A la persona le aterra perder su ego , Ramiro Calle
Más allá de
si la vida tiene un sentido último, cada uno puede conferirle a la vida
el sentido, el significado y el propósito que quiera. ¿Qué vamos a hacer
con nuestra vida? Somos seres en evolución de instante en instante, y
si nos lo proponemos podemos mejorar y madurar. Empezamos a cambiar y
mejorarnos ahora o nunca, pues de otro modo incurrimos en la “enfermedad
del mañana”, y la vida se consume sin haber hecho nada por nuestro
mejoramiento ni por los demás.
El cambio
interior solo sobreviene mediante el esfuerzo bien dirigido, la
disciplina y el autoconocimiento. La senda hacia la liberación es
gradual y, como nadie puede recorrerla por uno, no existe otra
posibilidad que hollarla o seguir empantanado en el doloroso terreno de
la ignorancia.
En la
senda hacia la completa evolución de la conciencia, es necesario
trabajar sobre la mente para ordenarla, desarrollarla y purificarla. El
desarrollo de la conciencia suscita sabiduría y de la sabiduría nace la
compasión.
La conquista
de lo ilusorio para alcanzar la sabiduría liberadora es a través de la
virtud, la meditación y el entendimiento correcto, sin dejar de
revestirnos de la genuina humildad que nos alentará a seguir aprendiendo
sin cesar, puesto que somos aprendices en la senda hacia lo Inefable.
El que se
ejercita espiritualmente obtiene otro estado de conciencia que se
caracteriza porque ya no se deja afectar de igual modo por las
circunstancias y permite vivir la vida con sabiduría, simplicidad y
sencillez. El que logra establecerse en la esencia de la mente y no se
deja arrastrar por tendencias hacia el pasado ni hacia el futuro se
conecta, sereno y desasido, con lo que a cada momento surge y se
desvanece.
No es fácil
ser un verdadero librepensador y tener la capacidad de mirar más allá
del yo y del apego a las propias ideas y a los estrechos puntos de
vista. El trabajo está en ir transformando la mente y superando
patrones, esquemas y adoctrinamientos, así como toda suerte de esas
“zonas oscuras” que falsean el conocimiento y la percepción.
A la
persona le aterra perder su “egoidad”, cuando si se descorre el velo del
egocentrismo, uno se encuentra cara a cara con su verdadero yo real.
Muchos mueren por no querer ver morir a su ego y otros hallan la
verdadera vida cuando es su ego el que muere.
Desde la
perspectiva del ego todo se convierte en una contienda, un combate, un
escenario en el que afirmarse y vencer. Así es el ego. Nunca está
satisfecho y por eso nunca es feliz. Cuanto más ego, más vulnerabilidad,
intranquilidad, ansia y desvelos. Sin tanto ego uno comienza a ser más
dichoso. Hay que tener un ego maduro pero controlado, puesto al servicio
de la razón y la compasión.
En la
sociedad se valora a las personas por lo que tienen o aparentan, pero no
por lo que son. Al ponerse el énfasis en la personalidad, no se repara
en lo esencial. Los que así proceden son víctimas de ellos mismos de su
propia banalidad y viven de espaldas a su sol interior.
Si algo
necesita este mundo convulso es amor; si algo requiere esta sociedad
atrozmente competitiva y orientada hacia la posesividad y la hostilidad,
es compasión. La más alta posesión de un ser humano es poder contar
consigo mismo, desde la humildad y no desde la prepotencia, siendo
intrépido en la búsqueda interior, aprendiendo a vencerse a uno mismo,
poniendo el énfasis en desplegar lo que es beneficioso para todos.
Es un sabio
no el que acumula conocimientos, sino el que se libera de las ataduras
de la mente y supera las ilusiones del ego; es un sabio el que en su
propio corazón siente el corazón de todas las criaturas, sin perder su
eje de quietud; es un sabio el que se libra de las redes de la
ignorancia a través de experiencias profundas que lo transforman y
permiten que resplandezca su luz interior.
Ramiro Calle
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