Afinación Semanal de la Conciencia de la Kabbalah:El mejor consejo

Del 17 al 23 de febrero de 2013

¿Por qué resulta mucho más fácil ver la solución a los problemas de las otras personas en vez de encontrar las respuestas a los nuestros? Es como manejar un automóvil. Cuando estamos en nuestro propio vehículo, no podemos verlo realmente. No vemos los insectos en nuestros faros delanteros, o la suciedad en nuestras puertas y neumáticos. Pero en relación a los otros autos en el camino, nosotros vemos la suciedad tan claro como el día.

Cuando se trata de los desafíos que enfrentan nuestros seres queridos, algunas veces observamos soluciones potenciales y queremos ayudar a limpiar la suciedad para que ellos puedan disfrutar un mejor recorrido. Cuántas veces has querido decir a un amigo: “¿No puedes ver que si sales de esta relación abusiva serías mucho más feliz?” o, “Has estado utilizando la misma táctica de negocios por años y continúa fallando, ¿no piensas que es tiempo de intentar un nuevo enfoque?”.

El problema es que ellos están en sus propios autos con sus propios puntos ciegos, incapacitados para ver lo que tú ves. Así que sus reacciones pueden ser negativas. Podrían insistir en que estás equivocado o podrían ofenderse.

Los kabbalistas enseñan que existen dos prerrequisitos para dar un consejo. 1. Una persona da un consejo sólo cuando se lo piden. 2. El consejo puede ser dado cuando puede ser correctamente recibido. Esto significa preguntarnos a nosotros mismos: ¿Esta persona está en una posición en la cual se siente realmente lista para escuchar esto? ¿Existe una forma de decirlo sin herirlo/la? ¿Debería esperar hasta que esté en un mejor estado de ánimo?

Una de las más grandes restricciones de nuestro maestro el Rav fue no decir a los estudiantes lo que necesitaban cambiar. El Rav estaba en un estado de conciencia tan elevado que él veia todas las soluciones. Por supuesto, al desear ver a sus estudiantes manifestar completamente el potencial que tienen, ¡él quería compartir todo lo que había visto! Pero al hacer restricción, nos dio algo mucho más poderoso que un consejo. Nos dio la Luz para descubrir las respuestas nosotros mismos.

Sin importar cuánto amemos a una persona, no podemos pelear sus batallas. Lo que podemos hacer es darles Luz. Podemos ser pacientes y amorosos, ofrecerles un hombro en el cual llorar y un oído para escucharlos cuando más lo necesiten.

Nuestro amor puede inspirar el cambio mucho más que cualquier consejo que deseemos impartir.

Esto no quiere decir que no habrá momentos en los que una intervención será necesaria, o instantes en los que sea verdaderamente correcto compartir ideas que puedan ayudar a alguien en su camino.

Incluso en esos momentos, es la Luz que compartimos la que los asistirá para que se eleven por encima de los desafíos, no nuestras palabras.


Todo lo mejor,

Yehuda Berg

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