Compasión, Fanny Libertun

“La verdadera compasión patea traseros, parte rostros y en ciertos días no es agradable. Si tú no estás listo para este fuego, entonces encuentras al maestro New Age de dulzura y luz, que sonríe todo el tiempo. Allí, aprendes a etiquetar a tu nuevo ego con términos espirituales altisonantes. Pero, aléjate de aquellos que practican la verdadera compasión porque ellos freirán tu trasero, amigo mío”.

-Ken Wilber

“La compasión es un verbo”, dice Thich Nhah Hanh, y tiene mucha razón. Sentir compasión no es escuchar sonar los violines en una noche de verano, ni ir por la vida poniendo cara de santo inmaculado todo el tiempo, ni regalar lo que nos sobra para dejar todo más limpio, no sólo la casa sino la conciencia.

Que no me hablen aquellos que piensan que no tienen "sombra", o que creen haber dominado todas sus “bajezas”… ¡No!, por experiencia lo digo, de ellos yo me cuido porque son los más cobardes, porque son los que se sirven a sí mismos y los que te clavan la daga cuando estás necesitando resguardo cuando lo que se está jugando va en contra de su propio ego.

En cambio prefiero a los que admiten que son cobardes y tienen miedo pero luego se tiran al agua para salvar a otros. Elijo a los que ponen límites y se animan a ser atacados por ello, a los que dicen que pueden poco pero cuando dan, lo dan todo. Me gustan los que me hacen dudar de mi misma -en el mejor de los sentidos- porque me enseñan siempre una nota más alta con respecto a la práctica concreta de los valores humanos más bellos. Además, siempre disfruto de la gente auténtica, la que sabe que está repleta de fallas y dificultades, me gustan porque son ellos los que una y otra vez me han prodigado un mimo, una palabra sabia o el consuelo necesario y porque me hacen sentir muy cómoda y a gusto en su presencia forjada de heridas y problemas. Me encantan los que se quedan solos por estar en contra de lo establecido cuando ello sirve a los fines de seguir conservando aquello que nos hace daño.

Muchas gracias Bet por compartirme las palabras de Ken Wilber.

© Fanny Libertun

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