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De
Verónica
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¿Por qué es tan difícil sostener una relación?
¿Por qué es tan difícil sostener una relación? Los cabalistas nos dicen que todo empieza con la historia de Adán y Eva, con el alma general asexual que fue dividida en una mitad masculina y una mitad femenina, y el desarrollo del ego vestido de serpiente.
No hay duda. Ellos conformaron la pareja más conocida y nombrada de toda la historia. Cantidades interminables de tinta y color fueron vertidas por los mejores creadores y autores en el intento de describir esta relación misteriosa. Ella, la seductora y la traicionera, una frívola que aparentemente incita al hombre a cometer actos indebidos. Él, el “padre de la nación”, la victima moral, un ser culto que no logra refrenar a su rebelde esposa y es tentado a pecar. O en una versión más femenina: ella, modesta y ascética, pura y casta, llena de remordimientos por lo que le causó a Adán. Y él, rudo e inmoral, la castiga y se venga por haber caído en la trampa en aquel día. Adán, Eva y la serpiente, sin duda el primer trío romántico en la historia.
Pero ¿qué fue lo que realmente ocurrió allí, detrás de bambalinas, en la historia de amor más famosa de todos los tiempos? ¿Puede ser que algo de esta historia antigua sea hoy relevante, de alguna forma, con respecto a la vida en la era moderna? Los cabalistas sostienen que aún hoy, la historia de Adán y Eva (en su significado cabalístico) influye de manera fundamental sobre nuestras relaciones amorosas.
COMENCEMOS DE UN PRINCIPIO
Según la Cabalá, en la realidad actúa una sola fuerza denominada “Creador”. Esta fuerza tiene una meta y un propósito: beneficiar, otorgar abundancia y causar placer. Para realizar su deseo, creó al creado: un alma general que puede recibir toda su abundancia. Esta alma es llamada por los cabalistas, el alma del “primer hombre” o abreviadamente: “Adam” (el nombre hebreo de Adán). Según lo escrito en la Biblia, al comienzo de l a Creación, esta alma “paseaba” alegremente en el paraíso, sólo que en cierto momento, el Creador decidió obrar.
“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda, en oposición a él” (Génesis 2, 19)
A pesar de que el número de interpretaciones de este versículo es tan largo como el número de granos de arena en la orilla del mar, el significado cabalístico de la “creación de la mujer”, como siempre, es un tanto diferente al usual.
En el estado primario en el que fue creada, el alma general era asexual, o sea, tanto masculina como femenina. En este nivel, su estado era como el de un bebé que recién sale a la luz del mundo. Él recibió la alimentación necesaria para vivir y desarrollarse, pero poseía deseos pequeños y era totalmente inconsciente de los procesos que se sucedían en él. Mientras el alma tenga apenas un deseo tan pequeño y subdesarrollado de recibir la abundancia, el Creador no puede llevar a cabo Su deseo original por el cual creó al creado desde un principio, y colmarlo de placeres que este desee.
Por lo tanto, el placer que el alma siente es limitado. En otras palabras, el componente principal que motiva los procesos espirituales es el anhelo, el deseo del creado de recibir la abundancia del Creador.
Sin este deseo, el alma nunca podrá completar la meta de su creación. Para acrecentar el deseo del alma, decide el Creador hacerla transitar por un trayecto especial de maduración en la “casa del rey” y enseñarle cómo recibir placer.
EQUIVALENCIA DE FORMA
Una de las leyes principales en la espiritualidad se llama en la Cabalá: “ley de equivalencia de forma”. Esta ley determina que para ser iguales al Creador, debemos asemejarnos a Él en nuestras cualidades; es decir, en nuestra actitud interna con respecto a la vida. En la medida en que logremos desarrollar en nuestro interior esta actitud hacia la realidad, entonces estaremos “transmitiendo en la misma frecuencia” y podremos llenarnos con la Luz Superior. Entonces, la relación que se desarrolla entre el Creador y el creado en el principio de la Creación, se basa en que el Creador es bueno y benefactor y quiere únicamente otorgarle al creado; sin embargo, la naturaleza del creado es su deseo de recibir este beneficio.
Para implementar la meta de la Creación, y llenarse de placer infinito, el creado debe combinar estas dos cualidades: la de recibir y la de otorgar. Para enseñarle al creado cómo hacerlo, el Creador divide el alma general en dos partes separadas: “mitad masculina” -cuyo atributo es el de otorgar- y “mitad femenina”, cuyo atributo es el de recibir. A partir de ese momento, la parte femenina es designada para recibir la abundancia del Creador, mientras que la parte masculina recibe el papel de hacer el esfuerzo de asemejarse al Creador. Sólo en la medida en que las dos partes cooperen y se unan entre ellas, podrán crear un recipiente (Kli o vasija) común y perfecto en el que la Luz Superior podrá permanecer.
SIMPLEMENTE UNA MUJER QUE QUERÍA AMOR
La historia de Adán y Eva es un ejemplo excelente de la forma en la que la sabiduría de la Cabalá alumbra con una nueva luz los procesos que nos parecen conocidos, y nos explica que su significado es completamente distinto a lo que creíamos.
De manera similar, “el árbol de la sabiduría” simboliza el deseo de Adán y Eva de recibir el placer que aún no están autorizados para recibir en esta fase del trayecto de preparación espiritual (en la Cabalá, el significado de “comer” es recibir Luz). Como aún no están suficientemente maduros, el temor era que el recibimiento del pl acer prohibido los volverá a “tirar abajo” nuevamente al dominio del ego.
Por lo tanto, se les “prohibió comer del árbol” Y tan es así, que en la primera fase la prohibición fue mantenida exitosamente. Adán no come del fruto del árbol y él y Eva continúan viviendo placenteramente en el jardín del Edén. No obstante, el Creador está interesado en que ellos avancen en el proceso y no se planten en el lugar, y para eso recluta al “más astuto de todos”: a la “serpiente”.
Aquí también la sabiduría de la Cabalá nos conduce a una introspección y nos explica que la “bíblica serpiente” no es el animal que conocemos de la familia de los reptiles, sino, por supuesto, la referencia a la “serpiente” que se encuentra en cada uno de nosotros, ese ego astuto del que todos caemos prisioneros.
Pero en el camino de la serpiente, se presenta el hombre, al cual le fue entregado el control sobre la “llave del placer”. Tal como hemos dicho, Adán y Eva pueden recibir la Luz del Creador únicamente al equiparar la forma de sus atributos a los del Creador. Entonces, ¿qué puede hacer la serpiente? Conociendo la naturaleza de la parte femenina del alma general, de Eva, la serpiente la seduce a provocar a Adán para que pruebe del fruto prohibido. En el sentido cabalístico, la serpiente convence a Adán a recibir la Luz del Creador a pesar de que aún no está preparado para ello. Tal como obraría un consejero matrimonial ingenioso, la serpiente usa el deseo de Eva de unirse con Adán en un lazo eterno y completo, y la convence sobre la existencia de un camino para recibir este placer sin límites, ya mismo. “Si Adán se atreviera más y exigiera ya el placer prometido por el Creador, aun antes de finalizar el plan de preparación espiritual”, susurra dulcemente la serpiente, “los dos podrán recibir el placer añorado”.
El fin es conocido y sabido. Eva recurre a Adán y lo persuade de recibir la abundancia. Adán decide intentar recibir todo el placer sin límites o cálculos, y al hacerlo se descubre que aún no están preparados para implementar su propósito.
Adán y Eva se llenan de un gran placer efímero, se dejan llevar por él y lo prefieren en lugar de la conexión con el Creador.
Como resultado de esto, su actitud con respecto al Creador se invierte y pierden el contacto con Él.
A consecuencia del “pecado”, son echados del jardín de Edén: pierden su grado espiritual y decaen hasta el grado terrenal llamado “este mundo”. En el lenguaje cabalístico, este proceso se conoce con el nombre de “pecado del primer hombre”, o “rompimiento del alma del primer hombre”.
Según la Cabalá, nuestras almas están constituidas de fragmentos de esas dos almas originales - masculinas y femeninas respectivamente- y el “antiguo pecado”, constituye la raíz de nuestra realidad: una realidad en la que el hombre y la mujer están desconectados, separados y no se entienden entre ellos.
DE REGRESO AL FUTURO
El proceso que ocurre hoy en el núcleo familiar, es el resultado directo de la erupción del ego humano en nuestra generación. “Lo más estable en la vida moderna es la inestabilidad”, dijo recientemente el profesor en sociología Oz Almog en una entrevista.
“Nos vemos obligados a cambiarlo todo, desde los muebles hasta la pareja, de tal forma que nos acostumbramos a no ser leales, lo que afecta también la vida matrimonial. La primera fase en el matrimonio es la fase de la euforia, y después de un año o dos comienza una fatiga de la materia y llega el aburrimiento. En la generación joven, esto empieza más temprano entonces le hacen zapping a la pareja. Cambian a la pareja cuando se cansan”. Las últimas encuestas publicadas afirman este argumento: una de cada tres parejas en Israel se divorcia.
DOBLE O NADA – LA SOLUCIÓN
En principio, la pareja debe reconocer la existencia de la serpiente entre ellos, entender que el ego destructivo es el que los conduce de un fracaso al otro y destruye la relación. Parece simple y, sin embargo, el problema radica en que el reconocimiento de la serpiente malévola entre nosotros, como raíz de todo el mal, se olvida fácilmente, y la sensación de enajenación en la pareja vuelve a apoderarse de las relaciones. Por lo tanto, los cónyuges deben tener la responsabilidad de mantenerse alerta siempre y enfrentar constantemente el astuto ego.
En segunda instancia, la pareja debe entender que la vida matrimonial es parte de un proceso espiritual más amplio, designado a unir dos partes separadas en una sola parte integral. Los cónyuges deben aspirar a descubrir el amor, la concesión y la cooperación entre ellos.
Fuera de estos pasos, es fundamental comprender que somos fragmentos de distintos sistemas, y mientras nos esforcemos por salvar las diferencias entre nosotros, solamente a nivel de este mundo, fracasaremos. No somos iguales en nuestros atributos y tampoco debemos serlo, sino que estamos planificados para complementarnos unos a los otros y una al otro. Justamente por esto es que nuestros antiguos sabios nos han denominado “medio cuerpo”, para explicarnos que únicamente juntos podremos formar entre nosotros un recipiente espiritual común.
Este recipiente está representado en la famosa frase “hombre y mujer y la revelación del Creador entre ellos”. Precisamente la unión espiritual entre los distintos fundamentos, los cuales estaban separados, es lo que crea armonía, y entonces se revela entre ellos la Fuerza Superior. Una pareja activa, unida por la meta espiritual común, construye un grado más elevado de la existencia en nuestro mundo. Ellos ya están en el nivel en el que comprenden que el obsequio más maravilloso que puede otorgarse uno a otra y viceversa, es el desarrollo espiritual común. Un proceso que infunde en la pareja un significado profundo y verdadero.
(Cabalá Hoy, Edición10)
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