Virginia Gawel: Después del miedo al rechazo


Nos achicamos, deformamos, estiramos, replegamos… para no experimentar esa sensación tan temida. ¿Por qué? Primero, es un resabio que nos queda del mamífero que somos, y sobre todo de cuando era bebé: para ese entonces, ser rechazados podía implicar, instintivamente, el abandono y la muerte. Más tarde, el instinto gregario nos dijo que estar con otros significaba ser más fuertes (=tener más posibilidades de sobrevivir). Otra vez: rechazo= soledad= amenaza de muerte. Pero cuando evolucionamos… comprendemos que no es así! Podemos superar esas improntas primarias desde las que nos aterra el rechazo. Es más: si no lo hacemos nos sentimos morir de sobreadaptación. Y lo cierto es esto: el miedo al rechazo rige nuestra vida sólo mientras nos rechacemos a nosotros mismos. De cualquier rechazo podemos sobreponernos, salvo del seguir autorrechazándonos.

Cuando la persona se va desplegando y se legitima a sí misma, si está decidida a no renunciar a su real identidad, a no negociar lo innegociable, sentirá con zonas menos primarias de sí que ser rechazado podrá ser doloroso, pero no significa morir. Qué alivio! Es más: el rechazo de algunas personas, nos dignifica. Y a medida que nos alejamos de ellas quizás pasemos por períodos de duelo, reacomodamiento, soledad, pero poco a poco empezaremos a hallar un nuevo sabor: el de esa confianza íntima que no depende de la aprobación de nadie.Los miedos se van retirando como un planeta eclipsador, renaciendo nuestras refulgencias…

Entonces vamos haciendo nuevas elecciones, tenemos nuevos comportamientos que nos sorprenden a nosotros mismos y, con ello, aparecen personas que jamás se nos habrían acercado si hubiésemos seguido siendo aquéllos: los asustados de Ser. Gente que nos riega y que se deja regar por nuestras aguas. El rechazo, a partir de entonces, apenas arde un poquito (cuando arde), pero su escozor es bendito al lado de lo que nos significaba vivir comprimidos para caber en la expectativa ajena. Escuchemos cómo lo dijo, a su modo, María Elena Walsh, de pie ante sí misma:

Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.

Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.

Mi corazón estoy elaborando:
ordeno sufrimiento a su medida,
educo al odio y al amor lo mando.

Me autorizo a morir sólo de vida.
Me olvidarán sin duda, pero cuando
mi enterrado capricho lo decida.

Virginia Gawel
www.centrotranspersonal.com.ar

Comentarios

Entradas populares de este blog

Madres Tóxicas

DECRETO PARA PEDIR ,Conny Méndez

Constelaciones familiares: Ejercicio para la adicción