Los frenos que nos ponemos solos, Fanny Libertun
De
niños nos concentramos con todos nuestros sentidos en lo que nos
interesa, sabemos intuitivamente lo que está ocurriendo a pesar de que
los adultos nieguen y tuerzan la realidad para así ocultar sus pecados,
para explicar lo inexplicable y no verse expuestos a su propia
ignorancia y para liberarse de la impotencia de no saber qué hacer a
veces con los jóvenes. Luego cargamos con los traumas de lo no dicho.
De niños sentimos todo con una intensidad que puede ser apabullante y en medio de esa enorme apertura a la vida grabamos, asentamos y escribimos en el cuerpo todo aquello que nos sucede con lo que parece un “marcador indeleble”. Como no tenemos mucha experiencia, carecemos de datos suficientes para procesar sanamente mucho de lo que nos sucede. La fórmula es GRAN APERTURA Y POCA EXPERIENCIA y resulta de ella una combinación cuyos resultados nos parecen difíciles de sanar.
Antes de que podamos liberarnos, tenemos que dejar de lado la idea de que la curación lleva un exceso de tiempo, es difícil, y requiere siempre del dolor; o sea…¡insostenible!. Sigmund Freud enseñó que nuestra programación infantil nos moldea para la vida, y es difícil, si no imposible, de ser superada. Bajo estas creencias, muchas veces fomentadas desde el ámbito académico de la psicología, presuponemos - a veces lo hacemos imperceptiblemente- que jamás podremos cambiar. Pero también fue Anna Freud, su propia hija, fue quien dijo que "las mentes creativas han sabido superar incluso la peor programación."
No sólo los artistas y los genios deben ejercer la creatividad, el desarrollo de esta cualidad nos compete a todos. El mejoramiento de nuestra vida podría ser simple si nos animamos a crear nuevas historias, si comprendemos que tenemos la habilidad de resurgir del pasado, si con honestidad no nos escudamos ni en el resentimiento ni en la fuerza de la ira para decir que no podemos cambiar. Creer que se puede es hacer que se pueda, confiar en que en verdad, se puede reactualizar todo tipo de patrones y situaciones del pasado en un tiempo mucho más corto de lo que llevó a crearlos. Nuestro verdadero yo, va más allá de la programación que hemos aprendido. Como seres espirituales, nuestra naturaleza de sabiduría y la capacidad de sentir amor, nos dan la fuerza para trascender los límites que nosotros mismos nos hemos impuesto.
© Fanny Libertun
De niños sentimos todo con una intensidad que puede ser apabullante y en medio de esa enorme apertura a la vida grabamos, asentamos y escribimos en el cuerpo todo aquello que nos sucede con lo que parece un “marcador indeleble”. Como no tenemos mucha experiencia, carecemos de datos suficientes para procesar sanamente mucho de lo que nos sucede. La fórmula es GRAN APERTURA Y POCA EXPERIENCIA y resulta de ella una combinación cuyos resultados nos parecen difíciles de sanar.
Antes de que podamos liberarnos, tenemos que dejar de lado la idea de que la curación lleva un exceso de tiempo, es difícil, y requiere siempre del dolor; o sea…¡insostenible!. Sigmund Freud enseñó que nuestra programación infantil nos moldea para la vida, y es difícil, si no imposible, de ser superada. Bajo estas creencias, muchas veces fomentadas desde el ámbito académico de la psicología, presuponemos - a veces lo hacemos imperceptiblemente- que jamás podremos cambiar. Pero también fue Anna Freud, su propia hija, fue quien dijo que "las mentes creativas han sabido superar incluso la peor programación."
No sólo los artistas y los genios deben ejercer la creatividad, el desarrollo de esta cualidad nos compete a todos. El mejoramiento de nuestra vida podría ser simple si nos animamos a crear nuevas historias, si comprendemos que tenemos la habilidad de resurgir del pasado, si con honestidad no nos escudamos ni en el resentimiento ni en la fuerza de la ira para decir que no podemos cambiar. Creer que se puede es hacer que se pueda, confiar en que en verdad, se puede reactualizar todo tipo de patrones y situaciones del pasado en un tiempo mucho más corto de lo que llevó a crearlos. Nuestro verdadero yo, va más allá de la programación que hemos aprendido. Como seres espirituales, nuestra naturaleza de sabiduría y la capacidad de sentir amor, nos dan la fuerza para trascender los límites que nosotros mismos nos hemos impuesto.
© Fanny Libertun
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