Mente y Consciencia, ¿Qué Son Para el Científico Cuántico?
Que yo sepa, en el planeta no existen palabras precisas para responder acertadamente a esta pregunta. En ningún idioma o cultura. Para estas definiciones, referidas a conceptos que, conjuntamente con el fenómeno de la muerte constituyen los mayores enigmas para el conocimiento humano, sólo disponemos de teorías, aproximaciones y opiniones – cuál más juiciosa -, y probablemente de algunos conocimientos de laboratorio que trataremos de utilizar acá. Y con esa intrínseca limitación trabajaremos los párrafos que siguen.
Antes de continuar observemos que la comunidad mundial de filósofos, psicólogos, psiquiatras y pensadores humanistas en general – es decir, la comunidad no perteneciente a las llamadas ciencias exactas -, dispone de una buena colección de sugerencias para ofrecer definiciones sobre la mente, la conciencia, el inconsciente, el pre-consciente, las emociones, los instintos, la intuición, etc., y demás entidades relacionadas con el psiquismo. Nuestro punto de vista y nuestras definiciones sobre qué son la mente y la conciencia se limitan a lo que la ciencia ha logrado concretar al respecto. Y eso que nuestro enfoque científico es apenas otro más y es susceptible de todo el debate del mundo. Y aquí lo ofrecemos para su consideración.
Como un primer paso, y buscando una extremada sencillez con objeto de llegar a tantas personas como sea posible, voy a unificar las palabras mente y conciencia en este esfuerzo por divulgar lo que la cuántica ha descubierto sobre el fenómeno en cuestión: llámelo mente, llámelo conciencia, llámelo consciencia, con una “s” en medio, ese fenómeno altera los resultados de los experimentos físicos. Y antes se suponía que no lo hacía.
La ciencia ha encontrado motivos muy serios para involucrar la mente-conciencia en las ecuaciones de la física. Entonces, ¿a fin de cuentas qué cosa es la mente-conciencia? O sea, ¿qué es lo que vamos a involucrar en las ecuaciones de la física? ¿Qué diferencias tiene la definición de la mente con las definiciones de conciencia, de pensamiento, de análisis ordenado o de reflexión, con las emociones, las sensaciones, los miedos, la rabia, la intuición, los sueños, la adivinación, la precognición, la parapsicología, el tarot… ?
Existen muchas fragmentaciones para cada uno de esos términos, pero para nuestros propósitos científicos, en el fondo no hay diferencia ninguna. Todo eso es o forma parte de la mente que afecta los experimentos y las ecuaciones. Y todo eso lo vamos a involucrar en la próxima física y la próxima matemática y geometría.
de continuar consideremos: por ningún motivo, por el hecho de yo haber escrito esto y ser un presunto especialista en temas de la mente, y por el hecho de estarlo usted leyendo, ni usted ni yo vamos a comprender a cabalidad qué es la mente o conciencia total.
Podemos comprender, o haber aprendido en la universidad, o buscar en los diccionarios y enciclopedias algunas acepciones parciales de las palabras “conciencia” o “mente” (no olvidemos que aquí utilizamos el término conciencia como sinónimo de mente), y que cualquiera de esos dos términos abarca la sumatoria completa de todos los fenómenos que sentimos, o que hemos escuchado que otros sienten, allá adentro, “en la cabeza.”
En este escenario, olvide entonces para propósitos cuánticos el deseo de llegar a comprender satisfactoriamente qué son la mente o la conciencia. Olvídese de una vez por todas de la necesidad de comprender eso. Despréndase de esa ilusión. La comprensión racional sólo consulta una porción de su ser y algunas zonas particulares mínimas de su cerebro. En el momento en que comprendiéramos qué cosa es la mente, la mente dejaría de ser la mente. La conciencia dejaría de ser la conciencia. Dicho de otra forma, el misterio, la no-comprensión, forma parte integral de la mente. Es como el Tao chino: el Tao está ahí, pero el sólo nombrarlo le resta sus propiedades. Y esto, a los occidentales modernos, ya nos ofrece un sabor de mecánica cuántica pura: el Tao es poderoso, misterioso, totalizador, pero si alguien lo observa lo colapsa. Es por eso que el mismo Tao indica que el sólo hecho de nombrarlo le quita sus propiedades, y en eso precisamente reside la belleza cuántica: es atemporal, reside en todas y para todas las sabidurías, incluso en las legendarias orientales, plagadas de símbolos, metáforas y antropomorfismos.
La comprensión racional le ilumina a uno ciertos lugares, por demás pequeñísimos, de la verdad, pero por ningún motivo toda la verdad. Toda la verdad es algo que no existe. La verdad no puede explicarse ni saberse, ni es absoluta ni objetiva. Es un fenómeno variable, caótico. Este tipo de “comprensión” sabia, súbita en muchos casos, se llama también iluminación, y está al alcance de muchísimas gentes, especialmente de quienes se dedican a acogerla mediante un ambiente cuerpo-mente adecuado.
De este modo la mente y la conciencia de fondo involucran al misterio y no tienen lugar sin él. Involucran la indeterminación, lo borroso, lo caótico, lo paradójico, lo incompleto, lo contradictorio, lo incoherente, lo malo, lo posible, lo dudoso, lo espiritual, lo material, lo mágico, lo milagroso, lo exacto, lo racional, lo bueno, lo funcional, lo predecible, lo impredecible, lo real, lo irreal, los sueños, las visiones, lo saludable, lo insalubre… Todo. La mente y la conciencia de fondo involucran por igual al ser y al no ser, a la materia y la antimateria, los agujeros negros y los blancos, a lo conocido y lo desconocido. Involucran todo el todo y toda la nada.
Pese a todo, pongámonos de acuerdo en algunos términos castellanos, o ingleses (depende del idioma en que esté publicado este libro): la palabra “conciencia” no se va a referir aquí a la condición de estar despierto en contraposición a la de estar dormido, desmayado o en coma. Tampoco se va a referir a la famosa condición de “ser consciente de que se es consciente”, aunque los dos enfoques anteriores sirven para definir ciertos aspectos de la conciencia. No se deje encerrar en el limitado corral del lenguaje personal o incluso del lenguaje de su país. Aquí, la palabra “conciencia” alberga, no solamente las dos situaciones anteriores, sino todo el “baúl” de hechos que he mencionado u omitido. Mente o conciencia son la esencia del ser humano, y para nosotros la misma cosa.
Históricamente han existido dos corrientes serias que se han dedicado a estudiar este fenómeno de la conciencia.
Una. La conciencia es el resultado de un proceso evolutivo de tipo biológico cerebral, según el cual ciertas especies terrícolas han evolucionado desde la condición de “animales inferiores” hasta la condición humana, dotada de un cerebro más o menos grande, y conciencia es, con este enfoque, el resultado de las capacidades de interconexión de las células del cerebro, de los disparos neutrales de las dendritas entre sí, o entre las dendritas y axones. O sea, la conciencia resulta de un entramado de chispas electroquímicas complejas que surgió de la evolución.
Dos. La mente es un fenómeno universal, una propiedad esencial de los universos o el llamado hoy día multi-verso, independiente de la evolución de las especies, con la cual muchos seres, cada uno a su modo e incluido el nuestro con nuestros cerebros, se sintonizan de forma parecida a como la luz es un fenómeno universal la cual es sintonizada de diversas formas por muchos seres incluidos nosotros con nuestros ojos. En este sentido, la mente o conciencia es una propiedad general de la naturaleza.
Usted escoja. ¿Cuál de las dos posiciones le “suena” más? En Occidente, la primera alternativa viene desde Sócrates. La segunda desde Demócrito: o la mente/conciencia es resultado de la evolución, o la mente/conciencia es una propiedad general del Todo con la cual nuestro cerebro y organismo humanos hacen “contacto” a su manera.
Independientemente de lo que más le haya sonado o lo que usted haya elegido, lo que estamos presentándole se inclina por la segunda opción. Pero esta inclinación no proviene de preferencias personales o filosóficas con la corriente que apoya esta teoría. Nosotros somos científicos independientes, no trabajamos para nadie diferente e usted, nuestro lector, no representamos ninguna compañía química fabricante de drogas ningún grupo religioso, político o filosófico.
Somos científicos libres. Y son los estudios científicos los que nos otorgan la convicción que hemos manifestado. Vengamos ahora hasta el siglo 20 para examinar un poco cuáles actividades científicas se realizaron durante él para estudiar y definir la mente o conciencia.
William James, en 1903, cuando simultáneamente aparecían las primeras señales del mundo cuántico, había logrado colocar a la conciencia humana como un fenómeno digno de toda consideración científica. Pero al mismo tiempo, por estas fechas llegaba a su cenit el reinado de la mecánica tradicional materialista, y una conocida rama de la psicología, llamada “conductista”, se apoderó del papel primordial de explicar la mente mediante causas y efectos “medibles”, utilizando un esquema conocido como “estímulo – respuesta”, según el cual toda nuestra conducta se reduce a conjuntos de resultados previsibles. Nuestra conducta consiste en que el humano produce respuestas mecánicas a estímulos concretos que acaecen en el ambiente a su alrededor.
La primacía del conductismo relegó así al olvido las condiciones de fondo de la mente durante casi todo el resto del siglo pasado: “algo que no puede medirse con exactitud, dejémoslo a los psiquiatras o sacerdotes”. Incluso los sueños, esa común y rica propiedad del lenguaje humano, fue también enviada al desván de los enfermos. ¡Y qué decir de las visiones! Si bien ya no quemaban en hogueras a quienes las tuviesen, estos sujetos eran enviados a los sanatorios por el hecho de estar “viendo alucinaciones o pendejadas”.
Personalmente me correspondió vivir esta época del oscurantismo con relación a la mente. A quienes nos atrevíamos a acercarnos a ella sin ser psiquiatras, sino ingenieros o físicos, la sociedad nos tildaba de locos o personajes succionados por una despreciable “nueva era”.
Pero recuerdo cómo un buen día los inspirados Beatles, a fines de los 60 y principios de los 70, llevaron a Inglaterra al respetable e importante swami oriental Maharishi Mahesh Yoghi, que como el resto de los suyos no creía para nada en la explicación del estímulorespuesta ara el fenómeno de la conciencia, un momento este a partir del cual volvió a tenerse en cuenta, apenas, el estudio de la conciencia con métodos científicos serios diferentes a ese mecanicista enfoque.
Toda la seriedad científica que los investigadores debimos aplicar durante los 70, 80 y 90, al estudio de la mente, consistía en la observación del cerebro mediante sofisticadas máquinas exploratorias y, ojo, en la determinación de las relaciones que había entre el accionar eléctrico del cerebro y ciertos tipos de conducta humana ya bien localizados.
Pronto se dispuso de un gran número de “mapas del cerebro” o “mapas de la mente”, después que investigadores de todo el mundo hallaron claras asociaciones entre las señales eléctricas captadas por los electroencefalógrafos, y la conducta humana.
Fue una época difícil, pero pese a todo íbamos recopilando información tras información y entrenando cada vez más personas de todo tipo con los protocolos que obtuvimos del extranjero y las vehementes inspiraciones que alguien me dictó desde donde se dictan los trabajos inspirados: si Ud. ya sabe de dónde, ¡eureka!, y si todavía no lo sabe, considere por ahora esto: la inspiración de alta creatividad que le es dada a los humanos no proviene de nuestro mundo de tres o cuatro dimensiones, ni obedece a las reglas de la mecánica tradicional. Mínimo, obedece a las reglas cuánticas y, en mi opinión particular, tal cual discutiremos más adelante, a ordenamientos muy superiores a los de la sola cuántica.
De todas maneras continué entrenando gentes que alborozadas reportaban evoluciones y cambios muy promisorios en cuanto se refería a la consecución de metas y producción de riqueza, en cuanto al restablecimiento de sensaciones y sentimientos diferentes a los racionales, como el amor mismo, la virtud, la reconciliación y demás atributos tan atenuados hoy día en la masa crítica humana.
Mientras tanto, la incontenible mecánica cuántica continuaba evolucionando a pasos gigantescos durante este duro período.
Como vimos refiriéndonos a la cuántica, tras los trabajos de David Bohm nadie, hasta el día de hoy, pudo volver a demostrar la ausencia de la conciencia del territorio de la sólida física matemática, sino al revés. Y la Teoría Cuántica ha sido el enfoque científico más agudamente examinado de cuantos se hayan propuesto. Los misterios que encierra han obligado a la academia a utilizar sus legiones de escépticos con toda su santabárbara, y se han invertido billones de dólares en su comprobación. Resultado: hoy por hoy, cada día más físicos saben de la forma como la mente habita en la física y se suman al misterio cuántico, aceptan el signado designio de abandonar la razón sola en aras de una combinación entre razón y misterio, y conforman lo que hoy se llama “física de la conciencia”, “física de frontera”, o “física de vanguardia”. Cualquiera de estos términos representa al tipo de física que ha incorporado los aspectos mentales no racionales al acerbo de la realidad multi-universal.
“Existen numerosas razones para todos estos éxitos de la Conciencia al final del siglo 20. Pero el crédito fundamental, con toda justicia, hay que dirigirlo hacia una serie de trabajos y libros escritos con mucha erudición y pasión por luminarias tales como Roger Penrose (1989; 1994), Francis Crick (1994), John Eccles (1994), y Gerard Edelman (1989), cada uno de los cuales se apartó de los campos y conceptos primarios para enfocar con mirada nueva el íntimo misterio de la Conciencia. Estos nobles esfuerzos fueron precedidos por la Antología de la Conciencia en la Ciencia Contemporánea (1988) y Una Teoría Cognitiva de la Conciencia de Bernard Baar (1988).”
Las figuras claves que produjeron esta presión “anti-fisicalista” fueron Saul Kripke (1972), Thomas Ángel (1974) y Frank Jackson (1982). De otra parte Patricia Churchland (1986), Paul Churchland (1989) y otros enarbolaron la bandera del “fisicalismo”, y la flamante obra de Daniel Dennett titulada La Conciencia Explicada (1991) la tiró por la borda arguyendo que la experiencia consciente quedaba fuera de toda existencia. Sin embargo, La Mente Consciente de David Chalmers (1996) iluminó el abismo entre las explicaciones fisicalistas y los hechos sobre la conciencia (el “problema difícil”), y sugirió que la experiencia consciente puede ser una propiedad irreducible y fundamental de la realidad (Rosenberg, 1997).”
De todos modos, la evolución científica hasta terminar el siglo 20 había sido básicamente materialista y, por consiguiente, no es de extrañar que la posición científica actual dominante sea todavía una versión moderna del punto de vista de Sócrates, o sea, la conciencia sería según ellos una propiedad emergente a partir de actividades tipo computador en las cadenas neuronales del cerebro. El cerebro según ellos es esencialmente un computador, y las excitaciones neuronales (sistemas de intercambio de señales de tipo disparo sináptico en los axones) son estados fundamentales de información, o “bits” equivalentes bien sea a un 1 o a un 0. Los criterios prevalecientes entre los científicos de este campo son que: Primero, los modelos del trabajo en cadena de las actividades neuronales se correlacionan con estados mentales, Segundo, las oscilaciones sincrónicas de las redes en el córtex del tálamo y del cerebro temporalmente intercambian información y, tercero, la conciencia emerge como una nueva propiedad de la complejidad de los cómputos que se efectúan entre las neuronas.
Como dijimos, la otra alternativa para los puntos de vista de Sócrates y el de la actual teoría de la emergencia, la alternativa nuestra, surge originalmente de Demócrito, quien creía que los QUALIA (conciencia) son aspectos primitivos, fundamentales, de la realidad, irreductibles a nada más. Citamos para los interesados algunas Interpretaciones filosóficas en esta línea, aunque no son nuestra especialidad, como el panpsiquismo (P. Ej. Spinoza, 1677), el pan-experimentalismo (P.ej. Whitehead, 1920) y más recientemente el panprotopsiquismo (Chalmers, 1995). Quizá el enfoque filosófico más compatible con la física moderna es el de Whitehead, quien creía que la conciencia es una serie de eventos discretos (“ocasiones de experiencia”) ocurriendo en un campo más amplio de proto-conciencia26.
Durante 2003 se realiza en Tucson, Arizona, el Segundo Congreso Mundial de Mente Cuántica, el cual, sustentado totalmente en la ciencia y en la física, apoya la teoría de que la conciencia surge a partir de realidades de tipo cuántico, lo cual, en mi opinión, cierra este capítulo sobre definir la mente en términos científicos a la luz del conocimiento de hoy: el enfoque cuántico incluye a la conciencia dentro de la física, y es puramente científico. El enfoque tradicional no lo hace, y también pretende ser totalmente científico. Dejamos al lector a solas, en este punto, para el consumo de sus propias sensaciones con relación al asunto y, finalmente, deseo incluir aquí la dirección electrónica del evento de Tucson para quienes necesiten profundizar más sobre los detalles científicos de los estudios que han vuelto a colocar la mente en un privilegiado lugar de estudio. Ya dirá usted si la conciencia surgió de la evolución o si es una propiedad fundamental del universo. Ambos puntos de vista, o pretenden ser, o son, totalmente científicos y, si usted compró lo científico clásico, la conciencia es mera y pura evolución. Si compró la cuántica, es una magnitud general de la existencia.
FUENTE: Extracto del libro EL PENSAMIENTO CUÁNTICO de Gabriel Aramburu
Antes de continuar observemos que la comunidad mundial de filósofos, psicólogos, psiquiatras y pensadores humanistas en general – es decir, la comunidad no perteneciente a las llamadas ciencias exactas -, dispone de una buena colección de sugerencias para ofrecer definiciones sobre la mente, la conciencia, el inconsciente, el pre-consciente, las emociones, los instintos, la intuición, etc., y demás entidades relacionadas con el psiquismo. Nuestro punto de vista y nuestras definiciones sobre qué son la mente y la conciencia se limitan a lo que la ciencia ha logrado concretar al respecto. Y eso que nuestro enfoque científico es apenas otro más y es susceptible de todo el debate del mundo. Y aquí lo ofrecemos para su consideración.
Como un primer paso, y buscando una extremada sencillez con objeto de llegar a tantas personas como sea posible, voy a unificar las palabras mente y conciencia en este esfuerzo por divulgar lo que la cuántica ha descubierto sobre el fenómeno en cuestión: llámelo mente, llámelo conciencia, llámelo consciencia, con una “s” en medio, ese fenómeno altera los resultados de los experimentos físicos. Y antes se suponía que no lo hacía.
La ciencia ha encontrado motivos muy serios para involucrar la mente-conciencia en las ecuaciones de la física. Entonces, ¿a fin de cuentas qué cosa es la mente-conciencia? O sea, ¿qué es lo que vamos a involucrar en las ecuaciones de la física? ¿Qué diferencias tiene la definición de la mente con las definiciones de conciencia, de pensamiento, de análisis ordenado o de reflexión, con las emociones, las sensaciones, los miedos, la rabia, la intuición, los sueños, la adivinación, la precognición, la parapsicología, el tarot… ?
Existen muchas fragmentaciones para cada uno de esos términos, pero para nuestros propósitos científicos, en el fondo no hay diferencia ninguna. Todo eso es o forma parte de la mente que afecta los experimentos y las ecuaciones. Y todo eso lo vamos a involucrar en la próxima física y la próxima matemática y geometría.
de continuar consideremos: por ningún motivo, por el hecho de yo haber escrito esto y ser un presunto especialista en temas de la mente, y por el hecho de estarlo usted leyendo, ni usted ni yo vamos a comprender a cabalidad qué es la mente o conciencia total.
Podemos comprender, o haber aprendido en la universidad, o buscar en los diccionarios y enciclopedias algunas acepciones parciales de las palabras “conciencia” o “mente” (no olvidemos que aquí utilizamos el término conciencia como sinónimo de mente), y que cualquiera de esos dos términos abarca la sumatoria completa de todos los fenómenos que sentimos, o que hemos escuchado que otros sienten, allá adentro, “en la cabeza.”
En este escenario, olvide entonces para propósitos cuánticos el deseo de llegar a comprender satisfactoriamente qué son la mente o la conciencia. Olvídese de una vez por todas de la necesidad de comprender eso. Despréndase de esa ilusión. La comprensión racional sólo consulta una porción de su ser y algunas zonas particulares mínimas de su cerebro. En el momento en que comprendiéramos qué cosa es la mente, la mente dejaría de ser la mente. La conciencia dejaría de ser la conciencia. Dicho de otra forma, el misterio, la no-comprensión, forma parte integral de la mente. Es como el Tao chino: el Tao está ahí, pero el sólo nombrarlo le resta sus propiedades. Y esto, a los occidentales modernos, ya nos ofrece un sabor de mecánica cuántica pura: el Tao es poderoso, misterioso, totalizador, pero si alguien lo observa lo colapsa. Es por eso que el mismo Tao indica que el sólo hecho de nombrarlo le quita sus propiedades, y en eso precisamente reside la belleza cuántica: es atemporal, reside en todas y para todas las sabidurías, incluso en las legendarias orientales, plagadas de símbolos, metáforas y antropomorfismos.
La comprensión racional le ilumina a uno ciertos lugares, por demás pequeñísimos, de la verdad, pero por ningún motivo toda la verdad. Toda la verdad es algo que no existe. La verdad no puede explicarse ni saberse, ni es absoluta ni objetiva. Es un fenómeno variable, caótico. Este tipo de “comprensión” sabia, súbita en muchos casos, se llama también iluminación, y está al alcance de muchísimas gentes, especialmente de quienes se dedican a acogerla mediante un ambiente cuerpo-mente adecuado.
De este modo la mente y la conciencia de fondo involucran al misterio y no tienen lugar sin él. Involucran la indeterminación, lo borroso, lo caótico, lo paradójico, lo incompleto, lo contradictorio, lo incoherente, lo malo, lo posible, lo dudoso, lo espiritual, lo material, lo mágico, lo milagroso, lo exacto, lo racional, lo bueno, lo funcional, lo predecible, lo impredecible, lo real, lo irreal, los sueños, las visiones, lo saludable, lo insalubre… Todo. La mente y la conciencia de fondo involucran por igual al ser y al no ser, a la materia y la antimateria, los agujeros negros y los blancos, a lo conocido y lo desconocido. Involucran todo el todo y toda la nada.
Pese a todo, pongámonos de acuerdo en algunos términos castellanos, o ingleses (depende del idioma en que esté publicado este libro): la palabra “conciencia” no se va a referir aquí a la condición de estar despierto en contraposición a la de estar dormido, desmayado o en coma. Tampoco se va a referir a la famosa condición de “ser consciente de que se es consciente”, aunque los dos enfoques anteriores sirven para definir ciertos aspectos de la conciencia. No se deje encerrar en el limitado corral del lenguaje personal o incluso del lenguaje de su país. Aquí, la palabra “conciencia” alberga, no solamente las dos situaciones anteriores, sino todo el “baúl” de hechos que he mencionado u omitido. Mente o conciencia son la esencia del ser humano, y para nosotros la misma cosa.
Históricamente han existido dos corrientes serias que se han dedicado a estudiar este fenómeno de la conciencia.
Una. La conciencia es el resultado de un proceso evolutivo de tipo biológico cerebral, según el cual ciertas especies terrícolas han evolucionado desde la condición de “animales inferiores” hasta la condición humana, dotada de un cerebro más o menos grande, y conciencia es, con este enfoque, el resultado de las capacidades de interconexión de las células del cerebro, de los disparos neutrales de las dendritas entre sí, o entre las dendritas y axones. O sea, la conciencia resulta de un entramado de chispas electroquímicas complejas que surgió de la evolución.
Dos. La mente es un fenómeno universal, una propiedad esencial de los universos o el llamado hoy día multi-verso, independiente de la evolución de las especies, con la cual muchos seres, cada uno a su modo e incluido el nuestro con nuestros cerebros, se sintonizan de forma parecida a como la luz es un fenómeno universal la cual es sintonizada de diversas formas por muchos seres incluidos nosotros con nuestros ojos. En este sentido, la mente o conciencia es una propiedad general de la naturaleza.
Usted escoja. ¿Cuál de las dos posiciones le “suena” más? En Occidente, la primera alternativa viene desde Sócrates. La segunda desde Demócrito: o la mente/conciencia es resultado de la evolución, o la mente/conciencia es una propiedad general del Todo con la cual nuestro cerebro y organismo humanos hacen “contacto” a su manera.
Independientemente de lo que más le haya sonado o lo que usted haya elegido, lo que estamos presentándole se inclina por la segunda opción. Pero esta inclinación no proviene de preferencias personales o filosóficas con la corriente que apoya esta teoría. Nosotros somos científicos independientes, no trabajamos para nadie diferente e usted, nuestro lector, no representamos ninguna compañía química fabricante de drogas ningún grupo religioso, político o filosófico.
Somos científicos libres. Y son los estudios científicos los que nos otorgan la convicción que hemos manifestado. Vengamos ahora hasta el siglo 20 para examinar un poco cuáles actividades científicas se realizaron durante él para estudiar y definir la mente o conciencia.
William James, en 1903, cuando simultáneamente aparecían las primeras señales del mundo cuántico, había logrado colocar a la conciencia humana como un fenómeno digno de toda consideración científica. Pero al mismo tiempo, por estas fechas llegaba a su cenit el reinado de la mecánica tradicional materialista, y una conocida rama de la psicología, llamada “conductista”, se apoderó del papel primordial de explicar la mente mediante causas y efectos “medibles”, utilizando un esquema conocido como “estímulo – respuesta”, según el cual toda nuestra conducta se reduce a conjuntos de resultados previsibles. Nuestra conducta consiste en que el humano produce respuestas mecánicas a estímulos concretos que acaecen en el ambiente a su alrededor.
La primacía del conductismo relegó así al olvido las condiciones de fondo de la mente durante casi todo el resto del siglo pasado: “algo que no puede medirse con exactitud, dejémoslo a los psiquiatras o sacerdotes”. Incluso los sueños, esa común y rica propiedad del lenguaje humano, fue también enviada al desván de los enfermos. ¡Y qué decir de las visiones! Si bien ya no quemaban en hogueras a quienes las tuviesen, estos sujetos eran enviados a los sanatorios por el hecho de estar “viendo alucinaciones o pendejadas”.
Personalmente me correspondió vivir esta época del oscurantismo con relación a la mente. A quienes nos atrevíamos a acercarnos a ella sin ser psiquiatras, sino ingenieros o físicos, la sociedad nos tildaba de locos o personajes succionados por una despreciable “nueva era”.
Pero recuerdo cómo un buen día los inspirados Beatles, a fines de los 60 y principios de los 70, llevaron a Inglaterra al respetable e importante swami oriental Maharishi Mahesh Yoghi, que como el resto de los suyos no creía para nada en la explicación del estímulorespuesta ara el fenómeno de la conciencia, un momento este a partir del cual volvió a tenerse en cuenta, apenas, el estudio de la conciencia con métodos científicos serios diferentes a ese mecanicista enfoque.
Toda la seriedad científica que los investigadores debimos aplicar durante los 70, 80 y 90, al estudio de la mente, consistía en la observación del cerebro mediante sofisticadas máquinas exploratorias y, ojo, en la determinación de las relaciones que había entre el accionar eléctrico del cerebro y ciertos tipos de conducta humana ya bien localizados.
Pronto se dispuso de un gran número de “mapas del cerebro” o “mapas de la mente”, después que investigadores de todo el mundo hallaron claras asociaciones entre las señales eléctricas captadas por los electroencefalógrafos, y la conducta humana.
Fue una época difícil, pero pese a todo íbamos recopilando información tras información y entrenando cada vez más personas de todo tipo con los protocolos que obtuvimos del extranjero y las vehementes inspiraciones que alguien me dictó desde donde se dictan los trabajos inspirados: si Ud. ya sabe de dónde, ¡eureka!, y si todavía no lo sabe, considere por ahora esto: la inspiración de alta creatividad que le es dada a los humanos no proviene de nuestro mundo de tres o cuatro dimensiones, ni obedece a las reglas de la mecánica tradicional. Mínimo, obedece a las reglas cuánticas y, en mi opinión particular, tal cual discutiremos más adelante, a ordenamientos muy superiores a los de la sola cuántica.
De todas maneras continué entrenando gentes que alborozadas reportaban evoluciones y cambios muy promisorios en cuanto se refería a la consecución de metas y producción de riqueza, en cuanto al restablecimiento de sensaciones y sentimientos diferentes a los racionales, como el amor mismo, la virtud, la reconciliación y demás atributos tan atenuados hoy día en la masa crítica humana.
Mientras tanto, la incontenible mecánica cuántica continuaba evolucionando a pasos gigantescos durante este duro período.
Como vimos refiriéndonos a la cuántica, tras los trabajos de David Bohm nadie, hasta el día de hoy, pudo volver a demostrar la ausencia de la conciencia del territorio de la sólida física matemática, sino al revés. Y la Teoría Cuántica ha sido el enfoque científico más agudamente examinado de cuantos se hayan propuesto. Los misterios que encierra han obligado a la academia a utilizar sus legiones de escépticos con toda su santabárbara, y se han invertido billones de dólares en su comprobación. Resultado: hoy por hoy, cada día más físicos saben de la forma como la mente habita en la física y se suman al misterio cuántico, aceptan el signado designio de abandonar la razón sola en aras de una combinación entre razón y misterio, y conforman lo que hoy se llama “física de la conciencia”, “física de frontera”, o “física de vanguardia”. Cualquiera de estos términos representa al tipo de física que ha incorporado los aspectos mentales no racionales al acerbo de la realidad multi-universal.
“Existen numerosas razones para todos estos éxitos de la Conciencia al final del siglo 20. Pero el crédito fundamental, con toda justicia, hay que dirigirlo hacia una serie de trabajos y libros escritos con mucha erudición y pasión por luminarias tales como Roger Penrose (1989; 1994), Francis Crick (1994), John Eccles (1994), y Gerard Edelman (1989), cada uno de los cuales se apartó de los campos y conceptos primarios para enfocar con mirada nueva el íntimo misterio de la Conciencia. Estos nobles esfuerzos fueron precedidos por la Antología de la Conciencia en la Ciencia Contemporánea (1988) y Una Teoría Cognitiva de la Conciencia de Bernard Baar (1988).”
Las figuras claves que produjeron esta presión “anti-fisicalista” fueron Saul Kripke (1972), Thomas Ángel (1974) y Frank Jackson (1982). De otra parte Patricia Churchland (1986), Paul Churchland (1989) y otros enarbolaron la bandera del “fisicalismo”, y la flamante obra de Daniel Dennett titulada La Conciencia Explicada (1991) la tiró por la borda arguyendo que la experiencia consciente quedaba fuera de toda existencia. Sin embargo, La Mente Consciente de David Chalmers (1996) iluminó el abismo entre las explicaciones fisicalistas y los hechos sobre la conciencia (el “problema difícil”), y sugirió que la experiencia consciente puede ser una propiedad irreducible y fundamental de la realidad (Rosenberg, 1997).”
De todos modos, la evolución científica hasta terminar el siglo 20 había sido básicamente materialista y, por consiguiente, no es de extrañar que la posición científica actual dominante sea todavía una versión moderna del punto de vista de Sócrates, o sea, la conciencia sería según ellos una propiedad emergente a partir de actividades tipo computador en las cadenas neuronales del cerebro. El cerebro según ellos es esencialmente un computador, y las excitaciones neuronales (sistemas de intercambio de señales de tipo disparo sináptico en los axones) son estados fundamentales de información, o “bits” equivalentes bien sea a un 1 o a un 0. Los criterios prevalecientes entre los científicos de este campo son que: Primero, los modelos del trabajo en cadena de las actividades neuronales se correlacionan con estados mentales, Segundo, las oscilaciones sincrónicas de las redes en el córtex del tálamo y del cerebro temporalmente intercambian información y, tercero, la conciencia emerge como una nueva propiedad de la complejidad de los cómputos que se efectúan entre las neuronas.
Como dijimos, la otra alternativa para los puntos de vista de Sócrates y el de la actual teoría de la emergencia, la alternativa nuestra, surge originalmente de Demócrito, quien creía que los QUALIA (conciencia) son aspectos primitivos, fundamentales, de la realidad, irreductibles a nada más. Citamos para los interesados algunas Interpretaciones filosóficas en esta línea, aunque no son nuestra especialidad, como el panpsiquismo (P. Ej. Spinoza, 1677), el pan-experimentalismo (P.ej. Whitehead, 1920) y más recientemente el panprotopsiquismo (Chalmers, 1995). Quizá el enfoque filosófico más compatible con la física moderna es el de Whitehead, quien creía que la conciencia es una serie de eventos discretos (“ocasiones de experiencia”) ocurriendo en un campo más amplio de proto-conciencia26.
Durante 2003 se realiza en Tucson, Arizona, el Segundo Congreso Mundial de Mente Cuántica, el cual, sustentado totalmente en la ciencia y en la física, apoya la teoría de que la conciencia surge a partir de realidades de tipo cuántico, lo cual, en mi opinión, cierra este capítulo sobre definir la mente en términos científicos a la luz del conocimiento de hoy: el enfoque cuántico incluye a la conciencia dentro de la física, y es puramente científico. El enfoque tradicional no lo hace, y también pretende ser totalmente científico. Dejamos al lector a solas, en este punto, para el consumo de sus propias sensaciones con relación al asunto y, finalmente, deseo incluir aquí la dirección electrónica del evento de Tucson para quienes necesiten profundizar más sobre los detalles científicos de los estudios que han vuelto a colocar la mente en un privilegiado lugar de estudio. Ya dirá usted si la conciencia surgió de la evolución o si es una propiedad fundamental del universo. Ambos puntos de vista, o pretenden ser, o son, totalmente científicos y, si usted compró lo científico clásico, la conciencia es mera y pura evolución. Si compró la cuántica, es una magnitud general de la existencia.
FUENTE: Extracto del libro EL PENSAMIENTO CUÁNTICO de Gabriel Aramburu
Comentarios