Para ciertos enamorados (por lo general más mujeres que hombres) mantenerse en los terrenos de la fidelidad es relativamente fácil, porque no se construye conceptualmente, sino que se siente. Cuando aman, la puerta se cierra automáticamente. Independiente de lo que piensen, el afecto los lleva de la mano a un bloqueo bioquímico-afectivo incompatible con cualquier nuevo invasor: “Si amo a alguien, nadie más puede entrar”. Como comer después de comer. No implica análisis racional, ética avanzada, moral trascendental ni nada por el estilo. Simplemente, el organismo no soporta la redundancia afectiva. No entran dos a la vez. En versión de Shakira: “Tontos, ciegos, sordomudos, testarudos...”, y demás, pero plenos y felices. Estos sujetos no requieren de las técnicas modernas de autocontrol, ni tratamientos psicológicos sofisticados. Tampoco necesitan atarse como hizo Ulises al mástil del barco para que las sirenas no lo tentaran con sus irresistibles y seductores cantos. El don de la rect...