Oración de Paramahamsa Yogananda
¡Oh infinito insondable, sin nacimiento ni principio! Aunque remoto e inaccesible a los mortales, estas sin embargo cerca de ellos y te aman en tu aspecto de forma y término: la madre naturaleza, a través de cuyos ojos refulgentes el hombre puede asomarse al umbral de tu inocente misterio.
¡Oh Señora de gracias! Tus amplios ropajes celestes, no son jamás los mismos: tenue luminiscencia de la alborada; deslumbrantes rayos del mediodía. Miro extasiado tu rostro resplandeciente en el día por la fuerza vivificante del sol, y apacible en la noche, concediendo miradas serenas de luz de luna. En el hálito del viento mezclo mi aliento al tuyo. Siento tu cósmica energía en cada pulsación de mi ser y escucho tus pasos trabajando en la ley de la gravitación y reflexiono asombrado en tus actividades con las ondas electromagnéticas. Contemplo los poros de los cielos que, a causa de tu vida fatigosa, sudan copiosas lluvias; y miro la corriente de tu sangre que fluye roja en las cenas del hombre, clara como el cristal en los arroyos y azul transparente en los océanos
¡Oh voz del Espíritu Silencioso! ¡Oh Divino Ventrílocuo! Tu eco llega a mí en el sonido de las caracolas, en el redoble de tambor de los mares en marcha, en el arrullo de los pájaros y en el secreto zumbido de toda vibración. A la manera de oriente, con el debido ceremonial, te rindo culto ¡Oh Diosa de la generosidad inagotable! en el templo de mi mente toco campanas de armonía, pongo flores de devoción en el altar, enciendo cirios benditos de pensamiento y quemo incienso de amor.
¡Oh cósmica Deidad! Coronada diadema del arco iris, engalanada con la guirnalda de perlas de la Vía Láctea y en cuyos dedos brillas los diamantes de los planetas resplandecientes, ¡ante Ti me prosterno!
¡Oh Señora de gracias! Tus amplios ropajes celestes, no son jamás los mismos: tenue luminiscencia de la alborada; deslumbrantes rayos del mediodía. Miro extasiado tu rostro resplandeciente en el día por la fuerza vivificante del sol, y apacible en la noche, concediendo miradas serenas de luz de luna. En el hálito del viento mezclo mi aliento al tuyo. Siento tu cósmica energía en cada pulsación de mi ser y escucho tus pasos trabajando en la ley de la gravitación y reflexiono asombrado en tus actividades con las ondas electromagnéticas. Contemplo los poros de los cielos que, a causa de tu vida fatigosa, sudan copiosas lluvias; y miro la corriente de tu sangre que fluye roja en las cenas del hombre, clara como el cristal en los arroyos y azul transparente en los océanos
¡Oh voz del Espíritu Silencioso! ¡Oh Divino Ventrílocuo! Tu eco llega a mí en el sonido de las caracolas, en el redoble de tambor de los mares en marcha, en el arrullo de los pájaros y en el secreto zumbido de toda vibración. A la manera de oriente, con el debido ceremonial, te rindo culto ¡Oh Diosa de la generosidad inagotable! en el templo de mi mente toco campanas de armonía, pongo flores de devoción en el altar, enciendo cirios benditos de pensamiento y quemo incienso de amor.
¡Oh cósmica Deidad! Coronada diadema del arco iris, engalanada con la guirnalda de perlas de la Vía Láctea y en cuyos dedos brillas los diamantes de los planetas resplandecientes, ¡ante Ti me prosterno!
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