Virginia Gawel: Sufrir demás?, la automanipulación emocional
Va
a parecer que voy a hablar de tecnología, pero no: quiero describir un
punto crucial de CÓMO LOS HUMANOS MANIPULAMOS NUESTRAS PROPIAS
EMOCIONES: desde hace varios años la mayoría de los equipos de audio
(aun los más domésticos) vienen provistos de un ECUALIZADOR. Se trata de
un dispositivo que permite procesar las señales de audio, adaptándolas
al gusto de quien las escucha; así,
podemos subir y bajar sus variables para que la música suene más aguda o
más grave, más vibrante o más opaca, como si el cantante estuviera
íntimamente a nuestro lado o más bien con un sonido envolvente como en
una gran sala… Todo eso con sólo subir o bajar las perillas apropiadas.
Bien: esto que podemos hacer para modificar un sonido, podemos también hacerlo con un sistema mucho más delicado: NUESTRO SENTIR. Para ello algunos temperamentos son más proclives que otros. El problema es que, cuando esto sucede de modo inconsciente, lo que hacemos es DISTORSIONAR LOS HECHOS DE NUESTRA VIDA y generar nuestra propia novela interna. Y escribimos el guión, lo actuamos… pero no somos nuestro propio público! Si logramos serlo (esto es, si OBSERVAMOS LO QUE NOS ESTAMOS HACIENDO) nos otorgaremos a nosotros mismos la posibilidad de DARNOS CUENTA del mecanismo. De no ser así, vamos quedando presos de lo que podríamos llamar EMOCIONES AUTOGENERADAS: ante determinado hecho, subimos los graves, bajamos los agudos… y se dispara un drama en el que quedamos cautivos como de un estado hipnótico, hechizados por nuestros propios argumentos. O bien subimos los agudos, bajamos los graves, y nos euforizamos mediante la idealización, negando, en esa ecualización factores que preferiríamos no escuchar, con la consecuente distorsión de la realidad (esta vez “en positivo”… que puede dar resultados tan graves como “en negativo”, pues a la hora del “aterrizaje”, como dice una canción, ¡“duele mucho caerse del cielo”!).
Ecualizar las emociones sin percatarnos va generando una condición de vida similar a la de estar subidos al carrito de una montaña rusa, con intensidades sensibles MUY altas y MUY bajas, siempre excitantes, pero con una cualidad que garantiza una única cosa: SUFRIR DE MÁS. Y una de las características de la persona que ha trabajado sobre sí misma, que evolucionó gracias a un constante proceso de autoobservación cotidiana, es que ha ido eliminando las diversas causas de sufrimiento inútil: estando en conocimiento de las trampas que se hace a sí misma al percibir la realidad, ya no cae en ellas tan a menudo.
El primer paso para ir liberándonos de este mecanismo es darnos cuenta de que está activándose: procuro VERME haciéndolo. Al verme, DESCONFIAR DEL CRITERIO DE REALIDAD en base al cual esté evaluando los hechos, hasta recobrar cierta SOBRIEDAD: la cualidad cognitiva de esta distorsión a veces se parece a la de haber consumido una droga (sólo que estamos intoxicados de nuestros propios neurotransmisores). A veces nos hará falta, cuando caigamos en ese hechizo de las emociones autogeneradas, un des-hechizador que, desde afuera, nos ayude a recuperar criterio de realidad, a disminuir los sentimientos exacerbados, a desanestesiar los que hayamos adormilado (un buen amigo, o, más aún, nuestro terapeuta, que servirá de “criterio de realidad ortopédico transitorio”).
Algo esencial es que, si nos descubrimos ecualizando nuestras emociones, no caigamos en una actitud autopunitiva, inculpándonos por hacerlo y enojándonos con nosotros mismos. Detrás de todo este proceso es necesario cultivar un criterio indispensable: la búsqueda de un modo de vida regido por el CUIDADO DE SÍ. Hacernos responsables de este mecanismo para no sufrir de más, sin proyectar sus causas afuera, y, GENTILMENTE aprender a desactivar la montaña rusa… bajándonos del carrito para pisar tierra firme, viendo la realidad con la mayor objetividad posible. Pues… sin tierra firme no hay Camino!
Virginia Gawel
(Publicado como columna en la revista “Uno Mismo” (Argentina-Chile) en octubre de 2011)
Bien: esto que podemos hacer para modificar un sonido, podemos también hacerlo con un sistema mucho más delicado: NUESTRO SENTIR. Para ello algunos temperamentos son más proclives que otros. El problema es que, cuando esto sucede de modo inconsciente, lo que hacemos es DISTORSIONAR LOS HECHOS DE NUESTRA VIDA y generar nuestra propia novela interna. Y escribimos el guión, lo actuamos… pero no somos nuestro propio público! Si logramos serlo (esto es, si OBSERVAMOS LO QUE NOS ESTAMOS HACIENDO) nos otorgaremos a nosotros mismos la posibilidad de DARNOS CUENTA del mecanismo. De no ser así, vamos quedando presos de lo que podríamos llamar EMOCIONES AUTOGENERADAS: ante determinado hecho, subimos los graves, bajamos los agudos… y se dispara un drama en el que quedamos cautivos como de un estado hipnótico, hechizados por nuestros propios argumentos. O bien subimos los agudos, bajamos los graves, y nos euforizamos mediante la idealización, negando, en esa ecualización factores que preferiríamos no escuchar, con la consecuente distorsión de la realidad (esta vez “en positivo”… que puede dar resultados tan graves como “en negativo”, pues a la hora del “aterrizaje”, como dice una canción, ¡“duele mucho caerse del cielo”!).
Ecualizar las emociones sin percatarnos va generando una condición de vida similar a la de estar subidos al carrito de una montaña rusa, con intensidades sensibles MUY altas y MUY bajas, siempre excitantes, pero con una cualidad que garantiza una única cosa: SUFRIR DE MÁS. Y una de las características de la persona que ha trabajado sobre sí misma, que evolucionó gracias a un constante proceso de autoobservación cotidiana, es que ha ido eliminando las diversas causas de sufrimiento inútil: estando en conocimiento de las trampas que se hace a sí misma al percibir la realidad, ya no cae en ellas tan a menudo.
El primer paso para ir liberándonos de este mecanismo es darnos cuenta de que está activándose: procuro VERME haciéndolo. Al verme, DESCONFIAR DEL CRITERIO DE REALIDAD en base al cual esté evaluando los hechos, hasta recobrar cierta SOBRIEDAD: la cualidad cognitiva de esta distorsión a veces se parece a la de haber consumido una droga (sólo que estamos intoxicados de nuestros propios neurotransmisores). A veces nos hará falta, cuando caigamos en ese hechizo de las emociones autogeneradas, un des-hechizador que, desde afuera, nos ayude a recuperar criterio de realidad, a disminuir los sentimientos exacerbados, a desanestesiar los que hayamos adormilado (un buen amigo, o, más aún, nuestro terapeuta, que servirá de “criterio de realidad ortopédico transitorio”).
Algo esencial es que, si nos descubrimos ecualizando nuestras emociones, no caigamos en una actitud autopunitiva, inculpándonos por hacerlo y enojándonos con nosotros mismos. Detrás de todo este proceso es necesario cultivar un criterio indispensable: la búsqueda de un modo de vida regido por el CUIDADO DE SÍ. Hacernos responsables de este mecanismo para no sufrir de más, sin proyectar sus causas afuera, y, GENTILMENTE aprender a desactivar la montaña rusa… bajándonos del carrito para pisar tierra firme, viendo la realidad con la mayor objetividad posible. Pues… sin tierra firme no hay Camino!
Virginia Gawel
(Publicado como columna en la revista “Uno Mismo” (Argentina-Chile) en octubre de 2011)
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