Dejemos de Ser y empezemos a Ser

Me gustaría iniciar el presente artículo con una historia extraída de un libro de Osho (“El sendero del ZEN”):

Keichu, el gran maestro zen de la era Meiji era el abad de Tofuku-ji, un enorme templo de Kyoto. Un día vino a visitarle por primera vez el gobernador de Kyoto.
Su asistente le llevó la tarjeta de visita del gobernador, en la que se leía: “Kitagaki, gobernador de Kyoto”.
-No tengo nada que tratar con este tipo- dijo Keichu a su asistente-. Dile que se largue de aquí.
El asistente devolvió la tarjeta con sus disculpas:
-Ha sido culpa mía- dijo el gobernador.
Tomó un lápiz y tachó las palabras “gobernador de Kyoto”.
-Pregúntale otra vez a tu maestro.
-¡Ah! ¿Es Kitagaki?-exclamó el maestro cuando leyó la tarjeta-.Hombre, dile que pase.
Llevamos años, décadas, siglos viviendo una gran mentira. Mentimos a nuestros amigos, a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros familiares, a nuestros seres más queridos, nos mentimos a nosotros mismos, y todo esto sin darnos cuenta de ello. De todos modos es una mentira no muy conocida por la humanidad ya que está instaurada en nuestro ser, en nuestro subconsciente, y ha llegado a formar parte de nosotros y ha acabado adueñándose de nuestra mente.

Me estoy refiriendo a la careta que portamos día tras días, aquella máscara de falsa seguridad, de falsedad personal.

Un niño no es más que eso: un niño. Un trabajador de la obra no es más que eso: un trabajador de la obra. Un profesor igual, y así con todos los oficios que os podáis imaginar, por poner un ejemplo. El afán del ser humano por etiquetar todo aquello que observa, ve y crea lo ha llevado integrar esa etiqueta superficial en el interior de las personas.
La parte más bonita de una persona, es aquella que contiene la esencia, su ser, y éste se encuentra ahora mismo bajo una gruesa capa de polvo que se ha ido depositando a lo largo de los años debido a esa careta que antes mencionaba.

Esos ideales que se nos han venido imponiendo de que “Si no eres alguien importante no eres nadie.” han ido mermando poco a poco la capacidad del ser humano de mostrar su verdadera forma de ser.

Se ha llegado a tal extremo que, por ejemplo, un estudiante es un estudiante en clase, lo es también en casa, con la familia, con los amigos, etc. Ése estudiante es incapaz de quitarse de encima la pegatina calificativa de “Estudiante”. ¿Por qué? , posiblemente os preguntéis.

La respuesta es muy fácil y ya os la he dado: Porque si no se empieza con una buena carrera para poder llegar a tener un buen trabajo y así acabar siendo la persona más conocida sobre la faz de la tierra no se es nadie, absolutamente nadie.

Poned sobre una balanza en el platillo derecho los logros académicos/profesionales/sociales y en el otro
La satisfacción de poder vivir siendo como uno realmente es, sin miedo a represalias por la forma que tenga uno de pensar y/o de ser. Eso es vivir en libertad, lo demás son burdas ilusiones, espejismos sociales creados por nosotros y que ahora nos toca luchar contra ellos.

Es por eso que os invito a que mostréis vuestro verdadero ser, que dejéis fluir todo aquello que ha quedado preso bajo un simple calificativo.

Cuando vayáis a hablar con alguien pensad: ¿Con quién queréis hablar, con la persona o con su título?, ¿Queréis hablar con el gobernador o con Kitagaki?

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http://hermandadblanca.org/2010/11/08/dejemos-de-ser-y-empezemos-a-ser/

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