Joan Garriga, Ejercicio sobre la presencia de los padres en el interior de cada uno:

Consiste, inicialmente, en descruzar las piernas, cerrar los ojos y centrarse, es decir, tomarse un tiempo para reconocer un centro en cada uno, un lugar interior imaginario exento de pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales. Después hay que imaginar el momento en que se conocieron nuestros padres, cuando se miraron y se gustaron, cuando se sintieron movidos el uno por el otro, cuando, impulsados por el deseo, disfrutaron de los juegos del amor. Ahí se inició el engranaje de nuestra vida. Podemos experimentarnos como pequeñas células, fruto del deseo de nuestro padre y nuestra madre, de la buena mirada entre ellos, del prodigio de su encuentro. Mucho más allá de los temores, de los conflictos, de las dificultades, de lo que sucediera a posteriori en la relación entre ellos o de ellos con nosotros, la fuerza de la vida se abrió camino a través de un hombre y una mujer, y surgió nuestro cuerpo. Cada uno debe percibir la sensación que produce en su cuerpo esta imagen, y si es una sensación agradable, debe dejarla crecer, cada vez más y más, más y más. Ahora ya tenemos una larga historia, somos adultos, y nuestro cuerpo tiene memoria. En él se encuentran presentes nuestro padre y nuestra madre. Y podemos percibir de qué manera están presentes cada uno de ellos, de qué manera nuestro cuerpo se encuentra abierto a la madre, en sintonía con ella, y de qué manera nuestro cuerpo se encuentra abierto y en sintonía con el padre. Sólo hay que prestar atención. Es probable que descubramos más presencia de uno que del otro. En ese caso, hay que explorar qué ocurriría si el que está menos presente lo estuviera más, cómo sería inundarse más de padre o de madre. Finalmente, hay que retener esas sensaciones durante un tiempo y, cuando se desvanezcan, abrir de nuevo los ojos.
Joan Garriga
Del libro "El buen amor en la pareja"
www.joangarriga.com

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