y no tú.
Artículo publicado en Psicología práctica
Mar Cantero Sánchez
Escritora, coach y asesora literaria

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