No confundir egoismo con justicia, Francisco de Sales
En mi opinión, el egoísmo está tan rodeado de negatividad, tan demonizado, y le hemos cargado tanto de pecado, que evitamos a toda costa cualquier ocasión en que podamos rozarlo, para no dar opción a que nos clasifiquen como egoístas, y evitar eso que mal se denomina “egoísmo” nos penaliza con todas las connotaciones tan cargadas de pesadumbre y culpa que ello conlleva.
Por otra parte está ese error de interpretación religiosa del amor a uno mismo –amor PROPIO-, y al cuidado de uno mismo, que son derechos y obligaciones personales, pero que pueden llevar a la interpretación errónea de que eso sea egoísmo, y antes de ser culpabilizado de tamaño “sacrilegio” piensa uno –inconscientemente- que es mejor ceder lo nuestro y contentar al otro
Así que en muchas ocasiones renunciamos a nuestros derechos para que no podamos ser tachados de egoístas -¡Qué preocupación tan absurda!- y cometemos una tremenda injusticia contra nosotros negándonos lo que nos corresponde, o cediendo, innecesariamente, lo que es nuestro.
Sugiero la revisión personal de este asunto porque se convierte en algo bastante perjudicial para quien no lo tiene claro.
Defender las propiedades y derechos propios es un acto absolutamente lícito, y hacerlo no nos obliga a tener que dar explicaciones, ni a justificarnos, y hacerlo no es un pecado, ni una descortesía, ni un delito.
Cuando uno da en demasía –para no parecer egoísta- está siendo absolutamente injusto consigo mismo porque se está privando de sus derechos y está agrediendo a su dignidad. No está siendo equilibrado y justo.
Ser “egoísta”, tal como se interpreta en el sentido peyorativo de la palabra, es en la mayoría de los casos un acto de Amor Propio, de respeto a Uno Mismo y a su integridad personal, una acto de nobleza, y de honestidad.
“Tus derechos terminan donde comienzan los míos”. Ya conoces la frase y su significado. Lo interesante es que los otros también la conozcan, así que recuérdala y sácala a la luz cada vez que sea necesario, cada vez que tengas la sensación de que alguien va a abusar de tu bondad, o que te chantajean con la acusación de “eres un egoísta”.
A fin de cuentas, cuando alguien te llama egoísta no quiere decir que tenga razón, simplemente es una opinión. La misma opinión que tú puedes tener del otro.
Por ejemplo, si alguien te pide, o te impone, que le hagas un favor del que se va a beneficiar pero, en cambio, te va a perjudicar a ti, tienes la ocasión de negarte a hacerlo –si es tu deseo- con una razón absolutamente convincente, y es que si te niegas y por ello te llama egoísta, tú puedes rebatirle que el egoísta es él, que para verse beneficiado te perjudica a ti. Eso sí que es puro egoísmo.
A veces, algunas personas hacen una especie de chantaje emocional diciendo, más o menos, que si les quieres o si les aprecias hagas lo que te piden. La respuesta en este caso –si es que a ti no te apetece o no te interesa hacerlo- es, más o menos, “Si tú me quieres o me aprecias, no me pidas hacer algo que no me apetece o que va en contra de mis deseos o intereses”.
Conocer lo que es la asertividad, y aplicarla en estos casos, es excelente.
Defender los derechos e intereses propios es un derecho de justicia, y es conveniente no admitir que nadie esgrima la acusación de “egoísta” en estos casos.
No hay que confundir egoísmo con justicia.
Si uno decide no complacer a otra persona, o no hacer algo que considera abusivo, está en su pleno derecho.
Y no ser tonto no quiere decir ser egoísta.
Así que menos aceptar incondicionalmente las acusaciones de los otros, no permitir que intenten conseguir que nos sintamos mal “por ser tan egoístas”, y a defender nuestros derechos cuando van a ser pisoteados.
El insulto sólo produce efecto cuando se acepta. No lo aceptes cuando te llamen egoísta.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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