Soltar sin transformar, Fanny Libertun


"Desapego significa dejar ir y el no apego significa simplemente dejar que las cosas sean”
- Sephen Levine

En un intento de comprender las leyes del funcionamiento de la vida psicológica, muchos decimos palabras tales como: “dejar ir”, “soltar”, “desapegarse”. Perfecto, está muy bien que sea así ya que debemos admitir que no puede ser saludable vivir en el pasado o pegotearse con las personas o los objetos. Pero el problema no estaría en estas acciones sino en que nos empecinamos en realizarlas cuando aún las cosas no están comprendidas o maduras. ¿De qué vale dejar a una persona si luego buscamos otra que se le parezca? ¿De qué vale perdonar si aún sentimos un enojo que nos supera? ¿De qué sirve hacer el esfuerzo de desapegarnos de los objetos si luego volveos a querer acumular otros distintos?

Por la forma en la que estamos “diseñados” cargamos patrones de energía en nuestra conciencia, cicatrices, surcos mentales, “autopistas antiguas” por las que tenemos la tendencia a circular, en resumen, tendencias que no son la totalidad de lo que somos nosotros, o sea... no son lo que somos en verdad. Estos surcos se ven cuando necesitamos hacer cambios y no los hacemos, cuando nos identificamos con pensamientos que nos indican: “no puedo... no sé... necesito a esa persona... o a esa droga que tanto me calma... ¡no confío!"

Los neurofisiólogos han descubierto que las vías neuronales en el cerebro se forman que cada vez que reaccionamos de una cierta manera - cayendo por ejemplo en patrones de enojo, o de depresión, fortaleciendo así el poder de esas vías. El resultado final es que la forma en que nos sentimos y el comportamiento que manifestamos en un momento dado es el resultado de las conexiones neuronales que operan bajo la superficie.

En el Vedanta, luego también en el Budismo, se describe el concepto “samskaras”, el prefijo “sam” significa: plan, planificación; y” kara” significa: la acción ejecutada o llevada a cabo. Los samskaras son fuertes impresiones en nuestra mente que generan creencias, actitudes y finalmente nuestro carácter. Estos samskaras se registran en uno de nuestros cuerpos sutiles creando así una tendencia a repetir estos actos una y otra vez.

Cuando ya los caminos neuronales (samskaras) se han establecido, nos movemos como autómatas siguiendo los cauces del mismo laberinto, reaccionando con los mismos patrones y sentimientos cada vez que nos encontramos en una situación que parece reflejar lo que el disparador original tiene establecido.

Los Samskaras son poderosos y esas impresiones acumuladas son, a diario, la razón por la que pensamos y sentimos en la forma en la que lo hacemos. Pero a pesar de saber esto intelectualmente, necesitamos hacer un trabajo profundo y constante en nuestras vidas si es que queremos dejar de ser eternamente los niños desvalorizados o abandonados, los “enojeros”, los tacaños, los mismos de siempre que somos nosotros mismos pero que tanto nos aburren.

La buena noticia es que el cerebro es tanto propenso a mantener las impresiones como fluido y muy maleable. Aunque a nosotros, los occidentales, nos cueste la paciencia y aceptar la espiritualidad que a todos nos pertenece, puede ser una muy buena combinación hacer terapia, meditar y usar cualquier herramientas psicológicas que nos ayuden a soltar lo que hay que soltar para vivir finalmente en el presente. Parafraseando a Levine, podríamos decir que el camino sería dejar ir sólo cuando pudimos ver la realidad, luego de aceptarla y de haber hecho otra cosa con ella.

Fanny Libertun
http://www.psicologiadelacompasion.org/

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