La importancia de la madre interna – El Duelo por lo Imperfecto, el encuentro con lo Incondicional – por Bethany Webster.
Si pensamos en nuestro desarrollo personal, la
relación con nuestra madre sirve como patrón para la relación con nosotras
mismas. Como hijas, absorbimos de nuestra madre información sobre lo que sentía
hacía ella misma, lo que sentía hacia nosotras, y lo que sentía hacia el mundo.
Aprendimos a tratarnos de la misma manera
que nuestra madre se trató a ella misma.
Nuestra tarea como mujeres conscientes radica en
transformar la madre interna dentro de nuestra psique creada a
partir de nuestra madre biológica con sus limitaciones humanas en la madre que
siempre necesitábamos y queríamos.
Podemos convertirnos en la madre que
siempre queríamos –hacia nosotras mismas.
De esta manera, somos capaces de aceptar las
limitaciones de nuestra madre externa, porque nuestra madre interna se
convierte en la madre primaria con la que podemos contar, de formas en que
quizás nunca hemos podido contar con nuestra madre externa. Nuestra madre sólo
podía amarnos de la manera que podía amarse a ella misma. En un momento dado,
debemos enfrentar el hecho de que nuestra madre no pudo y no va a poder
satisfacer nuestras necesidades de la manera que necesitábamos y queríamos.
Esto significa pasar por un proceso de duelo. Un duelo por la forma en que
tuvimos de compensar y sufrir la herida materna.
En el proceso de duelo, tenemos la oportunidad de
darnos cuenta del hecho de que si nos sentimos amadas o abandonadas no fue por
nuestra culpa. Sólo entonces podemos abandonar la lucha para demostrar nuestra
valía en el mundo. En el proceso de duelo, también podemos tener compasión por
nuestra madre y la carga que llevaba.
Al sanar tu madre interna, transformas tu
vida más allá de lo que puedas imaginar.
Al confrontar este dolor, podemos darnos cuenta
de que lo que pensábamos que era nuestro dolor es en realidad parte del dolor
de nuestra madre que nosotras hemos llevado por amor. Ahora podemos elegir
dejar esta carga. De esta manera, en lugar de atenuar nuestro sentimiento de
culpa, podremos sentir la confianza en nuestros cuerpos y en nuestros corazones
para así desarrollar un sentido de auténtica plenitud y amor propio.
Al convertirnos en la madre “suficientemente
buena” para nosotras mismas, nos liberamos no sólo a nosotras mismas, sino
también a todos aquellos que conforman nuestra vida.
Es un reto reconocer ante nosotras de que manera
no fuimos amadas en nuestra relación con nuestra madre. Al recordar y ver lo
cargada y abrumada que estaba pudimos pensar que éramos la fuente de su dolor.
Esta “hija culpable” puede mantenernos estancadas. Una forma de liberar nuestra
culpa es reconociendo la inocencia y legitimidad de nuestras necesidades infantiles.
Es una forma de liberarnos de la vergüenza y bautizarnos a nosotras mismas en
nuestra bondad y divinidad.
Una vez hemos atravesado el duelo por nosotras
mismas, entonces podemos comenzar el duelo por nuestras madres y por todas las
mujeres.
El duelo nos repone y nos fortalece.
Como mujeres, podemos sanar y darnos lo que
nuestras madres no nos podían dar. Podemos convertirnos en nuestra propia
fuente. El “dolor corporal” del colectivo femenino es sanado una a una. Y a
medida que el dolor corporal femenino se cura, lo mismo ocurre con el dolor de
la comunidad humana. Nuestra propia sanación no es sólo un regalo para nosotras
mismas, también lo es para el mundo.
La herida de la madre es una gran
oportunidad.
Conforme nos permitimos contactar con lo que se
siente como un hambre antigua, inagotable para una madre inagotable, nos damos
a luz a nosotras mismas en nuestra verdadera identidad – la matriz de luz- una
fuente inagotable, desbordante de amor y abundancia que no depende de las
circunstancias o condiciones. Entonces podemos vivir al servicio de lo que
realmente somos- el amor mismo.
Bethany Webster.
fte: Boletín Hermandad Blanca
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