Quejarse no es proponer, Fanny Libertun
"No te quejes de la vida, puede que te escuche y duplique tu sufrimiento"
- Bangambiki Habyarimana
Algunos viven inmersos en una queja constante, se quejan por todo, frente a cualquiera y durante todo el día. ¿Conocés acaso alguna persona así? ¿Sos vos mismo así, sos así sólo algunas veces? Pero la queja es una actividad contaminante que se alimenta de los productos de la mente, una forma de funcionamiento que unos a otros nos fuimos contagiando y que aceptamos con naturalidad con demasiada frecuencia.
Podemos desear que las cosas cambien, incluso protestar por lo que nos parece que tiene que cambiar, pero la forma en la que lo hacemos es lo más importante porque así serán los resultados. Una protesta puede ser una expresión de necesidad de mayor justicia, puede contener mucha claridad frente que es necesario un mundo con más compasión, pero lo más importante será admitir lo que somos ya que lo que hacemos será consecuencia de ello. Porque si creemos que somos el centro del mundo y exigimos derechos por eso, convertiremos nuestros pedidos en quejas, demandas y pretensiones. Cuando nos podemos conectar con que al pedir en realidad estamos reaccionando de acuerdo a nuestros vacíos emocionales (nuestros verdaderos dolores que no han sido procesados), esas necesidades primarias son las que serán esgrimidas como demandas hacia la sociedad. Es necesario no engañarnos acerca de que lo que nos altera realmente es nuestro corazón herido inicialmente. La mayoría de las personas dedican su tiempo a desplegar estrategias para obtener amor y aceptación, pidiendo al conjunto de la sociedad lo que necesitan en sus propias vidas. En todo caso, son procesos simultáneos y no uno que descarte al otro.
Entiendo que primero debemos conocer en nosotros aquello que creemos injusto en nuestra historia afectiva y en la forma en que las frustraciones pasadas se convierten en presente todos los días. Después, nuestras protestan fluirán respecto a eso, porque cualquier acción es el resultado de lo que pensamos y sentimos. Si tenemos un equilibrio aceptable dado porque nos conocemos los suficiente, podemos actuar de acuerdo a nuestros conocimientos, recursos, y posibilidades, cada quien puede ser parte de una revolución. No tengo ningún problema con eso. Pero de nuevo, sin desviar la energía desde lo que nos duele hasta la médula en culpar a los demás por ello, llevando la furia por los abusos sufridos sin procesar hacia cualesquiera sean los demás. Se puede hacer la guerra, pero sabiendo muy bien que el enemigo real no es el que estamos proyectando afuera.
Mi personaje es lo que es, soy quien soy, sólo cuando me acepto, acepto mi sombra, no me juzgo, y además no me quiero cambiar violentamente, llegará algo de claridad para ir a participar en cualquier guerra. Cuando tengo el coraje de investigar mis dolores, tengo la claridad para aceptar y entregarme totalmente a mis capacidades, a mis limitaciones, a mi sandez, entonces también tengo la claridad para entregarme a mi entorno y a la vida.
Nuevamente, la acción proviene de la claridad interior.
Cuando te das cuenta que estás defendiendo una idea del mundo pero que en realidad estás defendiéndote del mundo, podés ver que lo que definís como un mundo en el que sólo hay cosas horribles (el mundo del que hablan los medios de comunicación), es otra fantasía, no existe tal cual lo definen los demás. Sobre la idea de un mundo absolutamente horripilante, se gestan las quejas, pero lo que existe es algo mucho más complejo, amplio y brillante.
Si ves los hechos sin ideología creada en base a fantasías, como dije antes, actuar no es un problema. Podemos actuar en cualquier dirección, apoyar o criticar al gobierno, no es un problema. Pero la forma en que veo el mundo es una proyección de la forma, si me odio a mí mismo, el mundo es un desastre. Si me amo a mí mismo, veré un mundo de belleza.
¿Por qué todos los sabios sugieren que el mundo es hermoso, la vida es hermosa, pero sentimos lo contrario? Quizás los sabios sepan mejor. Están en paz y por eso dicen que el mundo está en paz. Decimos "No, el mundo está en guerra", pero estamos en guerra primero. Entonces, veamos qué le pasará al mundo si nos animamos a vivir, si dejamos de quejarnos como resguardo para no experimentar el amor, cuando nos animamos a gozar. Si estamos en paz con nosotros mismos, entonces miraremos el mundo y nos sorprenderá lo que veamos. Está más allá del pensamiento.
Entonces esta es una buena línea de investigación para dejar de intoxicar e intoxicarnos con quejas que incluso oscurecen los justos reclamos.
Lic. Fanny Libertun
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