El fin del remordimiento, Virginia Gawel


 Uno tal vez crea que es el peor; que ha hecho las cosas MUY mal, y por ello se trata así: MUY mal: "¿Por qué tardé tanto en darme cuenta?". "Sólo yo pude haber sido tan ignorante (cobarde / estúpido / hiriente / mentiroso...)". Sobre todo cuando vamos llegando a la mitad de la vida, nuestro balance suele arrojar un altísimo saldo de yerros.


No deseo consolar; sólo quisiera avisar a quien así lo sienta que igual visión de sí describen quienes han tenido una lucidez remarcable. Hasta el mismo Dante comienza su «Divina Comedia» diciendo: «En el medio del camino de la vida / yo me encontraba en una senda oscura / en que la recta vía había perdido». Y empieza a transitar purgatorios e infiernos a PARTIR DE SU CONFUSIÓN. Y ese «medio del camino» es, justamente, la edad en que uno podría empezar a SER MÁS OBJETIVO CONSIGO MISMO Y CON LA VIDA.

Puede que mientras tanto, escale a un nivel de autojuzgamiento como el que tal vez jamás haya tenido para con nadie. De allí es que viene la palabra «remordimiento»: volver a morderse a sí mismo, una y otra vez. ¿Hasta cuándo? Hasta morir al «tendría que haber sido»: a un ideal que, si es un rígido modelo, nos condena a la autohumillación perpetua. Aceptar lo que SÍ FUE y apreciar nuestro esfuerzo por aprender del error. El cese del sufrimiento implica HACER LAS PACES ENTRE LO QUE UNO SÍ PUDO, LO QUE NO PODRÁ, Y LO QUE AÚN NECESITA INTENTARSE FERVIENTEMENTE.

Tal vez nos dé descanso comprender que nuestra alma necesitó de tanto desacierto, -y de tanto acierto- para ROTURAR NUESTRA CORAZA Y EMERGER, como semilla en la tierra. Los desaciertos se convierten en abono de la modestia y, junto con los aciertos, pueden señalar por dónde es la otra mitad del camino. Desde tal modestia quizás logremos permitir que esa porción de lo Sagrado sea quien direccione nuestra vida… atentos a que vendrán nuevos desaciertos (para los cuales necesitamos darnos permiso). Pero será más fácil capitalizarlos sin re-mordernos.
Virginia Gawel

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