Niño interior
Sin importar qué edad tengamos, todos llevamos en nuestro interior a un niño herido. Ha sido herido por no haber sido amado, o por no haber recibido amor y cuidado del modo que él necesitaba. Uno de los pasos fundamentales para crecer y poder amarnos a nosotros mismos es conocer a nuestro niño interior, y darle ese amor que tanto necesita. De lo contrario, nos comportamos identificados inconscientemente con él, y esto afecta a nuestras relaciones de pareja, con los colegas de trabajo y amigos.
Saber diferenciar a ese niño interno de nuestra faceta adulta es imprescindible, sino esperamos que nuestra pareja o alguien más le cuide, y proyectamos en el otro a nuestro padre o madre. Y esto está destinado al fracaso, puesto que nadie puede darle a ese niño lo que necesita. Es nuestra responsabilidad hacerlo.
La mayoría de las veces que sentimos miedo, en realidad quien lo siente es nuestro niño interior. Conocer el origen de esos miedos es el primer gran paso para poder superarlos.
El niño interior tiene básicamente cuatro miedos.
Uno de ellos es el miedo a enfrentar. Teme que, al hacerlo, sea rechazado. Este miedo lleva a caer en patrones de víctima, o a ser cobarde, tímido, y a sentirse inferior a los demás. Así que si percibes que no te animas a decir lo que quieres, lo que necesitas o lo que te disgusta, en realidad es tu niño interior quien te está limitando. Y si no enfrentas las situaciones desde tu adulto, y callas lo que de verdad necesitas decir, estás creando serias dificultades en tus relaciones personales, y te sentirás impotente e insatisfecho.
Otro miedo que el niño interior siente es el miedo al abandono. Esto lleva a sentir celos, a ser posesivo, y a tener la necesidad de manipular. La única manera de superar este temor es garantizarle que tú siempre estarás con él, que le cuidarás y atenderás incondicionalmente, siempre.
El miedo a la pérdida que siente este niño nos lleva a sentir una profunda inseguridad. Para ocultar este miedo, nuestro ego se disfraza de lo opuesto, y entonces adoptamos una actitud agresiva, y podemos llegar a ser incluso fanáticos.
Y el miedo a la muerte que siente nuestro niño interior se transforma en desconfianza, egoísmo, apegos, fobias e histerias.
Al hacernos conscientes de cuál es el origen de nuestros miedos, podemos sanarlos desde la raíz, y para esto es imprescindible establecer una conexión amorosa y profunda con nuestro niño interior. De este modo sanamos las heridas del pasado, y podemos crear para nosotros mismos realidades libres de inseguridades y bloqueos.
Revista Namaste.
Saber diferenciar a ese niño interno de nuestra faceta adulta es imprescindible, sino esperamos que nuestra pareja o alguien más le cuide, y proyectamos en el otro a nuestro padre o madre. Y esto está destinado al fracaso, puesto que nadie puede darle a ese niño lo que necesita. Es nuestra responsabilidad hacerlo.
La mayoría de las veces que sentimos miedo, en realidad quien lo siente es nuestro niño interior. Conocer el origen de esos miedos es el primer gran paso para poder superarlos.
El niño interior tiene básicamente cuatro miedos.
Uno de ellos es el miedo a enfrentar. Teme que, al hacerlo, sea rechazado. Este miedo lleva a caer en patrones de víctima, o a ser cobarde, tímido, y a sentirse inferior a los demás. Así que si percibes que no te animas a decir lo que quieres, lo que necesitas o lo que te disgusta, en realidad es tu niño interior quien te está limitando. Y si no enfrentas las situaciones desde tu adulto, y callas lo que de verdad necesitas decir, estás creando serias dificultades en tus relaciones personales, y te sentirás impotente e insatisfecho.
Otro miedo que el niño interior siente es el miedo al abandono. Esto lleva a sentir celos, a ser posesivo, y a tener la necesidad de manipular. La única manera de superar este temor es garantizarle que tú siempre estarás con él, que le cuidarás y atenderás incondicionalmente, siempre.
El miedo a la pérdida que siente este niño nos lleva a sentir una profunda inseguridad. Para ocultar este miedo, nuestro ego se disfraza de lo opuesto, y entonces adoptamos una actitud agresiva, y podemos llegar a ser incluso fanáticos.
Y el miedo a la muerte que siente nuestro niño interior se transforma en desconfianza, egoísmo, apegos, fobias e histerias.
Al hacernos conscientes de cuál es el origen de nuestros miedos, podemos sanarlos desde la raíz, y para esto es imprescindible establecer una conexión amorosa y profunda con nuestro niño interior. De este modo sanamos las heridas del pasado, y podemos crear para nosotros mismos realidades libres de inseguridades y bloqueos.
Revista Namaste.
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