‘Ordinariedad’ i-limitada, Chad Barber

Si exploras gentilmente tu experiencia en este momento,
notarás que hay un sentido de ‘ordinariedad’. Quietamente
sentado, hay pensamientos ocurriendo y algunas sensaciones en el
cuerpo. Es muy simple lo que tiene lugar en nuestra experiencia,
realmente. Si te sientes ‘dentro’ de este momento de una forma
sencilla, encontrarás un tipo muy básico de paz. No es nada
‘glamoroso’ ni particularmente especial o místico; es simplemente
este sentido de ser. Es muy ordinario.

Si te permites explorar esta ordinariedad, encontrarás que no
es tan sólo ‘tu’ ordinariedad; es la misma ordinariedad de la taza de
té que estás bebiendo, o la del viento que sopla, o tal vez la de un
poco de basura al costado del camino. No es nada en especial; sin
embargo, está viva. Es vívida y real.

Esto es Realidad. Simplemente este sentido de ‘ordinariedadahora’. Al parecer, lo que nos aparta del estar satisfechos con esto son tan sólo historias pensadas sobre un mundo imaginado y sobre el personaje que imaginamos ser. Lo Real, sin embargo, es tan sólo esto: las sensaciones, los sonidos, las cosas que ves. Simplemente.

De hecho, las historias pensadas están apareciendo en esta
ordinariedad. Son enteramente inofensivas en sí mismas: como el
sonido de fondo de un aparato de televisión prendido. Puede que
quedes atrapado en la telenovela que se está proyectando mientras
esperas que hierva el agua, y eso es divertido por un rato, pero
entonces regresas a picar verduras, mientras continúa resonando el
parlamento de la TV como sonido de fondo. De manera similar,
puede que mires las historias pensadas con más detenimiento y
quedes involucrado en ellas, o que descanses simplemente en este
espacio sencillo y ordinario en el cual todas esas historias están
ocurriendo, mientras la cháchara continúa automáticamente. Es
muy básico y pacífico.

A medida que comienzas a notar, más y más, que esta paz
ordinaria de ser es más real que tu imaginación, más sentido del
humor eres capaz de extraer de esas mismas historias. Aun cuando
la telenovela pueda ser entretenida, lo que verdaderamente
importa es picar las verduras y asegurarse de apagar el fuego
cuando el agua hierve. Y aun cuando puedas, por algunos minutos,
quedar absorto en la historia de amor proyectada en la pantalla,
difícilmente arruinarás tu cena si la pareja protagonista se separa.
Cuando se ve que esta básica y pacífica ordinariedad es el
sabor de este vacío presenciante, y que esa misma ordinariedad de
la conciencia diaria es la que nos permite hacer las compras y
preparar la cena y que, de hecho, yaestá vacía de cualquier ‘yo’, la
claridad empieza a surgir.

No hay necesidad de convertirse en algo especial, o de alcanzar
algo, o de tener experiencias místicas que, de algún modo, durarán
por siempre (¡suerte con ello!). Ver claro desde esta perspectiva es,
realmente, la unión de ordinariedad y vacuidad. Todo esto
continúa cotidianamente de una forma muy normal, pero no le
ocurre a nadie; ciertamente, a nadie en especial. Hay un gran
espacio para respirar, relajarse y estar vivo en el sentido más
básico.

Al descansar en esta ordinariedad, descubrimos que hay una
cualidad de ausencia de límites en ella: espaciosidad y libertad.
Hay también la certeza y la paz que vienen de no tener que crear o
lograr alguna realización o estado especial de la mente, los cuales
acabarían por desvanecerse, dejándonos deprimidos y confusos. Se
descubre que la ordinariedad i-limitada de Ser es, de hecho,
luminosa, y está disponible siempre, ¡aquí mismo, en nuestra
propia cocina!

Chad Barber

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