Emociones atoradas
Las emociones atoradas son energías que te pueden estar acompañando desde tu más temprana edad y tu mundo cotidiano es procesado a través de tu capa emocional, otorgándote una vera distorsión en la manera que entiendes la vida. Hay personas tan desconectadas de sus cuerpos que no saben que vivieron momentos de enojo o tristeza y sólo se percatan que los llevan cargando meses o años después. No es un asunto de negar las emociones “negativas”, sino de reconocer lo que está allí en ese momento, vivirlo y luego dejarlo ir. A nivel social, hay ciertas emociones que no son consideradas apropiadas y que tendemos a esconder y esas que generan venenos terribles en nuestros sistemas. Eventualmente, si no las liberamos, se convierten en enfermedades o accidentes que llegan “de la nada.” Las personas que viven sus emociones a flor de piel a veces son desadaptadas: faltándoles contención, afectan a su entorno de tal manera que o son rechazadas o son encerradas, o recurren a las pastillas para modularlas y evitar disturbar la “normalidad” de los demás. Eso se ve como un desequilibrio, pero es igual de desequilibrado contener las emociones dentro de una caja fuerte interna, que es un mal más común en la sociedad contemporánea.
Las emociones contenidas llevan al mal del siglo, el estrés, que causa tantas pérdidas de horas de trabajo y dificultades en las relaciones personales. La supresión de las emociones disminuye el estado natural de excitación en el cuerpo y reduce la habilidad de la mente de enfocarse. Es la primera causa de la pérdida del poder mental, porque nuestras mentes se ocupan con la necesidad de controlar a expensas de SER y sentirse más viva. Si no estas en contacto con lo que sientes, corres el peligro de repetir tu historia una y otra vez. “El conocimiento,” dice Alexander Lowen “se vuelve comprensión cuando se junta con sentimiento. Sólo una comprensión profunda, junto con fuertes emociones, es capaz de modificar los patrones estructurados de comportamiento.”
“No hay nada más completo
que un corazón roto.”
Hay una diferencia entre dolor y sufrimiento. Dolor es lo que te ocurre en el instante, cuando se genera la herida, cuando viene una muerte de alguien cercano, o un abandono, o una ruptura o un incidente traumático. Sufrimiento es lo que se genera al encadenarnos al dolor, cuando no procesamos y dejamos ir, cuando no podemos olvidar y nos atoramos en el pasado. El sufrimiento es opcional. Nadie quiere sufrir. Lo evitamos, y eso, también, genera sufrimiento. Sufres pensando en las cosas terribles que te pueden pasar, antes de que te pasen. Depresión, ira, resentimiento, celos, soledad, culpa, ¿Quién no siente alguno o varios de estos estados en algún u otro momento? Estas emociones son basadas en el miedo, en nuestro sentido de separación, y acostumbradas como estamos a vivirlas, continuamos invirtiendo en ellas nuestra energía. Podrías pasarte la vida hundida en estas emociones - de alguna manera nuestra cultura lo sanciona - y no sería tan importante. El problema con vivir con miedo en el cotidiano, es que es precisamente el miedo el que te drena de tu energía vital y manda llamar a la repetición de situaciones que te generan dolor y angustia. Mientras más energía le metes a tu miedo, más te pesa el costal de tu vida. Y no sólo es grave que andes por la vida cargando un costal de miedos, si no trabajas para eliminar tu carga, con el tiempo o se irá a manifestar en la generación de tus hijos para que ellos lidien con estos, o se reflejará en alguna enfermedad física o “accidente” que te forzará a cambiar tu vida. No hay manera de congelar tu vida en el punto que más te agrada. Si no fluyes con los cambios, los cambios van a terminar noqueando a fuerzas tu resistencia.
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