La divina sencillez, Ada Albrecht
Los grandes Maestros Espirituales dieron sus enseñanzas valiéndose de conceptos absolutamente simples; ninguno de ellos echó mano a metafísicas o ideas complejas. Todas sus palabras tuvieron siempre la sencillez, armonía y belleza de una flor. ¿A quién, cristiano o no cristiano, dejan de seducirle e impactarle las palabras del Sermón del Monte?
¿Quién no se conmueve ante aquello de "el odio no cesa con el odio, cesa con el amor", de Sidharta Gautama, el Budha? Tukaram, el santo Brahmín de India, decía que para llegar a Dios Nuestro Señor, sólo era menester cantar Su Nombre, cantar la gloria de Su Creación, desde el fondo del alma, porque ello purificaba el corazón de todas las máculas que, viviendo en el mundo material, habíanle sustraído su estado de Gracia. Santa Teresa nos habla de los cuatro grados de la oración, con un decir pleno de simpleza, magistralmente sabio, elevado.
En nuestro siglo actual, la espiritualidad suele confundirse peligrosamente con la curiosidad; la astrología occidental, o sea, la anti-astrología, se dedica al levantamiento horoscópico, hechura de cartas natales etc, etc, para husmear sobre el destino de un recién nacido, alguien que viaja, que está enfermo y quiere saber cuando se curará, o no. La Santa Madre, de esta "astrología" mongólica que viste y calza en nuestra era, esa Sagrada Santa Madre de la Astrología de Templos y Sacerdotes, estudiaba el inefable movimiento de planetas y constelaciones con el ánimo de hallar el momento propicio para serias meditaciones e invocaciones a seres angélicos, a fin de liberar a la criatura humana de las trabas que no le permitían concienciar su naturaleza superior. Era ciencia de gigantes: ahora es juguete de niños.
Está también el tarot, y la brujería, y el Vudu... y los mil y un "Yogas" (que no son tales) y las mil y una "Escuelas de Meditación" (que tampoco tienen nada que ver con ella) y los "Gurus"... y los "Videntes" y la cada vez más larga carav ana de los buscadores de una "guía", de una orientación para sus interrogantes.
Mientras esto ocurre, agónicos y empolvados, los Tomás de Kempis, San Juan de la Cruz, el Dhammapada Budhista, etc, duermen en perdidos anaqueles, ocultando entre bibliotecas y telas de arañas, la herencia más sublime de la Humanidad, la medicina total para el alma de sus hijos, para la liberación de todos sus males a través de la única puerta de salida: la re-integración del hombre con Dios.
No necesitamos dar muerte a un pobre animal (como se acostumbra a hacer en ciertos ritos actuales), ni derramar sal, ni usar amuletos protectores contra el maleficio de nadie, no es preciso ningún "pase" magnético, ningún adivino, para atraer la gracia de la felicidad en nuestras vidas: todo lo que se precisa es sentir la presencia de Dios en nuestros co razones, orar más, estar más cerca Suyo, darle cabida a Su Luz en el alma... porque... "si buscamos el Reino de Dios lo demás nos será dado por añadidura..."
El hombre es criatura bendita; no mancillemos, no subajemos al Ser Divino que mora en él, llevan dolo por caminos grises y lodosos en busca de la felicidad que lleva dentro cuando, ya purificadas las aguas de la mente se permite que ella, como un gran loto místico difunda su perfume y claridad en la vida.
¿Quién no se conmueve ante aquello de "el odio no cesa con el odio, cesa con el amor", de Sidharta Gautama, el Budha? Tukaram, el santo Brahmín de India, decía que para llegar a Dios Nuestro Señor, sólo era menester cantar Su Nombre, cantar la gloria de Su Creación, desde el fondo del alma, porque ello purificaba el corazón de todas las máculas que, viviendo en el mundo material, habíanle sustraído su estado de Gracia. Santa Teresa nos habla de los cuatro grados de la oración, con un decir pleno de simpleza, magistralmente sabio, elevado.
En nuestro siglo actual, la espiritualidad suele confundirse peligrosamente con la curiosidad; la astrología occidental, o sea, la anti-astrología, se dedica al levantamiento horoscópico, hechura de cartas natales etc, etc, para husmear sobre el destino de un recién nacido, alguien que viaja, que está enfermo y quiere saber cuando se curará, o no. La Santa Madre, de esta "astrología" mongólica que viste y calza en nuestra era, esa Sagrada Santa Madre de la Astrología de Templos y Sacerdotes, estudiaba el inefable movimiento de planetas y constelaciones con el ánimo de hallar el momento propicio para serias meditaciones e invocaciones a seres angélicos, a fin de liberar a la criatura humana de las trabas que no le permitían concienciar su naturaleza superior. Era ciencia de gigantes: ahora es juguete de niños.
Está también el tarot, y la brujería, y el Vudu... y los mil y un "Yogas" (que no son tales) y las mil y una "Escuelas de Meditación" (que tampoco tienen nada que ver con ella) y los "Gurus"... y los "Videntes" y la cada vez más larga carav ana de los buscadores de una "guía", de una orientación para sus interrogantes.
Mientras esto ocurre, agónicos y empolvados, los Tomás de Kempis, San Juan de la Cruz, el Dhammapada Budhista, etc, duermen en perdidos anaqueles, ocultando entre bibliotecas y telas de arañas, la herencia más sublime de la Humanidad, la medicina total para el alma de sus hijos, para la liberación de todos sus males a través de la única puerta de salida: la re-integración del hombre con Dios.
No necesitamos dar muerte a un pobre animal (como se acostumbra a hacer en ciertos ritos actuales), ni derramar sal, ni usar amuletos protectores contra el maleficio de nadie, no es preciso ningún "pase" magnético, ningún adivino, para atraer la gracia de la felicidad en nuestras vidas: todo lo que se precisa es sentir la presencia de Dios en nuestros co razones, orar más, estar más cerca Suyo, darle cabida a Su Luz en el alma... porque... "si buscamos el Reino de Dios lo demás nos será dado por añadidura..."
El hombre es criatura bendita; no mancillemos, no subajemos al Ser Divino que mora en él, llevan dolo por caminos grises y lodosos en busca de la felicidad que lleva dentro cuando, ya purificadas las aguas de la mente se permite que ella, como un gran loto místico difunda su perfume y claridad en la vida.
San Pablo nos dice: "Orad sin cesar", la Vedanta hindú nos aconseja: "Posa tu corazón en Dios", y todo ello con palabras simples, sencillas y profundas. NO BUSQUEMOS PUES EL CAMINO DE SALIDA DE NUESTROS PROBLEMAS, ALEJÁNDONOS DE DIOS .
Las mentes excesivamente complejas suelen esconder almas de niños.
Seamos aspirantes a la sencillez espiritual, y viviremos nosotros, y quienes nos rodean en paz, en fraternidad, y felicidad.
fte:http://ahora-hurroca.blogspot.com/2007/12/la-divina-sencillez-escribe-ada.html
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