Honestidad, David Whyte

Se llega a ella a través de la puerta del dolor y la pérdida. Cuando no podemos penetrar nuestra mente, nuestra memoria o nuestro cuerpo, tampoco podemos ser sinceros con los demás, con nuestro mundo, con nosotros mismos. El miedo a la pérdida, en una forma u otra, es el motivador detrás de todas las deshonestidades conscientes o inconscientes. Todos hemos nacido para sentir miedo ante la pérdida, en todas sus formas, todos nosotros, a veces, nos sentimos amenazados o abrumados por la posibilidad de alguna desaparición, por lo tanto, estamos a sólo un paso de distancia de la deshonestidad. Cada ser humano vive íntimamente cerca de una puerta de revelación que no se atreve a cruzar. La honestidad radica en el entendimiento de nuestra relación cercana y necesaria con el hecho de no querer escuchar la verdad.
 La capacidad para decir la verdad es la capacidad de describir lo que sentimos al estar frente a esa inquietante puerta, ya que se trata de realmente atravesarla y convertirnos en ese hermoso y honesto guerrero espiritual. La honestidad no es la revelación de una verdad fundamental que nos da poder sobre la vida, sobre los demás o incluso sobre nosotros mismos, sino una robusta encarnación que se sumerge en lo desconocido, desvelando la vulnerabilidad de la existencia, en donde reconocemos la impotencia que sentimos, lo poco que realmente sabemos, el temor que sentimos ante la incertidumbre y el asombro que nos cautiva ante el generoso calibre de la pérdida que se le confiere incluso a la más normal de las vidas.
 La honestidad se basa en la humildad y de hecho, en la humillación, y en admitir exactamente en qué nos sentimos impotentes. La honestidad no se fundamenta en la revelación de la verdad, sino en la comprensión de qué tanto miedo sentimos de ella. Volvernos honestos es, en efecto, volvernos completa y robustamente encarnados en la impotencia. La honestidad nos permite vivir en el no saber. No conocemos la historia completa, no sabemos en qué parte de la historia estemos nosotros, no sabemos quién, en última instancia, esté haciendo mal o lleve la culpa hasta el final. La honestidad no es ninguna protección, la honestidad no es un arma que nos permita mantener alejada la pérdida y la inquietud, la honestidad es el diagnóstico externo de nuestra capacidad para poner los pies en la tierra de la realidad, la tierra más difícil de conquistar, el sitio en donde realmente habitamos, la viviente e inspiradora frontera en donde nunca se nos dio la opción de elegir entre la ganancia o la pérdida.
David Whyte

Fte: Presencia Consciente

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