conciencia
Cuál es aquel ojo que ve a las demás cosas como se ve a sí mismo? Aquel que en sí mismo ve todas las cosas, y él mismo es todas las cosas.Giordano Bruno
Muchas veces el lenguaje nos juega malas pasadas, pues con el tiempo las palabras han ido ganando nuevos significados y perdiendo otros, por eso se hace necesario redefinir el significado de algunos términos, para asegurar que todos hablamos de lo mismo y no de conceptos diferentes. Este es el caso de la palabra “conciencia”, quizá uno de los conceptos que más significados tiene en función del ámbito donde se utilice. Por eso se hace necesario revisar la gama de usos que tiene, empezando por el etimológico, que suele, muchas veces, arrojar luz sobre el sentido de las palabras.
Conciencia viene del latín conscientia que significa literalmente "con conocimiento" (cum scientia). Y según la RAE tiene varias acepciones: por un lado puede ser el conocimiento interior del bien y del mal; el conocimiento reflexivo de las cosas; la actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto; el acto psíquico por que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo, etc. Pero la definición más aceptada viene a decir algo así como: capacidad o propiedad del ser humano (o espíritu humano) de verse y reconocerse con todas sus características, así como las modificaciones que experimenta y ser capaz de tener un juicio propio sobre todo ello. Podríamos entenderlo mejor si buscamos su opuesto, que es el inconsciente (y el subconsciente), es decir, todo lo contrario de conciencia: un perder el sentido, no darse cuenta, no estar presentes con nuestra atención, lo que todos conocemos por inconsciencia, lo cual no significa que no afecte a nuestro comportamiento, muy al contrario, al inconsciente van a parar los conflictos no resueltos.
La confusión de lo que es la conciencia surge cuando en vez de hacer un uso cognitivo de ella, lo relacionamos con la moral y lo religioso, pues entonces pierde ese sentido de conocimiento de sí mismo, y pasa a ser una influencia, ajena a nosotros, pero que condiciona nuestro comportamiento, como por ejemplo: identificando conciencia con lo que nos dicta el corazón; también la premonición y el deja vu podrían entrar en esta clasificación, así como el Espíritu Santo, la voz de la conciencia, el espíritu navideño, etc. El concepto que vamos a ver no se refiere a esto, aunque, por supuesto, está relacionado.
Llegado a este punto, ya nos podemos preguntar si cada uno de nosotros, personas normales, tenemos o no conciencia, y si la tenemos, hasta qué punto, hasta dónde abarca ¿Necesitamos, como aseguran algunos autores, despertar la conciencia? ¿Qué tipo de conciencia?
La psicología distingue varios tipos de conciencia, veamos:
Conciencia individual: Es la conciencia de uno mismo pero en relación al entorno y como este lo puede perjudicar o favorecer, estableciéndose criterios de lo que es bueno o malo en este sentido. Da origen al instinto de supervivencia.
Conciencia social: Es como la anterior pero referida a los miembros de la comunidad, da como resultado el instinto de protección. Surge en el hombre la cooperación y la Inteligencia social.
Conciencia temporal o competente: Es una combinación de la conciencia individual y la social pero proyectada en el tiempo, mirando por el futuro. Es la llamada Inteligencia racional.
Conciencia emocional o empatía: Aquí entra en juego el deseo de no querer hacer daño emocional, con lo que se conjuga la conciencia de cómo el entorno, y la forma de actuar de uno mismo, puede afectar al estado emocional de la comunidad. Esto da nacimiento a la inteligencia emocional.
Las tres primeras no serían exclusivas del hombre, la cuarta sí, pero no con la misma facilidad y asiduidad de las otras, es decir, no es una conciencia que todos los hombres tengan bien despierta. Y si ese tipo de conciencia no lo tenemos todos bien desarrollada ¿qué ven o saben los que sí la han desarrollado? Es más ¿por qué pensar que esta clasificación es la única posible? ¿Y si hay un quinto y un sexto tipo de conciencia? Todo esto apunta a la existencia de un conocimiento sólo propio de los que han despertado a un espacio más amplio de conciencia.
Como expone Ignacio Gómez de Liaño en una entrevista (con motivo de la publicación de su libro Viajeros hacia la Utopía), ya la Biblia dice que “el que aumenta el conocimiento, aumenta también el sufrimiento”, no sólo por el esfuerzo que requiere el conocimiento, sino porque el que sabe algo más que los demás y es consciente de ello, sufre porque los demás no se dan cuenta y ni siquiera están interesados en ello. Es la soledad a la que apuntaba también Jung en su libro Recuerdos, sueños y pensamientos, cuando dice “(...) las cosas que a uno le parecen importantes no puede comunicarlas a los demás (...)”
Pero soledades a parte, parece que esta nueva conciencia toma unos derroteros muy concretos, coincidiendo con lo que Eckhart Tolle expuso hace pocos meses en el Foro de la Excelencia de Barcelona, bajo el lema El despertar de la Conciencia. Él habló de la transformación de la conciencia humana como algo nuevo que ha ocurrido a muy pocas personas en el pasado, y que ahora se dan las circunstancias favorables para que eso suceda en mucha gente. Exponer sus ideas sobre esto sería tema para otro artículo, pero sí resulta interesante apuntar que la conciencia de la que él habla se desmarca del acto de pensar, no la identifica con la mente, liberándola de los condicionamientos del pasado con su carga de recuerdos, y de las fantasías que proyectamos en el futuro buscando una felicidad que no llega, pues todo ello nos arrebata el momento presente, único lugar donde puede expresarse esta nueva conciencia libre y creativa.
La psicología no es ajena a estos nuevos descubrimientos de la conciencia, investigadores como John Kounios y Mark Jung-Beeman, neurólogos de la Universidad estadounidense de Drexden y Universidad Northwestern ya la califican como inteligencia creativa, propia de artistas y genios. ¿Quién no quiere despertar a la nueva conciencia?
Blas Cubells Villaba
http://www.blascubells.com/Articulos/Despertar_Conciencia.htm
Muchas veces el lenguaje nos juega malas pasadas, pues con el tiempo las palabras han ido ganando nuevos significados y perdiendo otros, por eso se hace necesario redefinir el significado de algunos términos, para asegurar que todos hablamos de lo mismo y no de conceptos diferentes. Este es el caso de la palabra “conciencia”, quizá uno de los conceptos que más significados tiene en función del ámbito donde se utilice. Por eso se hace necesario revisar la gama de usos que tiene, empezando por el etimológico, que suele, muchas veces, arrojar luz sobre el sentido de las palabras.
Conciencia viene del latín conscientia que significa literalmente "con conocimiento" (cum scientia). Y según la RAE tiene varias acepciones: por un lado puede ser el conocimiento interior del bien y del mal; el conocimiento reflexivo de las cosas; la actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto; el acto psíquico por que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo, etc. Pero la definición más aceptada viene a decir algo así como: capacidad o propiedad del ser humano (o espíritu humano) de verse y reconocerse con todas sus características, así como las modificaciones que experimenta y ser capaz de tener un juicio propio sobre todo ello. Podríamos entenderlo mejor si buscamos su opuesto, que es el inconsciente (y el subconsciente), es decir, todo lo contrario de conciencia: un perder el sentido, no darse cuenta, no estar presentes con nuestra atención, lo que todos conocemos por inconsciencia, lo cual no significa que no afecte a nuestro comportamiento, muy al contrario, al inconsciente van a parar los conflictos no resueltos.
La confusión de lo que es la conciencia surge cuando en vez de hacer un uso cognitivo de ella, lo relacionamos con la moral y lo religioso, pues entonces pierde ese sentido de conocimiento de sí mismo, y pasa a ser una influencia, ajena a nosotros, pero que condiciona nuestro comportamiento, como por ejemplo: identificando conciencia con lo que nos dicta el corazón; también la premonición y el deja vu podrían entrar en esta clasificación, así como el Espíritu Santo, la voz de la conciencia, el espíritu navideño, etc. El concepto que vamos a ver no se refiere a esto, aunque, por supuesto, está relacionado.
Llegado a este punto, ya nos podemos preguntar si cada uno de nosotros, personas normales, tenemos o no conciencia, y si la tenemos, hasta qué punto, hasta dónde abarca ¿Necesitamos, como aseguran algunos autores, despertar la conciencia? ¿Qué tipo de conciencia?
La psicología distingue varios tipos de conciencia, veamos:
Conciencia individual: Es la conciencia de uno mismo pero en relación al entorno y como este lo puede perjudicar o favorecer, estableciéndose criterios de lo que es bueno o malo en este sentido. Da origen al instinto de supervivencia.
Conciencia social: Es como la anterior pero referida a los miembros de la comunidad, da como resultado el instinto de protección. Surge en el hombre la cooperación y la Inteligencia social.
Conciencia temporal o competente: Es una combinación de la conciencia individual y la social pero proyectada en el tiempo, mirando por el futuro. Es la llamada Inteligencia racional.
Conciencia emocional o empatía: Aquí entra en juego el deseo de no querer hacer daño emocional, con lo que se conjuga la conciencia de cómo el entorno, y la forma de actuar de uno mismo, puede afectar al estado emocional de la comunidad. Esto da nacimiento a la inteligencia emocional.
Las tres primeras no serían exclusivas del hombre, la cuarta sí, pero no con la misma facilidad y asiduidad de las otras, es decir, no es una conciencia que todos los hombres tengan bien despierta. Y si ese tipo de conciencia no lo tenemos todos bien desarrollada ¿qué ven o saben los que sí la han desarrollado? Es más ¿por qué pensar que esta clasificación es la única posible? ¿Y si hay un quinto y un sexto tipo de conciencia? Todo esto apunta a la existencia de un conocimiento sólo propio de los que han despertado a un espacio más amplio de conciencia.
Como expone Ignacio Gómez de Liaño en una entrevista (con motivo de la publicación de su libro Viajeros hacia la Utopía), ya la Biblia dice que “el que aumenta el conocimiento, aumenta también el sufrimiento”, no sólo por el esfuerzo que requiere el conocimiento, sino porque el que sabe algo más que los demás y es consciente de ello, sufre porque los demás no se dan cuenta y ni siquiera están interesados en ello. Es la soledad a la que apuntaba también Jung en su libro Recuerdos, sueños y pensamientos, cuando dice “(...) las cosas que a uno le parecen importantes no puede comunicarlas a los demás (...)”
Pero soledades a parte, parece que esta nueva conciencia toma unos derroteros muy concretos, coincidiendo con lo que Eckhart Tolle expuso hace pocos meses en el Foro de la Excelencia de Barcelona, bajo el lema El despertar de la Conciencia. Él habló de la transformación de la conciencia humana como algo nuevo que ha ocurrido a muy pocas personas en el pasado, y que ahora se dan las circunstancias favorables para que eso suceda en mucha gente. Exponer sus ideas sobre esto sería tema para otro artículo, pero sí resulta interesante apuntar que la conciencia de la que él habla se desmarca del acto de pensar, no la identifica con la mente, liberándola de los condicionamientos del pasado con su carga de recuerdos, y de las fantasías que proyectamos en el futuro buscando una felicidad que no llega, pues todo ello nos arrebata el momento presente, único lugar donde puede expresarse esta nueva conciencia libre y creativa.
La psicología no es ajena a estos nuevos descubrimientos de la conciencia, investigadores como John Kounios y Mark Jung-Beeman, neurólogos de la Universidad estadounidense de Drexden y Universidad Northwestern ya la califican como inteligencia creativa, propia de artistas y genios. ¿Quién no quiere despertar a la nueva conciencia?
Blas Cubells Villaba
http://www.blascubells.com/Articulos/Despertar_Conciencia.htm
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