Mi Dios es un amoroso sanador, Eduardo H. Grecco


Creo en un Dios de amor y no de revelación
Creo en un Dios de liberación y no de dependencia
Creo en un Dios de unidad y no de castigo
Creo en un Dios que sabe comprender nuestros extravíos
Que acepta cada uno de nuestros pecados y miserias
Que no se enoja con nuestra lujuria, aunque nos incite a la castidad
Que no desprecia nuestra gula, aquella que nos aleja de la templanza,
Que ríe de nuestra soberbia y nos señala el camino de la humildad,
Que nos prefiere generosos, pero no nos rechaza avaros,
Que respeta nuestra ira, pero fomenta nuestra paciencia,
Que nos empuja a la caridad, pero no reprocha nuestra envidia,
Que tolera nuestra pereza, aunque nos prefiere diligentes.
Creo en un Dios que sabe de nuestra humanidad,
Que sólo se preocupa cuando dejamos de ser nosotros mismos,
cuando retrocedemos o no avanzamos por nuestro camino
o por nuestros propios píes;
cuando huimos por miedo a la experiencia que nos da el aprendizaje,
o por orgullo a las caricias que nos muestran vulnerables.
Creo en un Dios de amor que nos empuja a amar con la certeza de nuestros amores imperfectos
Que nos lleva a buscar en los amores de esta vida el amor de las vidas
Que no nos deja a solas
Que nos sostiene y asiste en toda travesía
Que no hace nuestro trabajo pero no deja de enseñarnos como hacerlo,
Que nos da conversación y nos pone algún CD
si sentimos el anhelo de estar acompañados
Creo en un Dios todo en todos y para todos
Creo en un Dios de paz y compasión
Creo en un Dios cercano y a la mano.
Tal vez este equivocado, pero espero que,
cuando vuelva a verlo cara a cara,
pueda mostrarle, junto a eso que llaman mis pecados,
las veces que pude ser valiente en cada tramo de mi vida,
las veces que, aún desgarrado y confundido,
puse cuerpo a la adversidad y al desafío.
Las veces que me atreví a fluir en los abrazos
que enfrenté los límites para vivir lo que mi alma proponía,
que tendí la mano a quién necesitaba ayuda,
que acepte apoyo agradecido.

Creo en un Dios bipolar en mi conciencia
A veces omnipotente, a veces compasivo
A veces tan lejano, a veces tan cercano
Pero siempre humano.
Siempre un amoroso sanador.

Eduardo H. Grecco

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