REGISTROS AKASICOS

"La siesta de Einstein fue un viaje a los archivos akásicos"
Eric Barone
"Estamos aprisionados en tres dimensiones y –por más que estudiemos, investiguemos y acumulemos conocimientos– nunca podremos trascender y crear lo nuevo. Es como estar siempre dando vueltas alrededor de lo mismo", reflexiona, misterioso, Eric Barone, creador de un sistema que denomina terapia akásica.
Barone nació en Francia, pero vive en la Argentina desde hace 18 años. En la última Feria del Libro porteña presentó una serie de obras sobre el tema. Pero su primera profesión fue la de intérprete y profesor de guitarra clásica. "Siempre tuve profundas inquietudes espirituales, y a los 20 años comencé a investigar las posibilidades de la hipnosis para el desarrollo interior. Observando a mis alumnos, advertí que bajo el efecto hipnótico aprendían rápidamente y desarrollaban propuestas sumamente originales. Entonces pensé que la tarea de mi vida era despertar al superhombre que duerme en el interior de cada uno de nosotros, como creía", apunta.
–¿Cómo descubre la hipnosis?
–Estaba en la escuela primaria y un día visitó el colegio un mago que incluía entre sus números uno que consistía en dormir a un alumno de tal forma que su cuerpo quedaba rígido y podía quedarse acostado sobre los respaldos de dos sillas. Como si fuese la tabla de una mesa o un puente. "¿Cuál es el truco?", pregunté. "No hay truco –me respondió un maestro–. Tu compañero está hipnotizado." Estudié el tema y 20 años más tarde pude presentarme en sociedad...
–¿Qué pasó?
–Casi todos hablaron de mí. La radio y televisión francesa, L’Express, incluso Paris Match me dedicó una página. El 13 de octubre de 1983 cité a la prensa en los salones de la Torre Eiffel para presentar los primeros conductores del mundo que aprendieron a manejar en estado hipnótico. Luego lo apliqué al aprendizaje de idiomas y soy un buen ejemplo: años más tarde, estando en Barcelona, aprendí a hablar español en un mes. En eso estaba cuando descubrí algo increíble: los registros akásicos.
–¿De qué se trata?
–Algo así como una enorme galería de espejos donde todo está reflejado, nuestra vida, los adelantos científicos, las grandes obras de arte, soluciones increíbles a problemas que todavía ni sospechamos.
–¿Quién los creó?
–Eso depende exclusivamente de usted. Puede ser Dios, Alá, Jehová, Brahma, un grupo de sabios celestes... Cada uno tiene su teoría, producto de lo aprendido o heredado.
–¿Usted quién cree que lo hizo?
–Tengo una teoría, pero no la voy a decir. Una de las primeras personas que hablaron de los archivos en Occidente fue Helena Petrova Blavatsky (1831-1891), una de las creadoras de la teosofía. Madame Blavatsky decía que durante siete años había estudiado en la India con una comunidad de mahatmas que le habrían revelado el secreto de los archivos. Luego, el famoso profeta dormido, el norteamericano Edgar Cayce (1877-1945), que cuando era niño aprendía sus lecciones durmiendo sobre sus libros. En su vida tuvo 14.305 visiones (lecturas, las llamaba). Cuando le hacían preguntas se autohipnotizaba y respondía. Durante la Segunda Guerra Mundial, los médicos le aconsejaron no seguir respondiendo porque el esfuerzo podía terminar con su vida. Pero Cayce continuó porque no podía abandonar a las madres que le preguntaban por la suerte de sus hijos en el campo de batalla. El 1º de enero de 1945 anunció que lo enterrarían el 5 de enero, y así fue.
–¿Se sabe quiénes pudieron acceder a los archivos akásicos?
–Siempre que se produce una ruptura epistemológica, su autor accedió a los archivos. Ejemplos, Leonardo da Vinci, Albert Einstein, Salvador Dalí, etcétera. Piense que Einstein era muy torpe de niño, un mal estudiante. Nada hacía pensar que enunciaría la teoría general de la relatividad. Una tarde se recostó en un sillón, cerró los ojos y vio a un hombre que viajaba a la velocidad de la luz. Despertó y comenzó a desarrollar las nuevas ideas que le generó esa imagen, y cambió el mundo. Yo no tengo dudas de que la siesta de Einstein fue un viaje a los archivos akásicos.
–¿Y qué es la terapia akásica?
–A veces enfrentamos problemas que no pueden resolver los sistemas convencionales. Recuerdo el caso de una mujer muy común que comenzó a tener alucinaciones y a sentir deseos de asesinar a su marido. Nos pusimos a investigar y descubrimos que tres meses atrás había instalado en su living un juego de sillones heredado de su abuelo. En uno de esos sillones, 80 años antes, se había cometido un crimen. Drama que la familia había ocultado celosamente.
–¿Cómo se dieron cuenta?
–Investigando las novedades producidas en la vida de esta mujer en los últimos tiempos. Era necesario que el crimen saliera a la luz para que dejara de sufrir. Pero a veces no es tan fácil, y hay que llevar al paciente a otras encarnaciones a través de secciones de hipnosis para averiguar la clave de sus miedos, en realidad, de un único miedo, el miedo a la muerte.
–¿Puede explicarlo más?
–Nací durante la Guerra de Argelia, en la que murieron 27 miembros de mi familia. Eso me hizo estudiar el miedo a la muerte, y así llegué a la conclusión de que es un atavismo con el que nacemos todos. Y que nuestra vida será según cómo lo resolvamos. En Tíbet, por ejemplo, toda la cultura lleva a enfrentar ese miedo asumiéndolo, y confiando en esa realidad que es la reencarnación, pero en Occidente tratamos de escapar desesperadamente. Sin embargo, todos sabemos que algún día tendremos que afrontarlo.
Luis Aubele
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=710230

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